Unas 10.000 personas se convocaron esta tarde en la Plaza de la República, en simultáneo con la marcha en Caracas.
“Venezuela ¿Qué queremos?”, pregunta un señor desde el micrófono. “¡Libertad, libertad, libertad!”, responde una multitud levantando los puños al cielo. Esta tarde, el Obelisco fue testigo de un encuentro de emigrantes venezolanos que se reunieron para reclamar transparencia en los resultados de los comicios del domingo al mismo tiempo que María Corina Machado encabezaba en Caracas una masiva marcha opositora a Nicolás Maduro.
La convocatoria estaba prevista para las 16 y al cabo de unos minutos, la plaza donde está la estructura del cartel de BA comenzó a desbordarse. Mujeres, hombres, niños y adultos mayores comenzaron a llegar con vinchas, banderas y gorras de Venezuela.
Son unas 10.000 personas que reclaman por ellos, por sus familiares y amigos, por su país. La desilusión por las recientes elecciones seguía doliendo en cada venezolano. La imagen de familias llorando abrazadas a su bandera fue la postal de la tarde.
“Queremos libertad, queremos libertad”, grita Karen Ramírez (36) mientras sostiene a una de sus mellizas en un brazo y mira a la otra que está en el cochecito. Hace seis años dejó toda su vida atrás, “a la fuerza”, aclara.
Llegó con su pareja, con unos pocos pesos, y cada uno comenzó a trabajar de lo que podía, porque no podían ejercer sus profesiones: ella es periodista y él, abogado.
“Es muy duro. Salimos con un proyecto de vida, intentando construir familia, sueños, pero en medio de eso hay una tristeza que es imposible hacerla a un lado. Nos perdimos todo. Los momentos en familia. Mi mamá cumplió años hace una semana atrás y tengo seis años hablando con ella por videollamada. Es la única forma en que puedo tener ese mínimo de contacto. También fui mamá por primera vez, de mellizas, son las únicas bisnietas de mi abuela y no las conoce”, dice mientras se seca las lágrimas.
En medio del dolor Sofía, de 34 años, comparte la misma tristeza que Karen. "Yo formé mi familia en Argentina. Es muy difícil ver que mis hijos no conocen mi país, ni a mis papás. Todos los días hacemos videollamadas, así conocen a su familia", dice mientras sostiene a Rafael, que nació hace cuatro años en Argentina.
Con cánticos en contra de Maduro y con una profunda esperanza de poder volver a sus hogares, Keylin Escobar (30) no deja de llorar. "Hace seis años que no puedo volver a mi país. Pasé cumpleaños, momentos importantes, navidades y años nuevos en soledad. Es injusto no poder regresar. Que Maduro reconozca que perdió", exige.
Charlene Febles (37) era contadora pública en Venezuela. Era, porque cuando emigró a Argentina, hace seis años, tuvo que dejar su título en un cajón de su casa. “Yo estoy trabajando de administrativa, no pude conseguir otra cosa. Salí huyendo de mi país. Maduro dejó a mi familia rota, esparcida en diferentes países y obvio, cada uno ejerciendo de cosas totalmente diferentes a lo que estudiaron. Mis padres se mataron para darnos una mejor educación y acá estamos”, dice.
Hace tres meses, Charlene trajo a su mamá, Rosa Pérez (57), a vivir a Buenos Aires. “Mis hijos están separados por todo el mundo. Hace mucho tiempo que no los veo y se dedican a cosas totalmente diferentes. Algunos se sienten fracasados, porque no pudieron ejercer, después de estudiar por tantos años. Queremos la libertad de nuestra Venezuela. No queremos más a Maduro”, reclama la mujer.
Tres horas después de iniciada la convocatoria, la multitud rodea la plaza del Obelisco y había cortado el tránsito en la mano izquierda de la avenida Corrientes. Con el caer de la noche, se fueron sumando los repartidores de Rappi y Pedidos Ya, que vienen con sus motos o bicicletas, participan un rato de la marcha y siguen trabajando. El cierre, ya pasadas las 19, es con el himno venezolano y el pedido de que se enciendan las linternas de los celulares. Una metáfora de la luz que necesita su país para iluminar su camino. (Clarín)