Era una tarde cualquiera en Maipú, y dentro de una vivienda familiar, el silencio empezó a volverse pesado. Seis personas, sin saberlo, inhalaban el "asesino invisible": monóxido de carbono. No hubo explosiones, ni ruidos extraños. Solo mareos, confusión y un cansancio que parecía no tener sentido.

Hasta que un joven notó lo que los demás no podían: algo no estaba bien. En lugar de minimizar los síntomas, actuó. Abrió puertas y ventanas, llamó a emergencias y ventiló la casa. Esa reacción, aparentemente sencilla, fue la diferencia entre seis vidas vivas y seis muertes que hubieran sido atribuidas a un error técnico más.

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El hecho ocurrió en una zona donde los inviernos obligan a usar calefacción constante. Las instalaciones mal reguladas y la falta de ventilación siguen siendo una combinación letal. Los vecinos, luego del incidente, empezaron a preguntarse cuántas veces estuvieron cerca del mismo peligro sin saberlo.

La historia no tuvo final trágico, pero dejó marcas. El joven, quien prefirió no exponerse públicamente, fue considerado "un héroe sin capa" por quienes estuvieron al borde. Y el caso despertó el interés de organismos locales, que ahora buscan reforzar campañas de concientización en barrios vulnerables.

Porque a veces, el aire que nos rodea guarda lo que no se ve. Y salvar una vida puede depender de alguien que se atreva a abrir una ventana.