Mundo Historia de vida

De la oscuridad del metal a la luz de la corona: la historia de Ignacia Fernández, Miss Mundo Chile 2025

La multifacética modelo de 27 años es también vocalista de una banda con la que sorprendió y brilló luego de las semifinales del certamen de belleza.

Miercoles, 12 de Noviembre de 2025
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Ignacia Fernández nunca imaginó que su voz gutural, esa que un día aprendió a domar entre gritos, distorsiones y salas de ensayo, la llevaría al escenario más brillante de su vida. Tenía 27 años cuando el destino le tendió un desafío impensado: representar a Chile como Miss Mundo 2025.

Pero antes de la corona, antes del vestido largo y de las luces de gala, hubo otra versión de Ignacia: la que cantaba frente a multitudes vestida de negro, al frente de Decessus, una banda de death metal progresivo con la que recorrió escenarios en Alemania, Finlandia y todo el continente.


"El metal ha sido parte fundamental de quién soy como persona y de mi vida: un refugio, una fuente de fuerza y propósito", escribió en sus redes semanas antes de la final. Y no exageraba. Durante años, Ignacia forjó su identidad entre guitarras distorsionadas y voces de ultratumba. Nadie podría haber adivinado que esa misma mujer, con el rostro angelical y la voz grave entrenada con disciplina quirúrgica, sería coronada como la más bella de Chile.


La historia empezó a tomar forma en las semifinales del certamen. En medio de un desfile de talentos más bien tradicional, Ignacia pidió permiso para hacer "algo distinto". Subió al escenario acompañada por el guitarrista de Decessus y, micrófono en mano, interpretó un fragmento de sus temas "Dying Hope Blossoms" y "My War of Pain".

El silencio del público fue inmediato. Luego, un rugido: el jurado la ovacionó de pie. La escena se volvió viral. Chile entero -y buena parte del mundo- descubría a una Miss que podía gritar como una tormenta y sonreír como el sol.

Días después, en el Teatro Oriente de Santiago, se consagró. Superó a 19 finalistas y recibió la corona de Miss Mundo Chile 2025, junto con un anillo valuado en más de 12 millones de pesos chilenos.

"No puedo estar más feliz y agradecida. Asumo este hermoso desafío con toda la energía y el corazón puestos en representar a mi país de la mejor manera. Prometo darlo todo, con pasión, trabajo y propósito", dijo entre lágrimas.

Lejos del estereotipo de "reina de belleza", Ignacia se define como artista, activista y mujer libre. Es vegana, defensora de los derechos de los animales y una convencida de que "la autenticidad también puede ser elegante". Su elección no solo rompió moldes dentro del certamen, sino que abrió una conversación sobre los prejuicios, la diversidad y la fuerza de ser uno mismo.

"Fue una gran experiencia derribar barreras en televisión abierta, inspirar, ser real y demostrar que no hay que temer a los prejuicios de los demás", escribió tras su actuación metalera.

La voz de Ignacia -esa que fue forjada entre ejercicios de respiración, controles médicos y años de entrenamiento vocal- se convirtió en símbolo de algo más profundo. De la idea de que no hay una sola forma de ser bella, ni una sola forma de brillar.

Hoy, mientras se prepara para representar a Chile en el certamen internacional de Miss Mundo, sigue ensayando con Decessus. Alterna los tacos altos con las botas de escenario.

Y aunque cambien los vestidos o los focos, hay algo que no cambia: su fuego interior.

"Gracias por el reconocimiento a nivel mundial de mi canto, un pedacito de mi alma que me inspira a seguir creciendo y soñando en grande. Vamos con todo, Chile. por esa corona!", escribió la noche de su triunfo.

Ignacia Fernández unió dos mundos que parecían irreconciliables: la oscuridad del metal y el brillo del glamour. Y en ese cruce improbable, encontró su propia definición de belleza.