Si se mantiene, el frágil cese de hostilidades alcanzado esta semana puede marcar un antes y un después en el conflicto. Pero no hay garantías de que lleve a un entendimiento con los autores de la masacre del 7 de octubre
Después de 13 meses y 26 días de la guerra más cruenta y desafiante que enfrentó el Estado de Israel desde su creación, esta semana se alcanzó el primer cese del fuego con alguna perspectiva de perdurar. Hace exactamente un año, se había acordado con Hamás una tregua de una semana que permitió la liberación de más de 100 rehenes secuestrados por este grupo terrorista el 7 de octubre de 2023. Pero no fue más que una pausa táctica. Lo que vino después fue una reanudación aún más intensa de los combates.
Muy diferente es el acuerdo alcanzado ahora con Hezbollah, que comenzó a regir desde las 4 de la madrugada del miércoles. Hoy está en duda cuánto tiempo se va a sostener, porque en las primeras 48 horas hubo varios incidentes. Casi todos por la gran cantidad de desplazados libaneses que regresaron a zonas controladas por el Ejército israelí. Entre ellos había muchos civiles ondeando banderas de Hezbollah y, muy probablemente, un número indeterminado de terroristas. Hubo algunos disparos y por lo menos un ataque aéreo contra objetivos sospechosos.
Para el establishment de defensa israelí, las probabilidades de que el cese prevalezca están 50-50. Y aunque resista los dos meses que faltan, nadie se hace demasiadas ilusiones a largo plazo, dado que uno de los objetivos declarados de Hezbollah es la desaparición de Israel.
Tampoco ayuda el antecedente de 2006, cuando la última guerra terminó con un acuerdo que no se cumplió en absoluto. La Fuerza Provisional de las Naciones Unidas para el Líbano (UNIFIL), compuesta por cascos azules enviados por distintos países, debía garantizar que Hezbollah no ocupara posiciones más allá del río Litani, en un área de unos mil kilómetros cuadrados en torno a la frontera con Israel. Sin embargo, el grupo instaló cientos de miles de lanzacohetes en casas de familia, construyó túneles y búnkeres debajo de ciudades y se preparó para una posible invasión al estilo Hamas. Todo, ante la mirada pasiva de la UNIFIL.
A pesar de todo esto, hay razones para pensar que este cese del fuego podría funcionar por un tiempo. Hay dos factores. El primero es que Hezbollah está realmente contra las cuerdas. La cúpula entera de la organización fue eliminada, incluyendo a Hassan Nasrallah, su histórico líder, y a su primo y sucesor, quien duró menos de dos semanas a cargo. Además, se estima que el grupo perdió cerca de 4.000 combatientes en los últimos meses, y su infraestructura militar quedó reducida a un 30% de la que era. Por lo tanto, tiene un incentivo claro: preservar lo que le queda, que podría ser suficiente para seguir controlando gran parte del Líbano.
Para Israel las motivaciones son más obvias. La decisión de ingresar al Líbano hace dos meses respondió exclusivamente a frenar los ataques con proyectiles que mataron a más de 100 personas y obligaron a evacuar a unas 60.000 que vivían en pueblos fronterizos. Si esa amenaza se reduce de manera significativa, Israel podría considerar cumplidos sus objetivos.
Pero el Líbano es sólo uno de los muchos frentes que tiene esta guerra. ¿Qué pasa con Hamás en Gaza? ¿Por qué no existen las mismas perspectivas de un cese del fuego? La respuesta está en las diferencias que hay entre este grupo y Hezbollah. Cada uno desempeña papeles distintos en el ajedrez geopolítico de Oriente Medio.
Hezbollah no es un grupo terrorista convencional. Al comienzo de esta guerra tenía un ejército y un poder económico y cultural más importante que el del propio gobierno libanés. Tiene representación política en el Parlamento y brinda servicios sociales de todo tipo. Es un estado dentro del estado.
Los golpes que le dio Israel en estos casi 14 meses redujeron seriamente todas esas capacidades. Seguir con la guerra planteaba un riesgo estratégico: Hezbollah corría peligro de perder el control del Líbano. Es una sociedad compleja, históricamente dividida en tercios: musulmanes chiitas "??a este segmento pertenecen los miembros de la organización"??, musulmanes suníes y cristianos. Si el Ejército libanés es fortalecido por Estados Unidos, Francia y los otros países que están detrás de este acuerdo, y surgen otros grupos para competirle, el futuro podría ser cada vez más oscuro para Hezbollah.
Hay otra cosa que distingue a este grupo y es que no actúa por sí mismo. Hezbollah es antes que nada un brazo de Irán. Es el principal instrumento que tiene la República Islámica para realizar actos terroristas y de desestabilización que son fundamentales para Teherán, pero que el país no puede hacer directamente. Recordemos que es el tándem que estuvo detrás de los atentados contra la Embajada de Israel y la AMIA.
Los principales dirigentes de la organización se formaron en Qom, ciudad en el norte de Irán que el islám chiita considera sagrada. Los ayatolás iraníes son sus ideólogos, referentes y, sobre todo, financistas. De ahí provienen las armas, los equipos y el entrenamiento militar.
Para Irán es esencial preservar a Hezbollah como herramienta de influencia regional. Perderlo representaría un golpe muy significativo en su capacidad de operar en el exterior. Esto explica por qué le dio el visto bueno a un entendimiento. Para volver a utilizarlo en el futuro, principalmente en su guerra contra Israel, necesita que sobreviva ahora.
Hamas pertenece a otra raza. Es una organización mucho más maximalista, con recursos territoriales y económicos muy inferiores. Su control paraestatal se limitaba a la Franja de Gaza y su objetivo último es transformar a todo el territorio israelí en una Palestina unida y gobernada bajo la sharía. En otras palabras, tiene mucho menos para perder que Hezbollah. Eso la vuelve menos pragmática y más peligrosa.
Sólo así se puede comprender que quiera extender la guerra con Gaza devastada, con decenas de miles de muertos "incluyendo a terroristas y a civiles" y con una población palestina que pide desesperada un cese del fuego. Los voceros que quedan vivos en Qatar, que durante mucho tiempo fue uno de sus principales apoyos, insisten en que sólo estarán dispuestos a negociar la liberación de algunos de los rehenes que continúan vivos en Gaza si las tropas israelíes se retiran por completo.
Es una propuesta que Israel sabe que no puede aceptar. Sería dar luz verde a un repliegue que permitiría reagruparse a las células que quedan de Hamas, sin ninguna garantía respecto de los secuestrados y con el agravante de que supondría liberar un gran número de terroristas presos. Yahya Sinwar, el arquitecto de la masacre del 7 de octubre, había salido de la cárcel junto a otros 1.000 combatientes en octubre de 2011, como parte de un intercambio para liberar al soldado Gilad Shalit.
Hamas tampoco tiene el incentivo de Irán para pactar. Por más que sea hoy su principal apoyo, siempre actuó con autonomía. De la misma forma, así como Teherán no puede permitirse la desaparición de Hezbollah, perfectamente podría aceptar que Hamas se inmole con tal de seguir golpeando a Israel.
No obstante, si el acuerdo con Hezbollah logra mantenerse, marcaría un precedente que no va a pasar desapercibido para Hamas. Sinwar esperaba que la respuesta de Israel al ataque del 7 de octubre provocara su aislamiento internacional, empujado también por un levantamiento generalizado del mundo musulmán en su apoyo. Esto no ocurrió. Aún con las dudas y condicionamientos de la administración Biden, Estados Unidos no dejó nunca de apoyar al ejército israelí. Europa protestó, pero no fue más allá. La última muestra es la decisión del gobierno de Macron de no acatar el inusitado fallo de la Corte Penal Internacional que pidió la prisión del primer ministro Benjamin Netanyahu.
Por otro lado, ninguno de los países árabes que tienen relaciones diplomáticas con Israel las rompieron, y ninguno de los que no las tiene se sumó a los ataques impulsados por el eje que lidera Irán. Es cierto que el antisemitismo se disparó en todo Occidente, pero eso habla más de la crisis existencial que atraviesa nuestra civilización que de la debilidad de Israel, que en muchos sentidos tiene en Oriente Medio una posición más consolidada que antes del ataque. Sobre todo porque sus enemigos están decididamente más débiles que antes.
Si algo quedó claro después de estos 13 meses y 26 días es que Israel tiene la decisión y la capacidad para seguir defendiéndose hasta las últimas consecuencias. La constatación de esa realidad podría convencer a lo que queda del liderazgo de Hamas, centrado hoy Mohammed Sinwar, hermano del último jefe, de la inutilidad de arriesgarse a una desaparición total. Una cosa es correr ese riesgo con la promesa de que eso podría arrastrar a Israel a la perdición. Sin esa posibilidad, negociar pasa a tener más sentido.
Sami Abu Zuhri, uno de los voceros del grupo, dijo que valoraban el acuerdo sellado en Líbano y anticipó que "esperan otro para poner fin al genocidio de Gaza". Más allá de la palabra utilizada, podría ser una señal de que efectivamente ahora sí hay una vía hacia un acuerdo. De hecho, se esperan nuevos diálogos en el Cairo en estas horas. En cualquier caso, el camino será mucho más pedregoso que con Hezbollah.