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La efímera y trágica República de Saló: el último acto de Mussolini

Hitler le encomendó estar al frente de un nuevo Estado fascista; se trataba de una porción de Italia, que estaba controlada por las tropas alemanas

Domingo, 27 de Abril de 2025
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En julio de 1943, Benito Mussolini, el artífice del fascismo italiano y aliado clave de Hitler en la Segunda Guerra Mundial, parecía acabado. Destituido por el Gran Consejo Fascista y arrestado tras perder el favor del rey Víctor Manuel III, Italia se hundía en el caos mientras las tropas aliadas avanzaban desde Sicilia. Sin embargo, un audaz rescate orquestado por comandos alemanes en septiembre de ese año lo devolvió al escenario político, al frente de la República Social Italiana, conocida como la República de Saló. Este Estado títere, bajo la sombra nazi, marcó el ocaso de Mussolini y del fascismo italiano.

El ocaso del "Duce"

En el verano de 1943, Italia estaba exhausta. La guerra, el hambre y las derrotas minaban la fe en el régimen fascista. El 25 de julio, el Gran Consejo Fascista votó la destitución de Mussolini, quien fue arrestado tras una audiencia con el rey. Pietro Badoglio asumió el gobierno, buscando en secreto la paz con los aliados mientras fingía lealtad a Alemania. Mussolini, trasladado de un lugar a otro para evitar su rescate, terminó confinado en un hotel en el Gran Sasso, en los Apeninos.

El 3 de septiembre, Italia firmó un armisticio con los aliados, hecho público días después. Esto desató la furia de Hitler, quien ordenó la ocupación de Roma y gran parte del país. El rey y Badoglio huyeron, dejando a las tropas italianas sin rumbo. En este contexto, el 12 de septiembre, un comando de paracaidistas liderado por Otto Skorzeny liberó a Mussolini en una operación relámpago. Dos días después, en la Guarida del Lobo, Hitler lo instó a liderar un nuevo régimen fascista en el norte de Italia, controlado por los nazis.

La República de Saló: un régimen al servicio de Hitler

El 23 de septiembre de 1943, Mussolini proclamó la República Social Italiana desde Milán, con sede en Saló, a orillas del lago de Garda. Este Estado, desprovisto de autonomía real, fue un instrumento para legitimar la ocupación nazi. "Mussolini era un títere humillado, consciente de su papel secundario", señala el historiador R.J.B. Bosworth, experto en la Italia fascista. La república carecía de recursos y enfrentaba la hostilidad de los partisanos del Comité de Liberación Nacional, así como el avance aliado desde el sur.

El régimen de Saló colaboró en la represión nazi, incluyendo la persecución de unos 7.000 judíos italianos enviados a campos como Auschwitz. También ejecutó a fascistas "traidores" en el juicio de Verona de 1944, donde cinco miembros del Gran Consejo, incluido Galeazzo Ciano, yerno de Mussolini, fueron condenados a muerte. Estas medidas reflejaban la debilidad de un líder que, según Bosworth, "sabía que su destino estaba ligado a los errores del fascismo".



Un líder desilusionado y un final trágico

Para 1944, Mussolini había perdido su fervor. Absorto en su relación con Clara Petacci y distante de la política, parecía resignado a la derrota del Eje. La República de Saló, incapaz de frenar a los aliados o a los partisanos, se desmoronaba. En abril de 1945, con los nazis en retirada, Mussolini intentó huir hacia los Alpes o negociar una rendición. El 28 de abril, partisanos lo capturaron en Dongo junto a Petacci. Ambos fueron fusilados ese mismo día.

Al día siguiente, sus cuerpos fueron expuestos en Milán, donde una multitud los profanó. Las imágenes de Mussolini y Petacci colgados cabeza abajo recorrieron el mundo, marcando el fin de la República de Saló y del fascismo italiano. Este efímero Estado, nacido de la ambición de Hitler y la caída de Mussolini, dejó un legado de represión y derrota, sellando el trágico epílogo de una era.