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Nueva York: SUMMIT es el nuevo paseo para “levitar” en la cima del mundo

Estados Unidos demoró dos décadas en inaugurar el edificio más audaz del último siglo: un espacio inmersivo y multisensorial que con espejos multiplica por mil a cada turista. Flotando entre nubes y estrellas, desafiando el abismo e incluso la intmidad, SUMMIT One Vanderbilt es “la atracción más instagrameable del mundo”. Por qué reinterpreta la Capilla Sixtina.

Martes, 6 de Setiembre de 2022

A tres cuadras del estallido de colores de Times Square y a pocos pasos del perfeccionismo francés de la Grand Central Station, un rascacielos emergió de la jungla de asfalto, con tal osadía que se aleja años luz del perfil nostálgico del Empire State Building, y de la geometría perfecta del Edificio Chrysler, sus vecinos. Es el SUMMIT One Vanderbilt, en Nueva York, y acapara todas las miradas frescas del turismo internacional.

Sobre la calle 42 (45 East), el SUMMIT es una estructura de cinco paredes de vidrio de 12,7 cm “sobre el vacío”.

¿La figura humana perfecta de Leonardo Da Vinci? No, un visitante en el SUMMIT de Nueva York; y todos repiten el mismo gesto para las fotos. ¿Memoria colectiva?

Sí, leyó bien. El SUMMIT se encuentra a 395 metros de altura y “se apoya” en los tres últimos pisos de un edificio de oficinas que requirió 4 años de ingeniería sesuda para lograr convertirse en la pata invisible de un diseño tan “anormal”.

 “Anormal”, o “no normal”, como subraya Caire Chirouze Ulloa, responsable del área de visitas turísticas del predio. “Eso es lo que tenía en mente la compañía de promoción inmobiliaria que impulsó este proyecto, que se inició en el 2016 y concluyó justamente durante la pandemia, en el año 2020”, especifica.

En la cima del mundo, la humanidad en capas multiplicadas.

“Sin embargo, la decisión de hacerlo se había tomado en el año 2000 y demoró más de quince años poner todo en marcha, para lograr una experiencia 100 por ciento inmersiva”, especifica Claire Chirouze.

SUMMIT nuevo paseo en Nueva York

Con la idea fija de lograr "algo que no se pareciera a nada de lo que ya tenía Nueva York”, el estudio de arquitectura Snøhetta y el fideicomiso SL Green Realty Corp dieron vida a un observatorio de cuatro plantas, que arrancan en el piso 91 y terminan en un ascenso opcional en un elevador completamente vidriado y externo, que asciende aún más sobre el roof top del One Vanderbilt.

Llamado a superar a su vecino próximo, el Edificio Chrysler, SUMMIT está coronado por una aguja que irradia 16 millones de colores diferentes.

Y en "la ciudad que nunca duerme" ya había tanto que la única manera de sorprender era colgar un edificio entre las nubes, como si levitara. Es más, si hay algo que a Nueva York le faltaba era una versión gloriosa y vernácula de la Capilla Sixtina.

Mucho “más allá” que el resto de los rascacielos de New York City, el SUMMIT combina una experiencia sensorial, vistas increíbles de los cinco barrios de Nueva York y una nueva decoración que en definitiva es la "no" decoración: el espacio.

La atracción en sí es una suma de tres plantas en los pisos 91, 92 y 93, con vistas de 360 grados sobre pisos traslúcidos que se acoplan entre sí. Dondequiera que uno se encuentre, la imagen propia -y las ajenas- se multiplican en una suerte de Capilla Sixtina, gracias a 3.065 metros cuadrados de espejos.

Así es un día normal en el SUMMIT One Vanderbilt : cada visitante "crece" y se multiplica en la bóveda celeste de Nueva York, como en el Génesis, gracias a 2.323 metros cuadrados de superficies espejadas.

El abigarramiento clásico de la bóveda de la Capilla Sixtina, del Génesis al Juicio Final, la historia de la humanidad.

Una vitrina en Nueva York, la cima del mundo en la que casi nadie –como el Adán de Miguel Angel- intenta extender la mano para tomar la de Dios.

Nueva York, la cima del mundo

“New reality” (nueva realidad)… “aware your senses” (despierte sus sentidos) promueve la atracción turística, desde el momento en que se pisa el hall de entrada, donde una máquina te sujeta las sienes y la cabeza para tomarte una foto, la imagen de tu propia cara que luego dibujarán las nubes, mientras circulás por el piso 91.

Como no podía ser de otro modo, el umbral de la 1º experiencia, es el primer elevador que recorre 91 pisos de la torre en apenas 43 segundos. Mientras se asciende al más allá, uno se siente pequeñito en un Hall of Light que replica el cielo diurno y también el nocturno, con sonidos espaciales del universo que nos espera; un combo tan eficaz y envolvente que el apunamiento y el vacío en la boca del estómago pasan desapercibidos.

Un hall de nubes refuerza la sensación de levitación; las nubes se agrupan replicando la cara del visitante que pasa.

Apenas se abren las compuertas del primer cielo, el piso 91 (“Ascending 1”), uno entrega el cuerpo y se olvida del alma. Con gafas oscuras y medias de quirófano, todo lo que sigue es mundo sensorial:

2.300 metros cuadrados de espejos en los que el sol estalla en todas las direcciones;

de Bronx a Coney Island, “sobrevuelos” espectaculares sobre la creación: todos los rascacielos de Nueva York;

multiplicarse a sí mismo –y al resto de la humanidad visitante- en infinidad de espejos que se disparan anárquicamente en todas las direcciones, como en las escenas bíblicas de la bóveda de la Capilla Sixtina;

6.000 metros cuadrados de inmersión sensorial, la Summa theologica de un siglo XXI con poca fe.