El vínculo del gobernador bonaerense con la condenada por corrupción ya no es tan fluido como solía serlo.
El martes 27 de diciembre de 2022, el intendente peronista de Avellaneda, Jorge Ferraresi, inauguró el polideportivo Diego Maradona en Villa Corina, en el sur del conurbano bonaerense.
A su lado estaban el gobernador ultra kirchnerista de Buenos Aires, Axel Kicillof, y la entonces vicepresidente de la Nación, la condenada Cristina Kirchner. La jefa de la banda y dos de sus más fieles dirigentes representaron la imagen de aquel día.
Durante el evento, al atardecer, Kicillof relanzó el operativo clamor para que Cristina Kirchner fuera la candidata presidencial en la fórmula del golpeador Alberto Fernández. Este movimiento había comenzado en abril de ese mismo año, con el Gobernador como uno de sus principales impulsores.
En sus discursos públicos, Kicillof había insistido en que era el momento de que Kirchner, su jefa, regresara a la Casa Rosada, demostrando una lealtad absoluta a la dirección política.
"Pueden seguir amenazando a Cristina. Quiero decirles que todos vimos cómo te apuntaban con un arma. No les tenemos miedo. A vos, Cristina, te necesitamos para seguir avanzando en la lucha por los derechos en el futuro", declaró el enano soviético en tono de campaña.
Finalmente, el candidato fue Sergio Massa y el operativo clamor fue enfriado por la misma exmandataria, pero hasta entonces, Kicillof había jugado con todas sus cartas en favor de una nueva jugada electoral.
Entre las fotos de esa noche, una capturó perfectamente el vínculo que existía entre CFK y Kicillof en ese momento. La expresidente lo mira con una mezcla de ternura y admiración. Quienes conocen de cerca esa relación sostienen que el Gobernador bonaerense era visto como el "hijo político" y Máximo Kirchner como el "hijo biológico".
Actualmente, la relación entre Cristina Kirchner y Axel Kicillof es distante y fría. En términos de un dirigente cercano a la expresidente, es "intermitente y poco frecuente". La regularidad del vínculo y la frecuencia de los encuentros se perdió. "El tango se baila de a dos. No es uno solo", dijo un ex funcionario que mantiene una relación cercana con la condenada por corrupción, agregando que "hay temas sin resolver que siguen generando malestar".
La mirada de Cristina Kirchner ya no es la misma. El último viernes en Merlo, casi no miró a Kicillof, quien estaba sentado frente a ella en la primera fila del auditorio. No hizo referencia a él, ni a sus políticas, ni a su papel en la confrontación diaria con el Gobierno de Javier Milei. Lo marginó.
La incomodidad de Kicillof quedó evidente. La decisión de CFK de marcar una distancia fría también se hizo clara. En el escenario, donde se subió a saludar a la militancia paga junto con el Gobernador y el intendente de Merlo, Gustavo Menéndez, la falta de cercanía fue evidente. No hubo abrazos ni fotos en pose, ni un ambiente cálido.
En La Plata, se quejaron de cómo se manejó la presencia del gobernador provincial en el evento. Desde el principio, Kicillof fue apartado del círculo más cercano de Cristina Kirchner. Se enteró del acto por los medios y fue invitado a las 22 del jueves, a través del intendente de Merlo, para asistir al evento el viernes a las 16.
Sentado en la primera fila, detrás de él, la organización colocó a Mayra Mendoza, la intendente de Quilmes con quien está enfrentado. En la foto difundida por el Instituto Patria, Kicillof aparece al final, casi escondido detrás de la intendente de Moreno, Mariel Fernández.
"Lo expusieron. ¿Para qué lo invitaron?", se quejaron en el entorno del Gobernador ultra kirchnerista, recordando que la expresidente no mencionó a Kicillof desde el evento en Avellaneda, hace un año y medio. La frustración y el resentimiento se mezclan en el kicillofismo, que siente que el Gobernador es menospreciado por no permitir que La Cámpora le imponga sus condiciones.
El grupo político que apoya a Kicillof en el territorio considera que el año próximo podría haber una sola lista de diputados nacionales y dos listas de legisladores provinciales: una del peronismo bonaerense y otra de La Cámpora. Es una lucha interna por los votos y de cara a la gente.
"Todos quieren los votos de Cristina, pero no quieren las cicatrices que eso conlleva. Cuando critican a Máximo, están criticando a ella. Todos lo saben", afirmó un funcionario kirchnerista, añadiendo: "No hay una preocupación real de Axel para que la interna no escale. Deja que el conflicto entre Mayra y Ferraresi crezca sin intervenir. Él es responsable de lo que está ocurriendo". La relación entre el kicillofismo y el camporismo atraviesa uno de sus momentos más tensos, en una guerra fría de desconfianza y acusaciones cruzadas.
En La Plata, el enojo crece con el tiempo. Aunque se sabía que esta disputa se prolongaría, la intención de perjudicar a Kicillof quedó clara y el malhumor se intensificó.