Su testimonio, cargado de angustia, puso rostro humano a una jornada marcada por el desconcierto y la preocupación.
La Paz vivió una jornada que quedará marcada en la memoria colectiva. Una adolescente de 14 años ingresó armada a la escuela Marcelino Blanco y se encerró en un aula, generando un operativo policial de alto riesgo. Pero más allá del despliegue, fue la palabra del intendente Fernando Ubieta la que resonó con fuerza en medio del caos.
Con la voz quebrada y visiblemente afectado, Ubieta reveló que la joven es familiar suya: "Soy primo segundo del padre de la niña", dijo, y agregó que su hijo también asiste a esa escuela, aunque en el turno tarde. "Lo que más le pido a Dios es que vuelva sana y salva a su casa", expresó, dejando entrever la dimensión personal que el hecho tuvo para él.
El caso conmociona a Mendoza.
Su testimonio no solo aportó contexto, sino que humanizó el drama. En lugar de una declaración institucional fría, el jefe comunal se mostró como un padre, como un pariente, como alguien que también estaba atravesado por la incertidumbre. "No estamos acostumbrados a este tipo de cosas", reconoció, mientras la policía intentaba negociar con la menor.
El vínculo familiar revelado por Ubieta puso en evidencia que detrás de cada hecho policial hay historias íntimas, redes afectivas y comunidades que se estremecen. La adolescente, cuya situación emocional aún se investiga, fue finalmente contenida sin que se registraran heridos. Pero el episodio dejó preguntas abiertas sobre el acceso a armas, la salud mental en la adolescencia y el rol de las instituciones en la prevención.
En La Paz, el silencio posterior al operativo se sintió como un suspiro colectivo. Y la frase del intendente, lanzada en medio de la tensión, quedó flotando como un eco: "Que vuelva sana y salva". Porque a veces, la política también se tiñe de humanidad.