Espectáculos Una gran figura

A 7 años de la muerte de Berugo Carámbula: el artista que se convirtió en leyenda, el soñador que conquistó a un país

Apenas pisó suelo argentino, el uruguayo se robó todos los corazones por su talento y su carisma. Protagonizó las comedias más disparatadas de los ‘80, se atrevió a soñar como nadie en televisión y cuando más lo necesitaba, sus fans salieron en su rescate

Lunes, 14 de Noviembre de 2022
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“Mi público es muy amplio y me sienten como de la familia. Me siguen desde personas muy mayores hasta chicos chiquitos”, era una de las frases con las que intentaba reflexionar sobre su éxito. Y eso pasó en todo su esplendor en 1987, cuando se puso al frente de Atrévase a soñar, un ciclo de juegos y entretenimientos que rozaba los 40 puntos de rating y le dio su primer Martín Fierro en el rubro conducción masculina. Como él dijo, toda la familia se sentaba frente al televisor para verlo y tener una aproximación a eso que llamamos la magia de la televisión. “Los sueños, sueños son…pero aquí se hacen realidad”, decía como prólogo y como juego, para que cada participante viva su propio cuento de cenicienta y se transformara en princesa.

A los 18 se le presentó la posibilidad de debutar en televisión, como músico y comediante. En aquel entonces, uno de los programas más emblemáticos de Uruguay eraTelecataplúm. Un día, se abrió una convocatoria para una banda de música y él no dudó en presentarse con la suya. No solo que tocaron, sino que vieron algo él y empezaron a convocarlo cada vez más seguido para distintos sketch. “No me imaginaba que mi vida artística iba a seguir por el camino de la comicidad”, recordó sobre aquellos años.

Ese lugar se lo ganó por derecho propio y hasta contó como un detalle generó que todos los uruguayos hablaran de él, de ese comediante desconocido. “Comencé mal porque lo hice robando cámara. (Raimundo) Soto y (Ricardo) Espalter estaban en un bar charlando y yo era el que atendía. El sketch duraba como diez minutos y, de aburrido nomás, metí el dedo en una botella e hice como que no lo podía sacar; terminé trepado al mostrador luchando con la botella. Estuvieron a punto de echarme”, explicó. De más está decir que ocurrió todo lo contrario, le empezaron a dar cada vez más pantalla.

Desde ese entonces, el humor y la música se volvieron sus armas para escalar en la marquesina del espectáculo. Hubo un momento en el que ya no tenía mucho más para crecer en su país y, como tantos otros uruguayos, se vino para Argentina. Primero, a hacer teatro, trabajaba y se volvía Montevideo. Hasta que en el 75 se mudó definitivamente a Buenos Aires. “Me traje a mi mujer, a mis hijos, a mis padres y a mi hermano, y nos fuimos a vivir a Devoto”, recordó en una entrevista. Tan sólo dos meses después de su llegada a la Argentina parte del elenco de Telecataplúm debutó en la pantalla del viejo Canal 13. Una década después, y ya mutados en Hiperhumor, descollaron en Canal 9.

En los 80 el cine le abrió las puertas y no desaprovechó su oportunidad, brillando en las comedias más populares de la época que en parte emulaban los grandes éxitos de Hollywood. Brigada explosiva (1985), Brigada explosiva contra los ninjas (1986), Los bañeros más locos del mundo y Los matamonstruos en la mansión del terror (1987) son algunos de los títulos más recordados a los que le puso su impronta, ese humor único no solo desde la palabra, sino también en lo gestual, con ese movimiento de cejas que se volvió su marca registrada.

En lo que tiene que ver con la televisión, deleitó a grandes y chicos ya que sabía adaptarse a todas las circunstancias: El club de Anteojito (1983), Todo al 9 (1991), Amor a primera vista (1993), Clink! Caja (1996), Jugar por jugar (1997), El nieto de don Mateo (1999) y Hacete la América (2000), entre otros proyectos. La pantalla chica le dio también uno de sus últimos papeles populares con Wilson, el recordado encargado del árbitro que interpretaba Miguel Ángel Rodríguez en Son amores (2002 y 2003), que en parte lo acercó a las nuevas generaciones.

Mientras en en su vida artística daba cuenta de un histrionismo casi sin límites, siempre se encargó de mantener a un lado su vida privada. Daba pocas entrevistas, pero siempre vinculadas al trabajo, evitaba otros temas. Apenas se supo que en 1964 se casó con la actriz Charo Semblat y fruto de esa relación tuvieron dos hijos: Gabriel, que es guitarrista y compositor, y María, que es actriz. Se separaron en el 83, él volvió a formar otra familia junto a Viviana Campos, con la que tuvo a Joaquín, también músico.

Los años 2000 vinieron con complicaciones. Se empezó a hablar más de su salud que de otra cosas. Comenzó con mareos y palpitaciones que cada vez aparecían más seguido, pero a los que no les prestó la debida atención. Trabajaba mucho y creía que todo era obra del stress. Luego llegaron los ataques de pánico. El primero le agarró en la vía pública y contó que estuvo casi media hora abrazado a una columna. Eso lo llevó a que le hicieran estudios rigurosos y, finalmente, en 2004 le diagnosticaron Párkinson.

En ese momento se retiró de los escenarios. Regresó en 2008 al teatro para hacer Berugo en grupo, que combinaba humor y música. Con el tiempo se vio como una suerte de despedida del oficio, y qué mejor manera de hacerlo que poniendo en juego sus dos pasiones. Pero la aventura duró poco. La obra se levantó y se dijo que era por cuestiones ajenas al artista, pero el mismo Carámbula se sinceró y manifestó que tenía problemas de rigidez y que no podía ofrecerle al púbico lo que querían ver.

Cuando dejó de trabajar por obvias razones, porque su salud ya no se lo permitía, la Asociación Argentina de Actores le retiró la cobertura médica. Eso abrió un gran debate dentro de la sociedad, el apoyo de sus colegas y las explicaciones de la entidad. Era una persona tan querida que el tema de volvió nacional. El hashtag #TodosPorBerugo, en Twitter, se hizo tendencia y el pedido llegó a destino.

La presión llevó a que lo sacaran del Hospital Pirovano, donde estaba en un pabellón divido en boxes, a una habitación privada y con mayores comodidades. Cuando ya no hubo nada que hacer y, por pedido de la familia, lo llevaron a su casa, con sus cosas, donde pasó sus últimos días hasta que aquel 15 de noviembre de 2015, a los 70 años, Berugo falleció. Dejó un triste dolor entre sus fanáticos, pero un recuerdo imborrable por ese legado que vivirá por siempre en cada acorde, en cada mohín y en cada carcajada.