Las características de este trastorno comienzan a hacerse evidentes entre los dos y cuatro años.
La persona que tartamudea sabe perfectamente lo que quiere decir, pero no le sale con fluidez. Sin embargo, durante mucho tiempo, se consideró que la tartamudez era un trastorno psicológico o mental relacionado con la inteligencia y el carácter de las personas que lo padecen.
"Históricamente, se ha relacionado este trastorno del habla con problemas psicológicos, pero la ciencia ha demostrado que todas las respuestas psicológicas que pueden aparecer, sentimientos como el miedo o la vergüenza, son consecuencias propias de la tartamudez", señala Clara Gutiérrez, logopeda especializada en tartamudez y miembro del Colegio Profesional de Logopedas de la Comunidad de Madrid.
Muchas personas con logros notables, como científicos, actores y políticos, han vivido con tartamudez. Investigaciones en neurociencia muestran que las áreas cerebrales relacionadas con la inteligencia y la cognición no están involucradas en la tartamudez, por lo que no existe una conexión entre ambas.
La especialista señala que los niños experimentan una "sensación de pérdida de control sobre su propio habla" que genera:
Tensión facial
Tensión o temblor de los labios y la mandíbula
Parpadeo más rápido de lo habitual.
Hoy se sabe que es una condición neurológica que afecta a la regulación de la producción del habla en el cerebro, pero, hasta ahora, no se conocía el origen exacto del fenómeno.
Un equipo científico finlandés cree haber encontrado la región del cerebro en la cual se origina el trastorno. Específicamente, el grupo encontró cambios estructurales en los nodos de una red cerebral.
El líder de la investigación, Juho Joutsa, de la Universidad Turku, afirma que esa región se ubica en una sección del putamen, un campo central del telencéfalo que forma parte de la sustancia gris del cerebro humano. El área es esencial para la motricidad facial, quiere decir, la mímica.
El médico jefe del departamento de Neurología de la Clínica Universitaria de Gotinga, el profesor Martin Sommer, constata que el estudio finlandés resalta de forma impresionante la importancia del hemisferio cerebral izquierdo para la transformación de pensamientos en enunciados orales.
Hasta ahora, no existían tratamientos farmacológicos ni neuromoduladores. El hallazgo permite nuevas posibilidades de terapia, como la estimulación profunda de esta zona del cerebro, pronostica el equipo finlandés.
La terapia logopédica, por su parte, tiene más beneficios además de mejorar la fluidez del habla. Las personas que tartamudean aprenden a conocerse mejor, a identificar patrones de su tartamudez y a gestionarla en diversas situaciones comunicativas, lo que les permite empoderarse, aceptarse y desarrollar un autoconcepto positivo.
"Dentro de las novedades en la intervención, ha ocurrido un cambio de paradigma en los tratamientos para los niños, al apostarse por un intervención integral que combina la terapia directa con modelos comunicativos para los padres, lo que favorece la aceptación de la neurodiversidad y la normalización de todas las formas de hablar", remarca Gutiérrez.
Algunos niños pueden incluso remitir espontáneamente si son intervenidos tempranamente. Sin embargo, no es posible predecir qué casos persistirán, por lo que se deben ofrecer estrategias para todos que permitan favorecer su desarrollo emocional, cognitivo y social, señala la especialista.