La muerte de Senna no fue en vano, sino que conllevó una profunda restructuración de la élite del automovilismo, cuanto a medidas de seguridad en los circuitos.
El domingo 1° de mayo de 1994 tuvo lugar una de las tragedias más recordadas en la historia del deporte y, más precisamente, de la Fórmula 1. Como consecuencia de un fuerte impacto contra un muro de concreto a más de 200 kilómetros por hora, el piloto brasileño Ayrton Senna perdió la vida a sus 34 años.
En su monoplaza FW16 de la escudería Williams, llevaba la bandera de Austria. Es que, en caso de ganar la carrera, pensaba homenajear a Roland Ratzenberger, quien había muerto el día anterior, en la prueba de clasificación, tras sufrir una rotura en el alerón delantero y chocar en la curva Villeneuve.
Justamente, la tragedia del austriaco hizo que Senna se alterara y manifestara su preocupación por la seguridad de los corredores, al punto tal de plantearse seriamente la posibilidad de no competir al día siguiente. No obstante, finalmente decidió hacerlo.
El fatal accidente ocurrió en la séptima vuelta. Ingresó a 309 km/h a la curva Tamburello y, cuando se percató de que sería imposible mantener el control del vehículo, redujo la velocidad todo lo que pudo para reducir el impacto, que fue a 209 km/h.
El personal médico acudió rápidamente al lugar y logró sacar a Ayrton Senna del monoplaza. Recién movió su cabeza a los 57 segundos, aunque no volvió a hacerlo, según se logra observar en las imágenes captadas por un helicóptero que sobrevolaba la zona.
Según las pericias judiciales, el neumático desprendido golpeó el casco del brasileño y provocó que su cabeza impactara contra el apoyacabeza del monoposto, lo que habría provocado las fracturas de cráneo. Además, un elemento de la suspensión que estaba junto al volante penetró el casco.
Los cambios en el circuito de Imola fueron apenas el comienzo de un proceso de drásticas modificaciones en los parámetros de seguridad de la Fórmula 1, al punto tal de que apenas tuvo que lamentarse una sola muerte desde entonces: la del francés Jules Bianchi, quien sufrió un accidente el 5 de octubre de 2014 en el Gran Premio de Japón y que murió nueve meses más tarde, a sus 25 años.
Pruebas de choque más estrictas, reglamentación de los cascos, implementación de protecciones laterales de cabeza en el cock-pit, modificaciones en el diseño de los monoplazas, incremento del personal médico presente y mejores en las barreras de contención fueron algunas de las medidas que tomó la Federación internacional del Automóvil (FIA) tras el fin de semana trágico en Imola.
También se reconfiguró el trazado de varios de los circuitos del calendario de la Fórmula 1, a los que se les quitó, por ejemplo, tramos de máxima velocidad, sacrificando atractivo para disminuir el riesgo, como sucedió en Hockenheim en Alemania, Interlagos en Brasil, Monza en Italia y Spa-Francorchamps en Bélgica, entre otros.
Así, la muerte de Senna no fue en vano, sino que conllevó una profunda restructuración de la élite del automovilismo. “Si no hubiera sido Ayrton, sin duda hubiéramos seguido de la misma manera y hubiera habido alguna muerte en un tiempo más”, se sinceró Max Mosely, entonces presidente de la FIA.
Pruebas de choque más estrictas, reglamentación de los cascos, implementación de protecciones laterales de cabeza en el cock-pit, modificaciones en el diseño de los monoplazas, incremento del personal médico presente y mejores en las barreras de contención fueron algunas de las medidas que tomó la Federación internacional del Automóvil (FIA) tras el fin de semana trágico en Imola.