Economía & Negocios Entrevistas del verano

Cambios en el etiquetado frontal: más claridad y menos octógonos en los alimentos

La nueva normativa excluye los nutrientes intrínsecos del cálculo de octógonos negros. Sergio Britos, nutricionista y profesor en economía alimentaria, analiza sus efectos en consumidores y empresas


Miercoles, 22 de Enero de 2025

El Gobierno argentino introdujo modificaciones en el etiquetado frontal de alimentos, un sistema que busca informar a los consumidores sobre el contenido de nutrientes críticos como azúcares, grasas y sodio. Según explicó el nutricionista y profesor de economía alimentaria Sergio Britos en diálogo con Agustina Girón, en La mañana de El Observador (107.9), estos cambios podrían reducir la cantidad de octógonos negros visibles en los productos, ajustándose más fielmente al objetivo inicial de la normativa.

La clave del cambio está en cómo se calcula el contenido que dispara los octógonos negros. Hasta ahora, el etiquetado frontal consideraba tanto los nutrientes añadidos como los que forman parte intrínseca del alimento. Con esta nueva reglamentación, solo se tendrá en cuenta el contenido añadido de azúcares, grasas y sodio, dejando de lado los nutrientes que ya están presentes de manera natural en los alimentos.

Britos detalló que esta modificación busca ajustar la implementación a la intención original de la ley, que era visibilizar los ingredientes agregados durante la fabricación. "El sentido de la ley no era exponer los contenidos intrínsecos de los alimentos, como la lactosa, que es un azúcar natural presente en los lácteos, o el sodio que puede formar parte natural de un alimento. Se trata de destacar lo que las empresas añaden", explicó.

Por ejemplo, un yogur natural, que por definición no tiene azúcares ni grasas añadidas, no debería presentar octógonos negros. Sin embargo, en el marco de la normativa previa, si ese mismo yogur incluía 1,5 gramos de azúcar añadido, podía terminar etiquetado con hasta cuatro sellos: exceso de azúcares, grasas, sodio y grasas saturadas, incluso cuando su composición base no cambiaba. "Esto generaba confusión, ya que el consumidor veía más octógonos en un yogur con mínimo agregado que en otro sin azúcar añadida pero con el mismo contenido intrínseco de nutrientes", comentó Britos.

¿Qué cambios se esperan en el etiquetado?

Con esta modificación, muchos productos que antes estaban clasificados con octógonos negros podrían dejar de tenerlos. Britos aclaró que el cambio no será inmediato, ya que las etiquetas actuales fueron diseñadas bajo los criterios anteriores. "A medida que los stocks de alimentos se renueven, las empresas podrán actualizar sus etiquetas según los nuevos criterios", explicó.

Esto no solo reducirá la cantidad de octógonos visibles, sino que también podría mejorar la calidad de la información para los consumidores, al evitar confusiones como las mencionadas. Britos calificó este ajuste como un "paso positivo" hacia una comunicación más clara.

¿Funciona realmente el etiquetado frontal?

A pesar de su intención educativa, el impacto del etiquetado frontal en los hábitos de consumo todavía está en evaluación. Según Britos, no hay datos concluyentes que permitan afirmar si esta herramienta ha cambiado significativamente los patrones de compra o consumo de la población. "Estamos terminando de procesar una encuesta, pero lo que sabemos hasta ahora es que hay una proporción no menor de personas que encuentra utilidad en los octógonos negros, mientras que otra parte de la población es indiferente a ellos", señaló.

Entre quienes consideran útil la información, algunos utilizan los octógonos como guía para elegir productos más saludables, mientras que otros, aunque valoran la herramienta, terminan comprando los mismos alimentos que antes. Esta falta de impacto puede deberse, en parte, a que más del 80% de los productos envasados presentan octógonos, lo que genera una sensación de saturación. "Cuando todo es negro, nada es negro", resumió Britos, señalando que la falta de alternativas claras en las góndolas desincentiva el cambio de hábitos.

Una herramienta que debe adaptarse a la realidad

Britos también planteó la importancia de considerar el contexto nutricional y social del país. Argentina tiene el segundo índice más alto de trastornos de la alimentación en el mundo, lo que genera un desafío adicional. "El etiquetado frontal debe evitar transmitir la idea de que todos los alimentos son "prohibidos", ya que esto puede ser contraproducente para personas con tendencia a desarrollar trastornos alimenticios", advirtió.

En este sentido, mejorar la calidad informativa del etiquetado podría ayudar a evitar estos problemas y, al mismo tiempo, fomentar elecciones más saludables. Sin embargo, Britos fue cauteloso al hablar de resultados concretos. "Es un paso adelante, pero queda mucho por hacer para medir su efectividad real en términos de salud pública y nutrición", concluyó.