En Argentina, existen dos formas principales de medir la pobreza: una monetaria y otra multidimensional. ¿Cómo han cambiado las metodologías en las últimas décadas?
En Argentina, la pobreza se mide principalmente de dos maneras: la medición monetaria, que evalúa los ingresos de los hogares frente a una canasta básica, y la medición multidimensional, que se realiza cada diez años a través de los censos poblacionales.
El INDEC es el organismo oficial encargado de medir la pobreza e indigencia, y ha tenido que adaptar sus métodos de medición varias veces a lo largo de los años.
A lo largo de las últimas cuatro décadas, se han registrado cambios metodológicos importantes en las encuestas de hogares que dificultan la comparación de los datos oficiales a lo largo del tiempo.
Durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, se suspendió la publicación de los datos oficiales de pobreza entre 2013 y 2015, y hubo manipulación de las estadísticas, lo que afectó la confiabilidad de los datos.
Argentina cuenta con dos métodos principales para medir la pobreza. El primero es la medición monetaria, que se realiza cada seis meses y se basa en la comparación entre los ingresos de los hogares y el costo de una canasta básica de bienes y servicios. Este indicador se calcula con la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC, y se divide en dos partes: la línea de indigencia, que mide si los hogares pueden costear una canasta básica de alimentos, y la línea de pobreza, que además de alimentos, considera otros gastos esenciales como la vivienda, la educación, la salud y el transporte, formando lo que se conoce como la Canasta Básica Total (CBT).
El segundo método de medición es la pobreza multidimensional, que se calcula durante los censos poblacionales, los cuales se realizan cada diez años. Este enfoque complementa la medición monetaria al incluir factores como el acceso a servicios básicos, la educación, la vivienda y la salud, proporcionando una visión más amplia de las condiciones de vida de los hogares en Argentina.
La canasta básica alimentaria (CBA) se determina considerando los requerimientos energéticos de la población, basados en el consumo promedio de un adulto varón de entre 30 y 60 años con actividad física moderada. A partir de este cálculo, se selecciona una lista de productos básicos, cuyos precios se actualizan mensualmente según el Índice de Precios al Consumidor (IPC).
Por su parte, la Canasta Básica Total (CBT) incorpora los gastos no alimentarios. Este cálculo se basa en datos históricos de la Encuesta de Gastos de los Hogares (ENGHo), con los resultados de 2005 como referencia. A partir de esa base, se calcula el porcentaje del gasto destinado a necesidades no alimentarias, como educación, transporte, salud, entre otros.
A lo largo de las últimas cuatro décadas, las metodologías empleadas para medir la pobreza en Argentina han cambiado considerablemente. En sus primeras etapas, la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) se realizaba de forma puntual dos veces al año, en mayo y octubre. Sin embargo, a partir de 2003, el INDEC adoptó un modelo de encuesta continua, con cuestionarios actualizados y una frecuencia trimestral, además de ampliar la cobertura geográfica a 31 aglomerados urbanos.
Durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, la medición de la pobreza sufrió alteraciones adicionales, como la manipulación de los precios del IPC entre 2007 y 2015. Según Leopoldo Tornarolli, economista e investigador del Cedlas, esta manipulación provocó un subregistro de las tasas de pobreza, ya que las canastas alimentarias fueron calculadas con precios artificialmente más bajos. Además, el INDEC dejó de publicar los datos de pobreza entre 2013 y 2015, lo que contribuyó a la falta de transparencia en ese período.
Tras la asunción de Mauricio Macri en 2015, se retomó la publicación de las estadísticas oficiales sobre pobreza, pero con modificaciones metodológicas importantes. En 2016, el INDEC introdujo varios cambios: aumentó el requerimiento energético para calcular la canasta básica (es decir, se incrementó el número de calorías necesarias), modificó la composición de la canasta básica alimentaria y ajustó la tabla de equivalencias para reflejar mejor el consumo de hogares con distintos integrantes (niños, personas mayores, etc.). Además, se incluyeron canastas regionales para reflejar las diferencias de consumo en cada provincia y se cambiaron los criterios de actualización de los precios.
A pesar de estos esfuerzos por mejorar la metodología, los cambios introducidos en 2016 hicieron que no fuera posible realizar una comparación directa con los datos previos. En opinión de Sol Minoldo, socióloga e investigadora del Conicet, los cambios metodológicos en la EPH durante las distintas etapas de medición dificultan las comparaciones a largo plazo, ya que los períodos con distintas metodologías no pueden ser analizados de manera lineal.
En el contexto de las modificaciones metodológicas del INDEC y la falta de comparabilidad de los datos, varios estudios alternativos han intentado corregir las diferencias y ofrecer una visión más precisa sobre la pobreza en Argentina. Estos estudios, desarrollados por investigadores como Leopoldo Tornarolli y otros del Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (Cedlas), emplean metodologías más constantes y tratan de ajustar los datos oficiales a la nueva realidad.
Además, el análisis de la pobreza multidimensional, basado en el acceso a servicios básicos como educación, salud y vivienda, también brinda una perspectiva más amplia sobre las condiciones de vida en el país. Si bien este tipo de medición no reemplaza a la pobreza monetaria, ofrece una visión complementaria que permite entender mejor las desigualdades sociales.