El exdelantero de la Selección de Brasil realizó crudas confesiones respecto a su carrera y su presente: "Soy el mayor desperdicio del fútbol", dijo.
Adriano Leite Ribeiro, exfigura de la Selección de Brasil, publicó una desgarradora carta en la que se refirió a su infancia, a su adicción al alcohol, a la relación de sus padres y a los motivos por los cuales actualmente vive en la favela Vila Cruzeiro, en Río de Janeiro. "Estoy obsesionado con desperdiciar mi vida", sostuvo entre otras crudas palabras del escrito en las que se refirió a sí mismo como una "promesa incumplida" que lo llevó a ser "el mayor desperdicio del fútbol".
Adriano surgió en Flamengo y con tan solo 19 años dio el salto a Europa donde vistió la camisera del Inter de Milán y Fiorentina y Palma Calcio. Luego regreso a su Brasil natal para continuar su carrera en San Pablo, Roma, Corinthians, Atlético Paranaense y cerró su trayectoria en el Miami United de Estados Unidos. Con la camiseta de la Selección brasilera hizo 27 goles en 48 partidos y fue campeón del Mundial Sub 17 y de la Copa América 2004.
Pese a todo esto, la carrera de Adriano se vio atravesada por su adicción al alcoholismo. Hoy, con 42 años, la desgarradora carta publicada en el portal The Players' Tribune da cuenta de su realidad. "¿Sabes lo que se siente ser una promesa? Lo sé. Incluyendo una promesa incumplida. El mayor desperdicio del fútbol: yo. Me gusta esa palabra, desperdicio. No solo por cómo suena, sino porque estoy obsesionado con desperdiciar mi vida", se autodefinió el ex delantero estrella.
"Estoy bien así, en un desperdicio frenético. Disfruto de este estigma. No tomo drogas, como intentan demostrar. No me gusta el crimen, pero, por supuesto, podría haberlo hecho. No me gusta ir a discotecas. Siempre voy al mismo lugar de mi barrio, el kiosco de Naná. Si quieres conocerme, pásate por aquí", indicó.
"Tenía 14 años y en nuestra comunidad todos estábamos de fiesta. Había mucha gente, esa alegría que se apoderaba de todo. Samba, gente yendo y viniendo. En aquella época, yo no era bebedor. Pero cuando vi a todos los chicos haciendo sus cosas, riéndose, dije 'aaaahhhh'. No había manera. Tomé un vaso de plástico y lo llené de cerveza. Aquella espuma amarga y fina que bajaba por mi garganta por primera vez tenía un sabor especial. Un nuevo mundo de 'diversión' se abrió ante mí. Mi madre estaba en la fiesta y vio la escena. Se quedó callada, ¿no? Mi padre. Mierda", reveló el exfutbolista.
A continuación, reveló la reacción que tuvo Almir Leite Ribeiro, conocido como Mirinho: "'Pará ahí mismo', gritó. Mis tías y mi madre se dieron cuenta rápidamente y trataron de calmar los ánimos antes de que la situación empeorara. 'Vamos, Mirinho, está con sus amiguitos, no va a hacer ninguna locura. Sólo está ahí riéndose, divirtiéndose, déjalo tranquilo, Adriano está creciendo', dijo mi madre. Pero no hubo conversación. El viejo se volvió loco. Me arrancó la taza de la mano y la arrojó a la zanja. 'Yo no te enseñé eso, hijo', dijo", recordó sobre aquel episodio. Adriano explicó entonces que su abuelo paterno había sido un "verdadero alcohólico", motivo por el cual había fallecido.
Almir Leite Ribeiro, alias Mirinho, murió en 2004, poco tiempo después de que Adriano sea el goleador de la Copa América de ese año. Al respecto, el exfutbolista confesó: "La muerte de mi padre cambió mi vida para siempre. Hasta el día de hoy, es un problema que aún no he podido resolver".
Sobre su padre, Adriano recordó un episodio que había sucedido mucho tiempo antes y por el cual "la vida de mi familia nunca fue la misma".
"Le dispararon en la cabeza en una fiesta en Cruzeiro. Una bala perdida. La bala entró por su frente y se alojó en la parte posterior de su cabeza. Los médicos no tenían forma de sacarla. Después de eso, la vida de mi familia nunca fue la misma, mi padre comenzó a tener convulsiones frecuentes. ¿Alguna vez has visto a una persona sufriendo un ataque epiléptico frente a ti? No quieres verlo, hermano. Da miedo", contó al respecto.
Ante la imposibilidad de su padre para trabajar, fue su madre la que asumió el rol, ayudada por vecinos y amigos. Mientras tanto, su abuela era la encargada de llevarlo a entrenar a Flamengo.
El delantero confesó que pese a que haber viajado a Europa para avanzar con su carrera, el sufrimiento por estar lejos de su familia fue mayor y le ganó la pulseada: "Me sentía como una mierda", confesó Adriano.
Entonces, recordó cómo fue su primera Navidad en Italia, donde un llamado con su madre fue clave y, en medio del crudo frío, resurgieron sus problemas con alcohol.
"Llamé a casa. 'Hola, mamá. Feliz Navidad', dije. '¡Hijo mío! Te extraño. Feliz Navidad. Todos están aquí, el único que falta eres tú', respondió. Pude ver la escena que estaba frente a mí con solo escuchar el ruido por el teléfono. Me puse a llorar de inmediato", recordó.
Cuando colgó, se sumergió en el alcohol: "Estaba destrozado. Agarré una botella de vodka. No exagero, hermano. Bebí toda esa mierda solo. Lloré toda la noche. Me desmayé en el sofá porque bebí mucho y lloré. Pero eso fue todo, ¿verdad, hombre? ¿Qué podía hacer? Estaba en Milán por una razón. Era lo que había soñado toda mi vida: convertirme en un jugador de fútbol en Europa. Pero eso no me impidió estar triste", siguió.
Adriano reveló detalles de su "escape" a Brasil y de cómo su barrio sirvió de refugio en ese entonces: "Estuve tres días recorriendo todo el complejo. Nadie me encontró. No hay manera. Regla número uno de la favela: mantén la boca cerrada. ¿Crees que alguien me delataría? Aquí no hay ratas, hermano. La prensa italiana se volvió loca. La policía de Río incluso llevó a cabo una operación para 'rescatarme'. Dijeron que me habían secuestrado. Estás bromeando, ¿verdad? Imagínate que alguien me va a hacer algún daño aquí. a mí, un niño de la favela. Todos me destrozaron".
"Me gustara o no, necesitaba la libertad. Ya no soportaba más tener que estar siempre pendiente de las cámaras cada vez que salía a Italia, cualquiera que se cruzara en mi camino, ya fuera un periodista, un estafador, un timador o cualquier otro hijo de puta. En mi comunidad no tenemos eso. Cuando estoy aquí, nadie de fuera sabe lo que estoy haciendo. Ese era su problema. No entendían por qué iba a la favela. No era por la bebida, ni por las mujeres, mucho menos por las drogas. Era por la libertad. Era porque quería paz. Quería vivir. Quería volver a ser humano. Aunque fuera un poquito. Esa es la maldita verdad", explicó.
Adriano también mencionó a las negociaciones de entrenadores como Roberto Mancini, José Mourinho o el presidente Massimo Moratti: "No pude hacer lo que me pidieron. Me mantuve bien durante unas semanas, evité el alcohol, me entrené como un caballo, pero siempre había una recaída. Una y otra vez. Todo el mundo me criticaba, no podía soportarlo más. La gente decía muchas estupideces. 'Vaya, Adriano dejó de ganar siete millones de euros. ¿Lo dejó todo por esta mierda?'. Eso es lo que más he oído. Pero no saben por qué lo hice. Lo hice porque no me encontraba bien. Necesitaba mi espacio para hacer lo que quería hacer".
Sobre su actualidad, confesó que no dejó el alcohol y reveló: "Bebo cada dos días, sí. (Y los otros días también). ¿Cómo llega una persona como yo al punto de beber casi todos los días? No me gusta dar explicaciones a los demás, pero aquí va una: bebo porque no es fácil ser una promesa que sigue en deuda. Y a mi edad, esto es aún peor".
Respecto a su vida en Vila Cruzeiro, sostuvo que "es un lugar muy peligroso. La vida es dura. La gente sufre. Muchos amigos tienen que seguir otros caminos".
"Si me detengo a contar todas las personas que conozco que han fallecido de forma violenta, estaríamos aquí hablando días y días... Lo único que busco es paz. Aquí camino descalzo y sin camiseta, solo con pantalones cortos. Juego al dominó, me siento en la acera, recuerdo mis historias de infancia, escucho música, bailo con mis amigos y duermo en el suelo. Veo a mi padre en cada uno de estos callejones".
"¿Qué más quiero? Ni siquiera traigo mujeres aquí, mucho menos me meto con niñas que son de mi comunidad, porque solo quiero estar en paz y recordar mi esencia. Por eso sigo volviendo aquí. Aquí me respetan verdaderamente. Aquí está mi historia. Vila Cruzeiro no es el mejor lugar del mundo. Vila Cruzeiro es mi lugar", cerró.