Su historia sigue viva en la memoria de aficionados
El 26 de septiembre de 1984, la plaza de toros de Pozoblanco, Córdoba, se vistió de tragedia. Francisco Rivera Pérez, más conocido como Paquirri, uno de los toreros más destacados de España en ese momento, sufrió una cornada mortal durante la lidia del toro Avispado. Desde sus inicios en 1962, Paquirri había construido una carrera brillante, ganándose el respeto y la admiración por su valentía y técnica en el ruedo.
Aquella tarde, el ambiente era tenso y expectante. Paquirri enfrentó al toro con su habitual maestría, pero en un instante fatal, fue embestido con fuerza, recibiendo heridas graves en arterias principales. A pesar de la rápida atención médica, la gravedad de las lesiones fue irreversible y el torero falleció en el hospital pocas horas después.
La noticia conmocionó a España y al mundo taurino. Más allá del dolor, su muerte abrió un debate sobre la seguridad en las corridas y dejó un legado imborrable en la tauromaquia. Paquirri, con su carisma y entrega, no solo fue un ícono del toreo, sino también un símbolo de la pasión y el riesgo que envuelve esta tradición. Su historia sigue viva en la memoria de aficionados y en la cultura popular, recordando la fragilidad y el heroísmo que conviven en el arte del toreo.