Este temor provoca un intenso malestar y puede llegar a desencadenar una crisis de ansiedad.
La pandemia de coronavirus nos obligó a quedarnos en casa durante semanas y muchos se sintieron agobiados cuando tuvieron que regresar a la oficina. Ese fue un claro ejemplo del fenómeno conocido como ergofobia o miedo al trabajo, un sentimiento de intensa ansiedad que experimenta una persona cuando tiene que acudir y permanecer en el lugar donde debe trabajar. Es un temor irracional que cursa con unos niveles de ansiedad muy elevados que pueden llegar a tomar la forma de crisis de pánico.
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Independientemente del temor al contagio derivado de la situación sanitaria, cualquier persona en un momento dado puede sentirse inquieta, insegura, o con cierto temor a ir a trabajar, pero cuando este miedo dura demasiado tiempo, y es lo suficientemente intenso como para que la actividad laboral provoque un malestar constante, deja de ser un miedo convencional para convertirse en ergofobia, señaló la psicóloga española Vanesa Fernández López.
La ergofobia aparece en mayor medida en individuos que presentan un elevado rasgo de ansiedad, porque este tipo de personas tiende a interpretar como amenazante un amplio número de situaciones, constituyendo un ejemplo de los mismas diferentes factores relacionados con el trabajo, como por ejemplo: las relaciones con los jefes o compañeros, el nivel de competencia que se posee para realizar las tareas asignadas, consecuencias que podrían derivar de sus errores, etcétera.
Dicha interpretación de amenaza conlleva un incremento de los niveles de ansiedad, con la consecuente puesta en marcha de diferentes conductas de evitación (no acudir al trabajo) o de escape (irse). Para explicar por qué aparece este pánico a acudir al puesto de trabajo, debemos recurrir a experiencias negativas que la persona puede haber vivido durante el desempeño de su actividad profesional, tras las cuáles, y combinadas con su rasgo de ansiedad, desarrolló un miedo fóbico a su trabajo.
Algunos ejemplos de ello son:
En otras ocasiones, el paciente no vivió por sí mismo un evento traumático, sino que lo observó o se lo contaron, desarrollando él mismo un miedo a padecer las mismas consecuencias que el sujeto observado (modelos de aprendizaje vicario y observacional). Ejemplo de esto sería haber sido testigo de las represalias que se tomaron contra otros compañeros cuando cometieron determinados errores de trabajo, o haber escuchado comentarios realizados por los mismos acerca de algo malo que les ocurrió durante su jornada laboral.
En lo que se refiere a las consecuencias de la ergofobia, son evidentes en lo que respecta a la actividad profesional. Las más destacadas tienen que ver con el rendimiento laboral (la calidad de su trabajo es peor o le lleva más tiempo poder realizarlo).
Las repercusiones negativas de tener pánico al trabajo, sin embargo, no terminan en el ámbito profesional, ya que muchas veces las relaciones personales y familiares también se ven afectadas. El paciente se siente triste pudiendo llegar a padecer un trastorno depresivo si no recibe tratamiento, experimenta ansiedad anticipatoria cuando se aproxima el momento en el que debe volver al trabajo (por ejemplo, los domingos por la tarde, o unos días antes de finalizar sus vacaciones), así como elevados niveles de irritabilidad que, junto a los posibles problemas económicos por el bajo rendimiento laboral, pueden dar lugar a problemas familiares y aislamiento social.