Que predomine una u otra faceta depende del contexto y de la forma de ser de cada persona.
Cuando vivimos una situación compleja, podemos reaccionar de formas diferentes, ya que, es posible que respondamos con calma y reflexión, pensando en pros y contras, pero también puede que no hagamos caso a nuestra mente y nos dejEmos llevar por nuestras emociones y deseos. Una tercera opción es que nuestra respuesta sea visceral y automática. Esa es la lucha entre emoción, instinto y razón y da sustento a la teoría de los tres cerebros o teoría del cerebro triuno.
Esta teoría es de Paul D. MacLean, un neurocientífico norteamericano que entre 1960 y 1970 propuso que el cerebro humano está compuesto por tres estructuras que corresponden a diferentes etapas de la evolución y que cada una de ellas es responsable de diferentes funciones cognitivas y emocionales. Las mismos son:
Entender cómo son estas estructuras y cómo interactúan entre sí nos da una herramienta valiosa para autoconocernos mejor y promover nuestro bienestar emocional y mental. En el caso del cerebro reptiliano, no podemos controlar totalmente cuándo actúa. Al ser responsable de las respuestas automáticas de supervivencia, su activación suele ser instintiva.
Con respecto al cerebro límbico, hay que tener en cuenta que también muchas respuestas emocionales son automáticas e inconscientes. Sin embargo, con prácticas como la regulación emocional (meditación, terapia cognitivo-conductual), podemos aprender a gestionar mejor nuestras emociones y reacciones.
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El neocórtex, en cambio, es la parte del cerebro que podemos activar conscientemente a través del pensamiento lógico y el razonamiento. Sin embargo, en situaciones de mucho estrés, el cerebro reptiliano o límbico pueden tomar el control, dejando al neocórtex en un segundo plano.
En situaciones normales, podemos utilizar el neocórtex para decisiones conscientes y razonadas, pero en situaciones de peligro o emociones intensas, el cerebro reptiliano o el límbico pueden actuar de manera automática. A través de prácticas como la meditación, la autorreflexión o la terapia, podemos mejorar nuestra capacidad para gestionar las respuestas emocionales (cerebro límbico) y evitar reacciones automáticas (cerebro reptiliano) que no sean adecuadas en ciertos contextos.