En la casa más famosa de la Argentina, estarían encerrados los empresarios inescrupulosos que, según el Gobierno, vendrían a ser los culpables de la inflación. Las encuestas están mostrando que el Gobierno, si cree que engaña a alguien con los controles de precios, se engaña a sí mismo.
¡Tú también, Sergio! Parafraseando las -presuntas- últimas palabras de Julio César cuando los senadores romanos lo estaban acuchillando y el emperador descubría que su protegido, Marco Junio Bruto, le clavaba la última puñalada: lo que menos se esperaba era que justo Massa se sumara al lastimoso intento del kirchnerismo de desviar la culpa de la inflación en lugar de solucionarla.
El hoy ministro de Economía era considerado un pragmático con cierta noción de cómo funciona la economía, en contraposición al kirchnerismo y al propio presidente, Alberto Fernández, que demostraron no entender cómo funcionan los mercados. Sin embargo esta semana, Massa sorprendió proponiendo el enésimo plan de controles de precios.
En respuesta al último reclamo que le hizo la vicepresidenta por Twitter, de que aplique “controles de precios más efectivos”, anunció que lanza un programa para vigilar miles de precios de alimentos y productos de limpieza hasta marzo.
Y Sergio Massa era justo el hombre que había llegado al gobierno como único representante del “ala occidental” y único líder del Frente de Todos con cierta comprensión de cómo funciona la economía: era la última carta de la Casa Rosada para evitar el colapso total que se presentía a mediados de año tras la renuncia de Martín Guzmán y la olvidable gestión de Silvina Batakis.
Todos los controles de precios fracasaron
Por orden de Cristina, la echaron a la camporista Paula Español por ser -en off the record- demasiado comprensiva con la teoría “neoliberal” de que la inflación no la generan las empresas.
En su lugar pusieron al izquierdista Roberto Feletti, que les gruñía y ladraba a los empresarios. De Español a Feletti, la inflación pasó de un piso de 4 por ciento mensual a un escalón de entre 6 y 7. Y por lo que ya estiman las consultoras privadas para octubre, ¡vamos por más!
El hombre a cargo de negociar -o pelear- los precios con los empresarios que trajo Massa es Matías Tombolini. Por ahora la única gestión en la que sobresalió el joven economista fue conseguir una gran mesa de diálogo sentando a todos los actores involucrados para asegurar la provisión de figuritas del Mundial.
Por eso Massa estaría decidido a innovar y dar un paso más: como siempre fracasan los controles “para las cámaras de TV” que cada tanto hacen en el algún remoto supermercado chino funcionarios de intendencias del conurbano, sindicalistas, piqueteros o activistas de La Cámpora, el equipo de Massa estaría desarrollando una novedosa “app” para que todos los ciudadanos, desde sus teléfonos, puedan denunciar en vivo y en directo desde la góndola cuando se violen los precios máximos o “cuidados”: El “vigilamos las góndolas entre todos” sería una suerte de “Gran Hermano de los precios”.
En la casa del Gran Hermano, estarían encerrados esos empresarios inescrupulosos que vendrían a ser los culpables de la inflación. Estarán observados por todos los compatriotas esos empresarios malintencionados que vienen justo a la Argentina a subirnos los precios, cuando en Brasil, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Chile o Perú se portan tan bien. Y ni hablar de sus pares europeos o norteamericanos, de donde provienen algunas de las filiales de esas empresas que aquí quieren “quitarles el plato de comida a los trabajadores” (textual del líder camionero Pablo Moyano) en la “puja distributiva”: algo que no hacen en aquellos países.
Desviar la culpa por los aumentos de precios
Pero con la “app” de control ciudadano de precios es poco probable que el gobierno logre un “unicornio” como tantos emprendimientos tecnológicos argentinos que triunfaron en el mundo, como Mercado LIbre, Ualá o Globant: es que la nueva cruzada contra los precios no es otra cosa que un nuevo capítulo en una estrategia de comunicación que, a primera vista, suena genial: se trata de desviar la culpabilidad de la política económica del gobierno hacia las empresas.
Lo aparentemente astuto de esa estrategia es que no se les culpa de manera directa, sino con trucos simbólicos. Precios Cuidados es el plan estrella. Para lo que menos sirvió es para cuidar los precios, que subieron desde que el ministro Axel Kicillof lo instaló en 2014 más de 1.500 por ciento (mil quinientos por ciento).
Pero el programa Precios Cuidados es una maniobra simbólica que estaría transmitiéndole al consumidor el siguiente mensaje: “El Estado es bueno y te cuida de los malvados empresarios que te quieren subir los precios”.
Lo notable es que el programa se conservó durante la gestión del expresidente Mauricio Macri, en lugar de transparentar que no servía para combatir la inflación y solo era parte del “relato”.
Era apenas un intento de desviar la culpabilidad: no actuaba en el campo de la economía, sino solo en el terreno de lo simbólico, que suele dominar tan bien el peronismo. Lo importante no es encontrar soluciones a los problemas, sino culpables.
Lo curioso es que hasta ahora parecía que la única misión de Massa era comprarle tiempo al gobierno: logró la contundente aprobación del FMI al programa de metas de déficit fiscal. Lo consiguió con algunos dibujos, pero logró el objetivo. Abrió cajas que las anteriores gestiones no habían conseguido: como el BID o el Banco Mundial, a falta de no poder acceder a los mercados privados de deuda. Ya empezaba a cambiar las expectativas negras de los mercados con las que asumió. Nadie esperaba mucho más.
Sergio Massa propone un Gran Hermano de los precios, pero la idea puede fallar
Del quinto al cuarto subsuelo
Las reformas estructurales imprescindibles para que la Argentina corte definitivamente con dos décadas de inflación crónica y estancamiento quedan para alguien con más conocimiento y liderazgo político que, con suerte, vendrá en el próximo turno.
El mayor logro de Massa, hasta ahora, fue que el dólar blue se mantuviera estable, que el riesgo país retrocediera un paso del abismo al que había llegado con Batakis y hasta el índice de confianza en el gobierno se empezó a recuperar ínfimamente: del quinto al cuarto subsuelo. Algo es algo.
Pero podría ser una apuesta equivocada de Massa esto de querer sumarse al Hall of Fame de fracasados en los controles de precios. Hasta podría amenazar una posible carrera política futura del tigrense.
Basta recordar los trágicos 70: el ministro de Economía favorito de Cristina Kirchner y Silvina Batakis, José Ber Gelbard, un líder político comunista sumado al peronismo, había fracasado rotundamente con sus controles de precios que le daban en los papeles “inflación cero”, pero en la práctica todo se compraba y vendía en el mercado negro.
Gelbard alentaba paritarias que, en teoría, hacían subir el poder adquisitivo astronómicamente. En los papeles. Cuando Isabel Perón lo tuvo que echar por semejante fracaso, Celestino Rodrigo intentó evitar una hiperinflación poniéndole tope de 45 por ciento a las paritarias.
Con la primera huelga en la historia de la CGT a un gobierno peronista el “Rodrigazo” terminó a los 40 días. Las paritarias, ya sin el cancerbero de Rodrigo y sin nadie que mediara entre los aprietes sindicales y los empresarios, llegaron al 90 por ciento en 1975. Así se desató la primera hiperinflación de la historia Argentina.
La diferencia es que hoy el camionero Moyano ya logró 107 por ciento (la Argentina se va superando a sí misma), y todos sus colegas de todos los gremios lo están imitando o incluso tratando de superar. ¿Se repetirá la orgía indexatoria de precios y salarios de los 70 que llevó a la primera “híper”?
Ni Massa ni nadie en el gobierno pisa el freno de esta locura
¿Podrán las cosas salir mejor que en los 70? Por lo pronto, las encuestas están demostrando que el gobierno, si cree que engaña a alguien con los controles de precios y los “Precios Cuidados”, se está engañando a sí mismo.
La última encuesta de D’Alessio IROL Berensztein indica que la inflación es la principal preocupación del 95 por ciento de los votantes de Juntos por el Cambio. Pero para el 88 por ciento de los electores del Frente de Todos los precios también son la principal preocupación.