La capacidad política para quebrar códigos implícitos en la bolsa de New York y cuestionar la arquitectura geopolítica de Naciones Unidas, colocaron al Presidente en un espacio de repercusión global que todavía no apalanca inversiones en la Argentina
Javier Milei ejecutó su agenda en Manhattan con una mezcla exacta de espontaneidad y cálculo político. No practicó el gesto en la bolsa de New York que lo llevó a la tapa del Wall Street Journal y estuvo semanas, días y horas rumiando el discurso disruptivo que ayer pronunció en la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU). La suma de las dos circunstancias pusieron a Milei en el centro del escenario internacional, pero hasta ahora no alcanzó para esfumar temores en los inversionistas y lograr un flujo de capitales que permita consolidar las reservas y abrir el cepo.
La gira por Nueva York también aparejó un hecho político inédito en la lógica de poder que el Presidente transmite en sus discursos: hizo referencia explícita a sus ministros y adláteres, y caramelizó la mención con un puñado de adjetivos que nunca había alineado en prolija sucesión. Como nunca había ocurrido en el exterior, Milei respaldó en público a Luis Caputo, Patricia Bullrich, Santiago Bausilli, Federico Sturzenegger y Diana Mondino, que estaba en capilla. Mostró a una parte de su equipo, una señal hacia adentro y afuera de Balcarce 50.
Sin embargo, la espontaneidad del Presidente se manifiesta sin coordinación detrás de bambalinas. Si Caputo iba a tener un cónclave con banqueros e inversionistas organizado por el JP Morgan, qué sentido tenía quebrar su discurso ideológico en Wall Street con una referencia técnica vinculada a la inflación y al cepo cambiario.
En el NYSE era un stand up, y nada más que eso. A Caputo le tocaba explicar el programa, en un ring side que conoce desde los tiempos de Muhammad Ali y Ann Kruger.
Javier Milei y Elon Musk durante su última reunión en Nueva York, Estados Unidos
El cónclave de Milei con Elon Musk sirvió para consolidar una relación ideológica y personal. El presidente explicó sus reformas en el Estado, y el dueño de Tesla y X ratificó su apoyo a la administración libertaria. Pero eso no implica que las inversiones puedan aterrizar en las próximas semanas. A Musk ahora sólo le importa que Donald Trump desembarque en la Casa Blanca, y su visita a la Argentina todavía es una promesa con fecha de cumplimiento en estado incierto.
La visita a Manhattan exhibió la agenda propia de Mondino, Caputo y Bullrich. Desde Fernando de la Rúa hasta Alberto Fernández siempre se observó a ministros que recorrían la Quinta Avenida comprando joyas, corpiños, corbatas y ropa deportiva, mientras que en esta oportunidad ningún funcionario de peso entró al hotel Langham con la bolsita que delata.
Caputo tuvo reuniones en Manhattan que lo obligaron al traje reglamentario un domingo a la mañana, Mondino se encontró -por ejemplo- con los cancilleres de Ucrania y Qatar, y Bulrrich reemplazó al Presidente en una cumbre de lucha contra el Fentanilo que fue convocada por Joseph Biden.
Javier Milei en la lectura de su discurso durante la Asamblea General de Naciones Unidas
Durante las 72 horas que estuvo en Nueva York, el presidente monitoreó la guerra que protagonizan Israel y El Líbano. No sólo era un interés personal -Milei defiende a Israel en público y en privado-, sino un asunto de Estado: el presidente ya había acordado con el premier Benjamín Netanyahu un encuentro bilateral en Manhattan, pero la ofensiva contra Hezbollah complicó la agenda de Netanyahu y todo quedó cancelado.
El 7 de octubre, a un año del ataque terrorista que ejecutó Hamas, es muy probable que -al menos- Milei y Netanyahu hablen por teléfono. El presidente condenó las operaciones de Hamas, y ahora cuestiona la ofensiva de Hezbollah a través de la frontera sur de El Líbano.
La situación en Medio Oriente fue un asunto de permanente referencia y consulta durante las sesiones de trabajo en la ONU, al igual que el denominado “Pacto del Futuro”. Milei cuestionó la letra y el espíritu de esta agenda empujada por Antonio Guterres, secretario General de Naciones Unidas. El Pacto tiene 66 páginas de extensión y sus capítulos son un campo de batalla que rompe con los alineamientos tradicionales en la ONU.
Nunca había sucedido que un jefe de Estado cuestione en público a la arquitectura institucional de la ONU. Milei puso ante la opinión pública global una situación de hecho que Estados Unidos, China, Rusia, Reino Unido y Francia -el poder real desde 1947- saben y ocultan: las Naciones Unidas es un dinosaurio que agoniza, mientras los conflictos se suceden en África, Medio Oriente y Europa.
“En algún momento, esta organización dejó de velar por los principios esbozados en su declaración fúndante y comenzó a mutar”, advirtió Milei.
Y remató: “Lo que se está discutiendo esta semana aquí, en Nueva York, no es otra cosa que la profundización de ese rumbo trágico que esta institución ha adoptado”.
El presidente meditó cada una de las frases que explicitó en la ONU. Y calló las críticas que pueden afectar su agenda futura, en un contexto de negociación compleja con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Milei ya aceptó el significado de la palabra realpolitik: no dijo una sola palabra de China, que amenaza a Occidente con su interpretación amañada de la Trampa de Tucídides.