Analistas Sergio Berensztein

¿Reaccionará Alberto Fernández antes de que sea demasiado tarde?

Cada día que pasa, el margen de maniobra del Presidente disminuye; son horas cruciales, y más que una lapicera, el mandatario pareciera tener entre sus dedos una inasible arena que se le está escurriendo

Sabado, 2 de Julio de 2022

Columna de opinión publicada originalmente en La Nación

¿Realmente cree el Presidente que el programa económico de su gobierno es el adecuado para los desafíos que tiene la Argentina, a pesar de sus magros resultados? ¿O lo sostiene públicamente solo para ganar tiempo mientras evalúa otras opciones? Quienes estudian la resistencia de los políticos a cambiar de rumbo indican que a menudo impera el principio de “más vale malo conocido que bueno por conocer”. ¿Tendrá a mano alguna alternativa mejor? ¿Habrá preparado con tiempo un “plan B” para salir del atolladero con una pirueta que le permita modificar el sombrío panorama que enfrenta? Si la respuesta es negativa, entonces resta esperar más de lo mismo.

La renuencia a modificar el curso de acción también se explica en la particular forma que tienen algunos líderes de calcular costos y beneficios eventuales: no se trata de valores objetivos, sino subjetivos. En el actual contexto, con su imagen hecha añicos y su autoridad cuestionada, en especial dentro del FDT, “entregar” a la dupla Guzmán-Pesce puede para Alberto Fernández implicar un sacrificio político y simbólico imposible de tolerar. “La fase moderada está agotada”, afirmó ayer el Cuervo Larroque. Si el Presidente cede ante estas presiones, perdería la ínfima cuota de poder que aún cree que preserva.

Cuando insiste en su deseo de competir el año próximo para renovar el cargo, Alberto Fernández logra, como suele ocurrir en casi todas las áreas de gobierno, el efecto contrario al que pretende: en un escenario turbulento y enfrentando perspectivas aciagas, lejos de sostener o al menos de recuperar su centralidad, expone un aislamiento cada vez más alarmante. Muchos de sus ministros se reconcilian abiertamente con Cristina, los gobernadores están más preocupados por su supervivencia individual que por continuar alineados con el gobierno nacional y hasta la propia CGT, que se había mantenido mayoritaria y estoicamente cercana al Presidente, está girando con el característico pragmatismo que sigue descollando en el ADN peronista: “acompañar hasta las puertas del cementerio”. A propósito, estos días quedó expuesto el “costo de la lealtad”: para invitar al presidente de la Nación y del Partido Justicialista como orador del acto que hoy tendrá lugar en la sede de la central obrera, en ocasión del cumpleaños del general Perón, el ministro de Trabajo, el aún albertista Claudio Moroni, debió comprometer ingentes fondos para las obras sociales sindicales.

Lo que más complica al primer mandatario y lo que, si continúa su ferviente inclinación por la procrastinación, puede precipitar un terremoto político en el peronismo y en el país, es el horizonte electoral. Considerando el resultado de noviembre pasado y sobre todo las actuales tendencias de opinión pública, el oficialismo perdería no solo la Casa Rosada y los cuatro distritos provinciales en los que ya gobierna JxC (CABA, Corrientes, Mendoza y Jujuy), sino también la Cámara de Diputados –en el Senado quedaría todo muy equilibrado– y bastiones claves como Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, Chubut, Chaco y fundamentalmente la provincia de Buenos Aires. A esto se refiere Diego Santilli cuando afirma que quiere ser “uno de los diez gobernadores” de esa fuerza política, aunque para ello deberá superar una interna donde hasta ahora se aprestan a competir Cristian Ritondo, Javier Iguacel y algún referente del radicalismo (en principio, Maxi Abad o Gustavo Posse). Asimismo, numerosas legislaturas provinciales y ciudades gobernadas por el peronismo pasarían a manos de la actual oposición. Esto conmueve las entrañas del oficialismo: la derrota que se avecina podría no registrar precedentes.

Así, se irritan las fibras más sensibles del hasta ahora inexpugnable Gran Buenos Aires, donde lo poquito que había logrado reclutar el Presidente, entregando importantes cajas y poltronas ministeriales, ya está alineado con el kirchnerismo más ortodoxo, como ocurre con Juan Zabaleta o Gabriel Katopodis. El temor se expandió principalmente en la tercera sección electoral, donde preocupa el efecto tóxico que emana de Quilmes: el escándalo de las cooperativas asociadas a la intendenta camporista Mayra Mendoza y sus colaboradores escala al mismo ritmo que la depreciación de los títulos públicos. En la Justicia sospechan que en otros distritos pudieron haberse utilizado mecanismos similares. Una caída electoral de las dimensiones que sospechan en el Instituto Patria implicaría resignar cualquier influencia política para amenguar la celeridad y la profundidad de esas pesquisas.

Para atizar aún más esas alarmas, en JxC especulan con impulsar populares figuras mediáticas como candidatos en localidades icónicas para el peronismo, como La Matanza, donde en 1999 la recordada Lidia Satragno estuvo a punto de dar una sorpresa. Por eso, un diputado nacional definió este desafío como “en busca de la nueva Pinky”. En esos ámbitos se especula con que el derrumbe del fenómeno Milei no se debería solamente a los absurdos dichos del diputado libertario (“no somos políticos y a veces no tenemos dimensión de las repercusiones de algunas declaraciones”, reconoció el legislador Ramiro Marra). Lo que en un momento fue un sentimiento predominante de creciente irritación y rechazo con la clase política (con “la casta” como síntesis y símbolo de todo lo que estaba mal), habría mutado, al menos en un segmento de la opinión pública, en miedo por la escalada de la crisis, angustia por lo sombrío de la situación y tristeza por la falta de perspectivas. Un candidato que contempla la libre venta de armas, órganos y hasta niños no parece estar en condiciones de representar tamaña pesadumbre.

Si eso es así, JxC tendría aun más despejado el camino a un triunfo en primera vuelta. Nadie más consciente de ello que CFK, dispuesta a analizar todas las opciones políticas y electorales. ¿Incluyendo asumir la presidencia si la crisis se profundiza y esta mezcla de inacción y tozudez sigue caracterizando los comportamientos de Alberto Fernández? Si bien nadie lo descarta dentro del FDT, en su entorno aclaran que “no es su deseo”. Para este analista, quedó flotando en el ambiente un tácito “por ahora”. Esto precipita todo tipo de especulaciones electorales. Como el adelanto de buena parte de los comicios provinciales, tratando de alejarse del desastre esperado a nivel nacional. Alentados por interrogantes que llegan del mundo financiero, algunos se preguntan si podría haber también una aceleración del calendario para la elección presidencial. “Un escenario a lo Kosteki y Santillán sin Kosteki y Santillán”, lo definió un dirigente sindical recordando la decisión de Eduardo Duhalde de anticipar los comicios de 2003.

Un raro consenso parece emerger en esta sociedad tan dividida y encandilada por las trifulcas más irrelevantes: cada día que pasa, el margen de maniobra del Presidente disminuye. Son horas cruciales, y más que una lapicera, el Presidente parecería tener entre sus dedos una inasible arena que se le está escurriendo. Le falta encontrar los otros ingredientes para conformar una mezcla con la que apuntalar un gobierno que está a la deriva. No queda claro si CFK, los gobernadores peronistas y Sergio Massa tienen los incentivos y en todo caso la capacidad para brindárselos.

Discurre de este modo una penosa realidad que, a la distancia, será seguramente analizada como una coyuntura crítica en la que los principales protagonistas de la vida institucional del país se habrían entregado, sin siquiera pelear, a su magra suerte. Como esperando fatalmente su destino: evadiéndose de la realidad, declarando insensateces y aferrándose a una vaga ilusión voluntarista.