Tras dos décadas de espera, el estadio Feliciano Gambarte reabrió sus puertas con una fiesta popular que reunió a ídolos, vecinos y artistas. Más que una cancha, el Tomba recuperó un símbolo de pertenencia y una pieza viva de su historia.
El sábado 5 de julio quedará grabado en la memoria tombina como el día en que el corazón del barrio volvió a latir. Después de 20 años, el estadio Feliciano Gambarte fue reinaugurado con una celebración que desbordó emoción, música y memoria colectiva. Más de 21 mil personas se dieron cita en el oeste mendocino para acompañar el regreso del Club Godoy Cruz Antonio Tomba a su casa.
La jornada comenzó con una caravana por las calles del departamento, seguida de shows musicales que fusionaron rock, reggae y electrónica, reflejo de la diversidad cultural que rodea al club. El acto protocolar incluyó homenajes a ex jugadores, entrenadores y artistas que marcaron la historia tombina, desde los Héroes del Barro hasta los muralistas de Los Pintores Bodegueros.
Pero el Gambarte no volvió solo como escenario deportivo. Volvió como museo barrial, como lienzo de historias pintadas en murales, como altar de canciones que hablan de raíces y resistencia. En cada rincón del estadio se respira el legado de una hinchada que no solo alienta, sino que crea, transforma y sostiene una identidad que trasciende el fútbol.
El regreso al Gambarte es también una declaración: el barrio importa, la historia importa, y el deporte puede ser el hilo que une generaciones. En tiempos de estadios impersonales, Godoy Cruz eligió volver a casa. Y lo hizo con el alma.