El anuncio de la muerte de Mahsa Amini el 16 de septiembre de 2022, tres días después de ser detenida por la policía de la moralidad, marcó el inicio del movimiento “Mujer, Vida, Libertad”. Dos años después, el régimen iraní sigue amenazando a su pueblo, que, aunque desgastado, no ha arrojado la toalla.
“No siento más que odio por este régimen”, afirma Mohammad sin vacilar. Para este joven de casi 18 años, hace dos años, el régimen iraní alcanzó un punto de no retorno: “En la calle, entre las personas asesinadas estaban nuestros amigos, nuestros compañeros de infancia y conocidos. Las escenas que vimos durante ese período son irreparables”, añade. Vali, de 19 años, también lo recuerda. “El mensaje era: ‘Si participas en los disturbios, te dispararemos y te mataremos’ (...) Fue una revolución muy amarga, días muy duros y muy tristes”, explica.
Dos años después de la muerte de Mahsa Amini y del inicio del movimiento “Mujer, Vida, Libertad”, la feroz represión del régimen sigue fresca en la memoria de la gente, tanto en Teherán como en las provincias: “Tenemos un gobierno muy violento para el que los seres humanos no tienen importancia y al que no le importa matar ancianos o jóvenes o niños... Y debe su victoria de entonces (hace dos años, nota de la redacción) a esa violencia. Muchas familias están de luto y todo el mundo tiene miedo”, dice Lily, de Shiraz.
Según el último informe de la ONG Iran Human Rights, fechado en abril de 2023, unos 537 manifestantes murieron a manos de las fuerzas de seguridad durante las protestas de hace dos años. Incluso hoy, algunos manifestantes detenidos se arriesgan a la pena de muerte por atreverse a protestar contra el régimen. Así que, para mostrar su oposición a quienes les gobiernan y a su ideología arcaica, el pueblo utiliza las únicas armas que le quedan: la desobediencia civil y el boicot.

“Hoy me visto como me da la gana”, explica Mehrnoush, de Isfahan. “Puede que me reprendan los partidarios del régimen o la policía de la moral, pero es mi forma de luchar”. Según Mehrnoush, si bien es cierto que la represión de las manifestaciones ha atemorizado a la población, los acontecimientos que siguieron a la muerte de Mahsa Amini también han infundido más valor a quienes desean alzar la voz contra el régimen.
Mehrnoush tenía entonces 21 años, y hoy sólo lleva el velo en el auto, para evitar multas. Las autoridades pueden localizar a los infractores utilizando sus patentes. Incluso pueden llegar a inmovilizar el vehículo. De hecho, un año después de la muerte de Mahsa Amini, los diputados iraníes aprobaron una ley que endurece las penas por no llevar el velo: “Son muy sensibles en este tema, saben que, si ceden en este punto, poco a poco tendrán que ceder también en otros”, explica Lily. Y sin embargo... “Ya ni siquiera llevo el velo al cuello”, añade esta mujer de 48 años.
También le complace constatar una nueva apertura por parte de algunos: “He notado que la mentalidad de los hombres ha mejorado mucho, en algunos sitios incluso he sentido que me miraban con más respeto por haber elegido la ropa que quería llevar”, explica.
Lo mismo opina Mehrnoush, que añade: “Los que tenían la mente podrida siguen teniendo la misma mentalidad malsana”. En el oeste de Irán, en Tabriz, Reza, de 28 años, observa que la tradición se resiste: “Cuanto más pequeñas son las ciudades, más arraigadas están la religión y la tradición. En Teherán, es diferente: no llevar el velo es un corte de manga al régimen”.
“La nueva generación es un poco más libre en lo que se refiere al velo y a las relaciones con el sexo opuesto, pero eso no es necesariamente bueno, porque esta libertad es sobre todo el resultado de la desesperación. La gente ya no tiene nada que perder. No refleja necesariamente una mentalidad más abierta”, lamenta Samaneh, de 29 años.