Arqueólogos hallaron en Pavia un mausoleo que albergó los restos de la dinastía lombarda, revelando secretos sobre las prácticas funerarias de un antiguo imperio medieval.
Un grupo de arqueólogos de la Universidad Católica llevó a cabo excavaciones entre septiembre y octubre, logrando un hallazgo significativo: sepulturas relacionadas con miembros de la dinastía lombarda y monjes que habitaron la región en la etapa final de la Edad Media. Las investigaciones se desarrollaron en la zona oeste de Pavía, un lugar con una rica historia vinculada a la realeza y al ámbito religioso.
Este sitio, situado en la ruta hacia el Piamonte y los pasos alpinos, fue donde el rey lombardo Ariperto I construyó, a mediados del siglo VII, el primer mausoleo dinástico de la capital. Este espacio albergó los enterramientos de sus descendientes hasta principios del siglo VIII, marcando un cambio notable en las tradiciones funerarias germánicas al integrar un mausoleo católico dentro de un edificio eclesiástico. Posteriormente, en el siglo X, la emperatriz Adelaida, esposa de Otón I del Sacro Imperio Romano, estableció un monasterio imperial en el lugar. Este monasterio fue reemplazado en el siglo XV por la Basílica del Santo Salvador, que aún se conserva.
El equipo descubrió más de veinte sepulturas de la Alta Edad Media en el sector sur del claustro, muchas de ellas en excelente estado de conservación. Estas tumbas, con techos a dos aguas y estructuras de mampostería, destacaron por su diseño único, como una de las más antiguas que conserva una cruz roja pintada.
Los arqueólogos identificaron que estas sepulturas pertenecían a personas de alto rango social y, en varios casos, habían sido reutilizadas. Esto indica que los restos fueron exhumados y reorganizados, ya fuera para recuperar objetos simbólicos o para permitir nuevos enterramientos, conforme a las costumbres funerarias de la época.
Además de las tumbas de élite lombarda, se halló una segunda capa de enterramientos más modestos, correspondiente a monjes que vivieron en la Baja Edad Media. También se descubrió un pasaje subterráneo que conectaba las bodegas del monasterio con un pozo central, diseñado para garantizar un suministro continuo de agua. Los investigadores emplearon tecnologías avanzadas como drones, fotogrametría tridimensional y análisis forenses para llevar a cabo este trabajo.