Este 4 de noviembre se conmemora un aniversario sobre la publicación de su libro.
Hablar de Sigmund Freud es hablar del origen de una revolución silenciosa: la que llevó al ser humano a enfrentarse consigo mismo. El padre del psicoanálisis nació el 6 de mayo de 1856 en Freiberg, una pequeña ciudad del Imperio Austrohúngaro (hoy República Checa). Su familia era judía, y su infancia transcurrió en un entorno modesto pero lleno de estímulos intelectuales. A los cuatro años se mudaron a Viena, la ciudad que marcaría su destino y donde forjaría una de las teorías más influyentes del siglo XX.
Desde joven, Freud se destacó por su curiosidad. Estudió Medicina en la Universidad de Viena, donde comenzó a interesarse por el sistema nervioso, las enfermedades mentales y el comportamiento humano. Trabajó junto a Jean-Martin Charcot en París, un neurólogo famoso por su estudio de la histeria, y fue allí donde Freud comprendió que muchas dolencias físicas podían tener un origen psicológico. Esa idea -revolucionaria para su época- se convirtió en el germen de su obra.
De regreso en Viena, abrió su consultorio y comenzó a escuchar a sus pacientes de una manera diferente: no solo observaba sus síntomas, sino que los invitaba a hablar libremente. Así nació la asociación libre, una técnica que permitía acceder al inconsciente, ese territorio invisible donde habitan los deseos reprimidos, los miedos y los recuerdos más profundos.
Freud fue un hombre tan audaz como polémico. Su teoría de la sexualidad infantil, el complejo de Edipo, y la idea de que los sueños son la vía de acceso al inconsciente lo convirtieron en un personaje disruptivo, admirado y resistido por igual. "El yo no es dueño en su propia casa", escribió, y con esa frase dinamitó siglos de pensamiento racionalista.
Su vida personal fue tan intensa como su obra. En 1886 se casó con Martha Bernays, con quien tuvo seis hijos, entre ellos Anna Freud, que más tarde se convertiría en una destacada psicoanalista. Freud trabajaba sin descanso: escribía de madrugada, recibía pacientes, fumaba incansablemente sus famosos puros y reflexionaba sobre el alma humana.
En la década de 1930, su salud se deterioró por un cáncer de mandíbula, pero siguió escribiendo y atendiendo hasta casi el final. Con la llegada del nazismo, y siendo judío, debió exiliarse en Londres en 1938, donde murió un año después, el 23 de septiembre de 1939, a los 83 años.
Freud no solo fundó el psicoanálisis: cambió para siempre la manera de pensar al ser humano. Mostró que debajo de la conciencia hay un universo de emociones, pulsiones y conflictos que influyen en lo que decimos, hacemos y sentimos.
Hoy, más de un siglo después, sus ideas siguen generando debate. Algunos las discuten, otros las reivindican, pero nadie puede negar su legado. Porque Freud fue, ante todo, un hombre que se animó a mirar hacia adentro cuando nadie más lo hacía. Y en esa mirada, descubrió algo que sigue siendo tan inquietante como necesario: que conocerse a uno mismo es el primer paso para ser libre.

Daniel Di Giuseppe, técnico mecánico y radioaficionado, reúne más de 90 radios antiguas.