En medio de un escenario económico marcado por la volatilidad del dólar y la tensión electoral, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) informó que la inflación de agosto fue del 1,9%. El dato, que repite el número de julio, confirma una tendencia de desaceleración que se sostiene desde mayo, cuando el índice marcó 1,5%.

La cifra fue recibida con moderado optimismo por el mercado, que esperaba una leve aceleración tras el salto del tipo de cambio oficial y el impacto de precios regulados. Sin embargo, el número se mantuvo dentro de los márgenes previstos por las consultoras privadas, que habían proyectado un rango entre 1,8% y 2,1%.

El Central ajusta su estrategia monetaria en la previa del test financiero

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 El BCRA sigue interviniendo en las "simultáneas" de BYMA, pero empezó a bajar gradualmente la tasa a la que absorbe pesos: del 45% el lunes al 35% hoy.

Entre los rubros que más incidieron en el índice se destacaron vivienda, salud y transporte, mientras que alimentos y bebidas mostraron una suba más contenida, en torno al 1%. La inflación núcleo -que excluye precios estacionales y regulados- se ubicó en el 2%, lo que sugiere que la dinámica de fondo aún no está completamente controlada.

El acumulado anual alcanza el 19,5%, y la variación interanual se ubica en 33,6%. Aunque estos números muestran una mejora respecto de los picos de 2024, los analistas advierten que el efecto de la reciente suba del dólar -que trepó más de $50 en apenas dos días- podría impactar en los precios de septiembre y octubre.

En este contexto, el Gobierno busca sostener la calma con una política monetaria más flexible y señales de recomposición institucional. Pero el dato de inflación, aunque positivo en apariencia, no despeja las dudas sobre la sostenibilidad del programa económico en un año marcado por desafíos políticos y sociales.

La pregunta que sobrevuela es si esta estabilidad es el inicio de una nueva etapa o apenas una pausa antes de otro sacudón.

Fuente: Ámbito