Portaaviones, submarinos y cazas de última generación se concentran en la región como respuesta estratégica a la escalada del conflicto. Washington apuesta por la disuasión, pero el tablero global tiembla.
En un movimiento que recuerda los días más tensos de la Guerra Fría, Estados Unidos ha desplegado una fuerza militar de proporciones colosales en Medio Oriente. El objetivo declarado: contener el avance de grupos armados respaldados por Irán y garantizar la seguridad de sus aliados en la región. Pero el mensaje implícito va mucho más allá.
El portaaviones USS Dwight D. Eisenhower encabeza la flota, acompañado por destructores, submarinos nucleares y aviones de combate F-15 y F-16. A esto se suman bombarderos estratégicos B-52 y drones de vigilancia que patrullan el espacio aéreo. El despliegue no solo es masivo, sino también simbólico: una demostración de fuerza en un momento en que el equilibrio geopolítico pende de un hilo.
Fuentes del Pentágono aseguran que se trata de una "respuesta proporcional" a los ataques sufridos por bases estadounidenses en Siria e Irak. Sin embargo, analistas internacionales advierten que la acumulación de poder bélico podría escalar el conflicto en lugar de contenerlo.
La región, ya convulsionada por la guerra en Gaza y las tensiones entre Israel y Hezbollah, recibe este despliegue como una señal clara: Estados Unidos no está dispuesto a ceder terreno. Pero en un escenario donde cada actor juega con fuego, la línea entre disuasión y provocación se vuelve cada vez más difusa.
Fuente: La Nación