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Donde el silencio abruma: el viaje que llevó a un fotógrafo hasta el corazón de la Antártida

Marko Magister, fotógrafo y filmmaker de 38 años, ese misterio se volvió realidad durante un mes inolvidable

Miercoles, 17 de Diciembre de 2025

La Antártida no es solo un lugar en el mapa. Es una pregunta abierta, un silencio que llama, un territorio que parece existir fuera del tiempo. Blanca, lejana, indómita. Un misterio que sigue cautivando incluso a quienes creen haberlo visto todo.

Para Marko Magister, fotógrafo y filmmaker de 38 años, ese misterio se volvió realidad durante un mes inolvidable. A bordo de un velero, se internó en el continente blanco y decidió compartir la travesía casi sin planearlo. Sus videos -hipnóticos, austeros y profundamente humanos- no muestran solo hielo y montañas: transmiten la sensación de estar ahí. De balancearse con el mar, de esperar al viento, de convivir con el silencio. En pocas semanas, más de 40 mil personas comenzaron a seguirlo, como si navegaran junto a él desde la pantalla de un celular.

"Fue un viaje muy intenso y un sueño cumplido", dijo después. El velero Ypake II, capitaneado por el experimentado Ezequiel Sundblad, partió desde Ushuaia con nueve tripulantes rumbo a uno de los cruces más temidos del planeta: el pasaje de Drake. Mil kilómetros de agua indomable, olas gigantes y días en los que el cuerpo aprende a ceder ante el movimiento constante. "El barco se movió mucho, pero estoy acostumbrado. Crucé el Atlántico dos veces", contó Marko, aunque el desafío siempre vuelve a sentirse nuevo.

Las primeras paradas fueron las islas Shetland del Sur. En la isla Decepción, un volcán dormido convertido en refugio natural, caminaron entre restos de una antigua base ballenera y una estación abandonada. Era apenas un anticipo. Lo verdaderamente inolvidable llegó cuando pisaron el continente.

"Fue una locura", recordó. Hielo hasta donde alcanza la vista. Montañas abruptas emergiendo del mar. Nieve intacta. Naturaleza en estado puro. Pero lo que más lo impactó no fue lo visible, sino lo invisible: el silencio. "Cuando no hay viento, hay silencio total. Es tan profundo que abruma. Es como estar en otro planeta". Un silencio que no se escucha: se siente.

Antes del viaje, Marko imaginaba la Antártida como un desierto blanco. La realidad lo desarmó. "Hay montañas de más de 3000 metros, pegadas al mar. Es como estar en la cima del Himalaya, pero a nivel del mar". Cada desembarco era una lección de humildad frente a un territorio que no se deja dominar.

No pensaba filmarlo todo. Su Instagram era apenas un portfolio. Pero un amigo lo animó a grabar lo cotidiano: la vida en el barco, los pequeños rituales, la espera, el frío, la convivencia. Sin buscarlo, se volvió viral. "No soy influencer. Solo quise mostrar lo que no se ve", explicó. Cuando volvió, ya no era el mismo: ni él, ni su cuenta.

Mostrar también implica responsabilidad. La Antártida está protegida por el Tratado Antártico y cada expedición debe ser aprobada. Marko lo sabe y lo dice con cuidado. "Mostrar este lugar da miedo, porque el turismo puede arruinarlo. Pero también creo que solo se protege lo que se conoce". El cambio climático ya dejó huellas: pasto donde antes había hielo, paisajes que empiezan a ceder.

La épica convive con lo cotidiano. Un mes sin privacidad. Ocho personas compartiendo pocos metros cuadrados. Dos duchas en treinta días. "Vivir en un barco es un experimento. Todo tiene impacto. Incluso una discusión". A veces, la única forma de sentirse limpio era tirarse al agua helada. A veces, el ancla emocional era una comida caliente compartida en medio de la nada.

Marko volvió con miles de seguidores nuevos, pero sobre todo con algo más difícil de explicar: la certeza de haber estado donde el mundo todavía respira distinto. La Antártida sigue siendo un misterio cautivante. Y, por un instante, él fue parte de ese silencio.