Propone reemplazar los alimentos formadores de ácido por alimentos alcalinos. Los defensores de esta dieta afirman que puede ayudar a combatir enfermedades graves como el cáncer, aunque existen otros riesgos para la salud.
El concepto de dieta alcalina se desarrolló a mediados del siglo XIX como la hipótesis de la ceniza dietética. Se propuso que una vez metabolizados, los alimentos dejan una «ceniza» ácida o alcalina (desechos metabólicos) en el cuerpo. Según los practicantes de la dieta alcalina, la ceniza sobrante afecta directamente la acidez o alcalinidad del cuerpo.
Este desperdicio metabólico puede ser alcalino, neutro o ácido. En otras palabras, si comemos alimentos que dejan cenizas ácidas, la sangre se vuelve más ácida. Si tomamos alimentos que dejan cenizas alcalinas, la sangre se vuelve más alcalina. Según la hipótesis de la ceniza ácida, se cree que la ceniza ácida nos hace vulnerables a enfermedades y dolencias, mientras que la ceniza alcalina se considera protectora.
Al elegir alimentos más alcalinos, deberíamos poder «alcalinizar» el cuerpo y mejorar la salud. Los componentes de los alimentos que dejan una ceniza ácida incluyen proteína, fosfato y azufre, mientras que los componentes alcalinos incluyen calcio, magnesio y potasio.
La dieta alcalina se ha utilizado en entornos médicos para prevenir cálculos renales e infecciones del tracto urinario. Sin embargo, es importante tener en cuenta que no hay mucha evidencia que respalde muchas de las supuestas ventajas para la salud de este plan de alimentación. El cuerpo tiene muchos mecanismos para mantener un pH estricto, incluidos los procesos controlados por los pulmones y los riñones.
¿Qué se puede comer?
La dieta alcalina clasifica los grupos de alimentos como alcalinos, neutrales o ácidos. A las personas que siguen la dieta se les indica que se concentren en comer muchos alimentos alcalinos y menos alimentos ácidos.
Alcalino: frutas, legumbres y verduras.
Neutro: grasas naturales, almidones y azúcares.
Ácido: carne, pollo, pescado, lácteos, huevos, frutos secos, legumbres, cereales y alcohol.
Los niveles de ácido se miden por pH en una escala de 0 a 14 donde los números más bajos representan compuestos más ácidos, los números más altos son más alcalinos (o básicos) y 7 es neutro.
Esta dieta no restringe los alimentos a determinados momentos del día ni requiere periodos de ayuno. La idea es comer más alimentos alcalinos y menos alimentos ácidos. En vez de pensar en alimentos permitidos y prohibidos, la dieta anima a los seguidores a pensar en los alimentos de forma continua y a luchar por una dieta equilibrada.
Algunos defensores de la dieta recomiendan controlar el pH urinario analizando la primera orina del día con tiras reactivas caseras para saber cómo los cambios nutricionales están afectando al cuerpo. El pH normal de la orina es ligeramente ácido, con valores habituales de 6,0 a 7,5, pero el rango normal es de 4,5 a 8,0.
De igual forma, recomiendan tomar frutas, verduras, café y jugo de limón o lima. En cambio, se debe disminuir el consumo de carne, aves de corral, pez, lácteos, huevos y cereales.
¿Es una dieta sana?
La dieta alcalina enfatiza en el consumo de alimentos integrales frescos con una variedad de frutas y verduras, así como alimentos procesados ??limitados. También permite pequeñas cantidades de proteína animal y lácteos mientras reduce los cereales refinados, proporcionando una amplia gama de nutrientes.
Adoptar una dieta con base de plantas rica en frutas y verduras puede ayudar a lograr el bienestar general y protegernos contra ciertas enfermedades. Sin embargo, la dieta alcalina tiene muchos alimentos saludables en la lista de formación de ácido que son ricos en fibra, vitaminas y minerales y que son esenciales para la salud en general, incluidos los cereales, los frijoles y los frutos secos. Mientras tanto, la lista básica incluye café y vino, que los expertos en nutrición coinciden en que deben consumirse con moderación.
Creemos que no existe un único enfoque para un estilo de vida saludable. Los planes de alimentación exitosos deben ser individualizados y sostenibles, teniendo en cuenta a la persona en su totalidad y su estilo de vida. Antes de comenzar un nuevo plan de dieta, es recomendable consultar a un médico o nutricionista registrado, especialmente si tenemos una condición de salud subyacente.