Una mesa, sillas, unos pocillos cargados con café y buena data. Todo lo necesario para desarrollar temas que mueven la aguja cotidiana y que pocos saben.
"Habemus Café", dijo Hernán, el mozo, apenas los vio entrar. Desde ese jueves, alrededor de las dos de la tarde, toda frase que se pronunciaba llevaba como prefijo la palabra 'Habemus'. Eran las siete, en punto, y los amigos ocupaban la mesa del fondo en la cafetería de Aldo, justo al lado del ventanal empañado. Nadie sabía exactamente quién pagaba, porque la cuenta siempre desaparecía como un expediente incómodo. Entre pocillos de borra de café tibio y olor a medialunas, se desarrollaba un ritual tan inmutable como cínico.
El Flaco llegó diez minutos tarde. Era raro. Nunca llegaba tarde. Siempre estaba antes, como los políticos de raza que calculan los silencios igual que las apariciones. Tenía la piel curtida de tanto besar bebés en campañas y prometer cosas que jamás se escribirían en papel. Cambiaba de partido como de corbata, siempre con una narrativa lista para justificar el giro y con sus genes con los dedos en 'v'. Pedía siempre lo mismo: un café chico, bien cargado, "para despertar el alma y callar la conciencia", decía con media sonrisa.
-¿Pasó algo? -preguntó el Innombrable, sin levantar mucho la vista de su cortado en jarrito.
-Sí -respondió el Flaco, dejándose caer en la silla-. Me miré al espejo.
El Grandote soltó una carcajada, con su medialuna en la mano y casi volcando la taza de su café con leche. "¿Y qué viste? ¿Al dirigente del futuro?", le preguntó.
-No - respondió el flaco- Vi a un tipo que ya no sabe qué está haciendo. Lo dijo mirando su café como quien mira una taza ajena
"No hay ley que no tenga su vuelta -dijo el grandote-. Solo hay que saber por dónde se la empuja". El tipo sabía lo que decía. Se lo conoce como presunto 'asesor legislativo`, pero todos saben que es lobista de empresas que jamás nombra. De hecho, su celular suena con tonos personalizados para distintos rubros: uno para farmacéuticas, otro para constructoras, y otro para los gremios de transporte. Mide casi dos metros y tiene una panza que desafía la física y su mediatarde es inalterable: café con leche y una medialuna. Mojaba la punta, como un niño que nunca dejó de serlo en secreto.
-¿No te gustó cómo votaron los tuyos? -pinchó el Innombrable al flaco, ya sabiendo la respuesta.
-No se trata de los míos ni de los otros -respondió el Flaco-. Se puede ser político sin robar. Yo lo creo. Lo viví. Y no me gusta proteger en el Congreso a gente que debería estar afuera o, mejor dicho, adentro. Adentro de una celda.
El Grandote bufó, sin dejar de mojar la medialuna: -El problema es quién decide qué es robar. Y en qué momento.
-La Justicia -dijo Gastón, el Magistrado, que hasta entonces había estado en silencio.
-¿La Justicia? -repitió el Flaco, mirándolo con cansancio-. Vos y yo sabemos que eso también depende del día, de la firma, de la agenda.
Gastón, a quién le dicen el Magistrado porque es secretario de un juzgado, pero su juez no va nunca y él hace todo el trabajo, bebió su cortado en jarrito con calma. No negó ni confirmó. Solo asentía con los ojos. "Yo no juzgo -dijo, como siempre-. Solo redacto lo que se supone que alguien juzgó".
-Me llamaron de una radio esta mañana -dijo el Flaco-. Me preguntaron por el resultado de la votación y qué hubiera votado si hubiese estado ahí. Intenté explicar mi voto. Me escuché hablando... y no me creí.
-Eso nos pasa a todos -dijo el Innombrable-. Pero después uno se acostumbra. Innombrable le dicen sus amigos, aunque más de uno ni siquiera sabe, realmente, su nombre. No porque haga cosas oscuras -aunque a veces sí-, sino porque nadie se anima a nombrarlo cuando no está. Es el que siempre "sabe algo" que los demás no. Tiene amigos en todos los bloques, ex amantes en ministerios clave, y un sobrino en la exAFIP. Cada vez que habla, lo hace con ese tono de quien no puede contar todo, pero cuenta lo justo para que los otros muerdan el anzuelo. En síntesis, anda en la rosca fuerte.
-El problema es que yo no quiero acostumbrarme- dijo casi lamentándose el Flaco- A veces pienso que todo se pudrió y yo seguí caminando como si nada. Cambié de partido cuatro veces. Voté cosas que no entendía. Tapé gente que no debía. Pero esta vez me jodió. No me banco más justificar a corruptos porque están de nuestro lado.
El Grandote frunció los labios e, incómodo, dijo: -La política no es para mártires, flaco. Es para los que entienden que todo es relativo.
-Yo no quiero ser mártir -dijo-. Quiero poder decirle a mi hijo que no hice lo que hicieron otros. Que no robé. Que no encubrí. Que no me callé. ¿Eso es demasiado?
-Depende del distrito -dijo el Innombrable, irónico.
-¿Sabés qué creo? -dijo Gastón-. Que estás a un paso de irte, de nuevo.
-Mirá -continuó el Flaco-, yo entendí hace rato que la política no es una misa. Pero hay cosas que ya me incomodan hasta físicamente. Hay tipos, acá en la provincia, que ya están más cerca del Gobierno nacional que de nosotros. Los ves alineándose, negociando, repitiendo frases del vocero sin ponerse colorados. Se llenan la boca hablando y aplauden cada anuncio con la misma devoción con la que antes defendían subsidios.
-Eso se llama gobernabilidad -dijo el Innombrable.
-No. Se llama 'peronistas con peluca' -dijo el Flaco, con un dejo de bronca-. Simulan ser oposición, pero en el fondo están esperando la orden del Ejecutivo para levantar la mano. Y yo no estoy para eso. No me tragué años de militancia barrial para terminar de felpudo con discurso institucional.
-Y entonces, ¿qué vas a hacer? -preguntó el Magistrado.
-No sé -dijo el flaco mirando a sus amigos- Si me voy, quedo solo. Y afuera no hay épica, hay olvido. Pero si me quedo, me sigo tragando sapos con moño.
El Grandote volvió a mojar la medialuna y lanzó: "Elegí el sapo que menos te haga eructar. Es lo que hacen todos".
-Mientras tanto, estalló una bomba -dijo el grandote, apoyando el pocillo con fuerza-. Y no de las usuales. De las buenas.
El Innombrable alzó una ceja. -¿Se viene otra licitación amañada?
-Mejor -respondió el Grandote, relamiéndose- San Juan. Y viene fuerte.
-¿Qué pasa en San Juan?
-Acaban de confirmar un hallazgo enorme en la cordillera. Cobre, oro y todo eso. Pero no una cosita más para sumar al mapa. Estamos hablando del descubrimiento más importante en treinta años. Es el tipo de hallazgo que te reconfigura la agenda minera del país, que pone a Argentina en otra mesa. Ya hay interés de fondos de todos lados.
-¿Y vos estás metido? -preguntó el Innombrable, como quien conoce la respuesta.
-No directamente -dijo el Grandote, con falsa modestia-. Pero tengo buena sintonía con dos de las firmas que están asesorando el proceso técnico. Y un par de legisladores ya me contactaron.
-¿Y qué va a pasar? -preguntó el Magistrado-. ¿Fiesta de permisos exprés? ¿Reforma minera ad hoc?
-Todavía no sabemos. Pero lo que sí sé es que esto va a abrir una guerra política. Porque si lo manejan bien, es un ingreso de dólares real. Si lo manejan mal. es otra oportunidad perdida. Y muchos ya están estirando las manos.
La conversación giró hacia los minerales, mapas topográficos, lobby canadiense, bonos provinciales atados a exportaciones. Era el tipo de charla que les devolvía el control y en la que nosotros no vamos a profundizar. Un lenguaje donde la política se disfraza de geología, y las decisiones tienen sabor a contrato. Hasta que Gastón tomó la palabra, serio, pero disfrutando la atención.
"Se confirmó", dijo. "¿Qué cosa?", preguntaron los demás.
-Lo que hablamos hace un par de semanas- respondió- Lo de la presentadora.
El Flaco arqueó las cejas: "¿La que decían que estaba con.?". "Con el exministro. Exacto", respondió su amigo.
-Ella misma lo confirmó -dijo Gastón-. Subió una foto a redes. Sin rodeos. Texto corto, mirada cómplice y corazoncito. Ya está. Oficial.
El Grandote rió con ganas.
-Te das cuenta que esta provincia es un sketch. Un día estás firmando acuerdos mineros millonarios y al otro todos hablan de quién duerme con quién.
-Y vos -le dijo el Flaco a Gastón-, ¿cómo lo sabías?
- El rumor estaba hace rato. Pero ahora es noticia porque ella lo convirtió en posteo.
-¿Y a él qué le suma? -preguntó el grandote-. Ya no tiene cargo.
-Pero tiene operadora -dijo el Innombrable- Y ella rating. Es un buen maridaje en esta época.
-Además -agregó Gastón-, cuando estás fuera del juego formal, una relación así te mantiene en la conversación. Te llama un productor, te invita un periodista, te sigue una cámara. Es como un nuevo tipo de banca.
-Una banca afectiva -ironizó el Flaco- Muy distinta al escenario en el que se encuentra parado el CEO de otro multimedio. El tipo esta peleado.
Gastón asintió y sumó: "Pero a nadie le sorprende. Era esperable.
El Grandote se inclinó hacia adelante, e interesado, preguntó: "¿Qué pasó ahora?"
-Lo de siempre, pero ahora lo vieron todos -dijo el Innombrable, con una sonrisa cínica- La cosa casi pasa a mayores. Y con un nombre de mucho peso. Nivel bíblico.
El Flaco miró al Innombrable y, con una leve sonrisa irónica, preguntó: "¿Por qué no me sorprende?"
-No es cualquier escándalo -dijo Gastón-. Este tipo lleva años, pero sus métodos son distintos. Ahora, se le fue de las manos. No hay vuelta atrás.
-Eso sí que es un giro inesperado- dijo el grandote, que estaba con los ojos fijos en la ventana, y comenzó a hacer cálculos internos.
-Claro - agregó el flaco-Como la ministra que se sumó a las fuerzas del cielo y la vice de acá, que la siguió, marcando otro cambio de carril.
"¿Y cómo queda el resto? Porque muchos la siguieron en su campaña anterior, ¿qué pasa con los que la acompañaron? Los que votaron por ella... ¿Qué hacen ahora?", inquirió Gastón, pensativo, le dio un giro al asunto
-Ya no tienen dónde ir -dijo el Innombrable, sin levantar los ojos del café-. Igual, la mayoría no estaba por ideología. Apostaron y ahora quedaron huérfanos. Pero, como siempre, las pasiones van donde va el poder.
Gastón asintió, comprendiendo lo que el Innombrable señalaba, y reflexionó: "Lo peor es que los que venían en ese espacio y ahora se quedan atrás de ellas. Esos sí que no tienen lugar en ningún lado. ¿Y el mandamás? ¿Esto lo beneficia o lo perjudica?
-Eso va a ser más complicado -pasó a detallar el Innombrable- Ahora se dispersan algunos votos y se abre una grieta interna. No hay nada peor que una vice que quiera ganar su propio espacio. Y lo que está claro es que está buscando ese protagonismo. Un juego muy arriesgado para ambos, porque si la gente empieza a ver que ella representa mejor el cambio, que es la cara de la renovación y, encima, él no tiene mucho margen para moverse; el equilibrio podría desmoronarse.
-Todo esto se trata de poder, como siempre. Y en política, cuando el poder se sacude, es cuando realmente empiezan a moverse las piezas- dijo el flaco, dando un golpecito sobre la mesa.
-Lo que pasa es que, en política, como en los medios, las traiciones no siempre son lo que parecen. A veces, son jugadas premeditadas. Y cuando la gente cree que algo se quiebra, es cuando el verdadero juego comienza-selló el Innombrable con justeza.
La conversación en la mesa, aunque cargada de política y de movimientos estratégicos, dio un giro inesperado cuando Gastón, siempre atento a los cambios económicos, soltó la siguiente bomba.
-¿Han escuchado lo que está pasando en Guaymallén?
El Innombrable frunció el ceño, como si estuviera recordando algún dato olvidado.
-¿Qué pasó? ¿Algún escándalo político?
-No, no. Algo mucho más interesante -respondió el Grandote, levantando las cejas-. Resulta que una Cafetería y Heladería ya está aceptando dólares como medio de pago. Y no es que te lo vendan como un truco turístico, no. Están recibiendo transferencias en dólares por los productos. En cuanto la gente empiece a hacer circular el billete verde, van a empezar a recibirlo también, así que... ¡pronto podríamos pagar en dólares por un cortado!
-Y me imagino que va a ser una tendencia-subrayó el grandote- Yo que pensaba que sólo lo íbamos a ver en propiedades y vehículos, ahora hasta las cafeterías se mueven con el billete verde.
-Ahora la pregunta es: ¿qué vamos a hacer con Hernán? -dijo, señalando al mozo, que estaba pasando cerca con una bandeja.
Todos lo miraron, entendiendo de inmediato.
-¡Exacto! -dijo el Innombrable-. ¿Y la propina? No tenemos monedas de dólar para darle. Va a tener que esperar que el dólar billete circule.
El Grandote se inclinó hacia adelante y murmuró en tono cómplice:
-¿Te imaginas regateándole la propina a Hernán porque no tenemos dólares en efectivo? "Mirá, Hernán, te paso este billete de 1000 pesos, pero si lo pasás a dólares en la casa de cambio, te damos la propina".
Todos rieron con ganas, mientras el mozo, Hernán, que había estado escuchando la conversación, tiró la frase más contundente del día: "Cara grande, con cara chica es un diez por ciento más".
La tarde terminó entre bromas, como siempre, con el ruido de las tazas, el sonido del café siendo servido y el constante ir y venir de la política que, como el café, nunca se detiene.