Mientras el grupo extremista volvió a ser noticia por haber inspirado un ataque en EE.UU., la milicia jihadista podría recobrar su influencia en el territorio donde hace una década estableció su "califato"
Los datos muestran que los ataques del grupo extremista en este país árabe ya habían experimentado un repunte meses antes del derrocamiento de Al-Assad. Del compromiso de la coalición liderada por Estados Unidos para hacerle frente y de la capacidad de la nueva élite siria de estabilizar el país dependerá que su presencia se consolide o incluso se haga más mortífera.
Según Charles Lister, un experto del Middle East Institute, ISIS llevó a cabo unos 700 atentados en Siria durante 2024, una cifra que triplica a los ejecutados el año anterior. "La sofisticación y la mortalidad de los ataques de ISIS también han crecido este año, así como su alcance geográfico", escribió en un artículo reciente.
La caída del régimen el 8 de diciembre pasado y la disolución de sus servicios de inteligencia puede representar una oportunidad para ISIS, ya que permitirá a sus células moverse de forma más libre y segura en el país. Además, sus combatientes pudieron apropiarse de una parte del armamento y municiones del Ejército sirio, que se retiró desordenadamente de sus posiciones ante el avance de las tropas rebeldes.
Desde la batalla de 2017 en Raqqa, la capital del "califato" de ISIS, la milicia no controla ninguna franja de territorio en Siria. Ahora bien, sí dispone de numerosos escondrijos en la zona desértica del este de Siria, cerca de la frontera con Irak. Es en esta zona donde Estados Unidos ejecutó decenas de bombardeos contra 75 objetivos militares en las horas posteriores a la huida de Al-Assad.
En las semanas siguientes, en otras dos operaciones, las tropas estadounidenses habrían matado a una quincena de combatientes. El último ataque aéreo, esta vez francés, se produjo el domingo pasado y habría acabado con la vida de dos jihadistas.
Aparte de los ataques de la coalición internacional contra ISIS, su neutralización no habría sido posible sin la colaboración de su principal socio: las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS), la milicia pro-kurda que controla el noreste de Siria.
Sus soldados son los encargados de velar por la seguridad de los campos de internamiento donde se encuentran recluidos 10.000 combatientes de ISIS y sus familias (unas 35.000 personas).
Los esfuerzos por repatriar a estas personas podrían verse facilitados por la caída de Al-Assad, ya que su régimen era un paria a nivel internacional y, además, no tenía una buena relación con la región autónoma kurda, también conocida como Rojava. De hecho, en los últimos días fueron repatriadas 180 familias en Irak.
Una de las preocupaciones de las cancillerías de la región es que una intensificación de las hostilidades entre las FDS y las milicias pro-turcas iniciadas hace un mes -se calcula que ya murieron más de 200 personas, incluidos 25 civiles-, podría afectar al nivel de protección de los campos, y acabar facilitando una eventual fuga de cientos o miles de terroristas.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, obsesionado con poner fin al experimento de autogobierno kurdo, se ofreció como nuevo garante de la seguridad de los campos de internamiento.
En este sentido, otra de las preocupaciones tiene que ver con una posible retirada de los soldados estadounidenses desplegados en Siria una vez que Donald Trump tome posesión de la presidencia, lo que minaría severamente la lucha contra ISIS. Hace poco se supo que el volumen de las tropas de Estados Unidos en Siria es mayor al que se creía y supera los 2000 efectivos.
Mike Waltz, un congresista republicano que suena como posible Asesor de Seguridad Nacional de Trump, dijo recientemente en la cadena Fox News queel presidente electo tiene "muy claro" el riesgo que representa ISIS en Siria.
Por si acaso, en las últimas semanas, el presidente Joe Biden reforzó la presencia militar estadounidense en la zona, y algunas informaciones apuntan a que en los últimos días el Pentágono construyó una nueva base militar en la ciudad kurda de Kobani, de gran valor geoestratégico por estar cerca de la frontera turca.
A pesar de todas estas angustias, los expertos se felicitan porque las celebraciones de Navidad y Año Nuevo, unas fiestas que suelen situarse en el punto de mira de los jihadistas, pasaron sin ningún atentado en Siria. Miles de personas salieron a las calles para festejar estas fechas, sobre todo el Año Nuevo sin que se registrara ningún incidente. Desde la caída del régimen, todos los ataques de ISIS continuaron concentrándose en las zonas kurdas.
Aunque las nuevas autoridades de Damasco, lideradas por la milicia Hayat Tahrir al Sham (HTS), comparten una ideología islamista, ISIS es más radical. De hecho, ambos grupos se han llegado a enfrentar en el campo de batalla en el norte de Siria. HTS fue hasta 2017 la filial siria de Al-Qaeda, pero desde entonces abandonó su ideología jihadista global para limitar sus objetivos en el territorio sirio.