Este fin de semana se disputa la 38° edición del Seven del Fin del Mundo, uno de los eventos más emblemáticos del rugby argentino.
Ushuaia vuelve a convertirse en el epicentro del rugby con una nueva edición del Seven del Fin del Mundo, el torneo más austral del planeta, que se juega en un escenario único: una cancha rodeada de montañas, bosques y, en esta época del año, aún con presencia de nieve en el paisaje. La competencia reúne a más de 25 equipos, entre juveniles y mayores, y cuenta con delegaciones provenientes de Comodoro Rivadavia, Chile, Catamarca y la Ciudad de Buenos Aires.
La edición 2025 tiene además varios atractivos deportivos. Entre ellos, la participación de María Taladrid, integrante de Las Yaguaretés, y la presencia de jugadores de renombre que reforzarán a los equipos locales. En la rama femenina, todas las miradas estarán puestas en Barbarians, que buscará recuperar el título frente a Ushuaia Rugby Club, último campeón con Malena Díaz como figura destacada.

Organizado por Cali Ríos, el torneo se disputa en la cancha del Ushuaia Rugby Club, institución fundada en 1981 y pionera del rugby en Tierra del Fuego. Ubicado en una zona cercana al río Pipo y en el camino hacia el Parque Nacional Tierra del Fuego, el campo de juego se destaca por su entorno natural y por las condiciones climáticas que lo rodean, con vientos intensos y bajas temperaturas que forman parte del desafío habitual para jugadores y organizadores.
La primera cancha fue construida en 1987, el mismo año en que se disputó la edición inaugural del Seven del Fin del Mundo. Desde entonces, el torneo creció de manera sostenida hasta convertirse en un clásico del calendario nacional, declarado de interés municipal y provincial. A lo largo de su historia, contó con la participación de figuras que vistieron la camiseta de Los Pumas y de referentes del rugby argentino, lo que le dio un prestigio especial dentro y fuera del país.__IP__
Hoy, la cancha del Ushuaia Rugby Club tiene capacidad para unas 3.000 personas y cuenta con vestuarios, gimnasio, cafetería, quinchos, cabina de transmisión y un salón de usos múltiples. Más allá de la infraestructura, el evento se distingue por el clima de camaradería y por mantener vivos los valores tradicionales del rugby en un contexto geográfico extremo.
El Seven del Fin del Mundo no es solo una competencia deportiva: es también una postal del deporte argentino en uno de los rincones más australes del país, donde el rugby se juega entre montañas, viento y paisajes que lo convierten en un torneo único en el mundo.
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