Analistas La columna de Antonio Ginart

La marcha que no fue: sindicatos sin calle y sin ideas

Los mismos discursos de siempre, las mismas caras, el mismo tono dramático y, como frutilla del postre, la amenaza eterna: "si avanzan, vamos a un paro nacional". Un cassette gastado que ya no emociona a nadie.

Viernes, 19 de Diciembre de 2025

Acá vamos de nuevo. La CGT salió a la calle contra la reforma laboral y la foto fue bastante elocuente: una marcha floja, deslucida, con poca gente y mucho libreto repetido. Los mismos discursos de siempre, las mismas caras, el mismo tono dramático y, como frutilla del postre, la amenaza eterna: "si avanzan, vamos a un paro nacional". Un cassette gastado que ya no emociona a nadie.

Porque seamos sinceros: ¿a quién representa hoy la CGT cuando convoca? Difícil saberlo. Al trabajador formal, cada vez menos. Al informal, directamente no. Al desocupado, menos todavía. Y al joven que busca su primer empleo, ni se le cruza por la cabeza. Sin embargo, ahí están, hablando en nombre de "los trabajadores", como si el mundo laboral no hubiera cambiado en los últimos 30 años.

La reforma laboral que impulsa el gobierno de Javier Milei puede gustar o no, se puede discutir, mejorar, corregir. Eso es legítimo. Lo que no se ve es una propuesta superadora del sindicalismo. No hay una sola idea concreta para generar más empleo, para blanquear a millones de trabajadores en negro o para facilitar la contratación. Nada. Solo resistencia, rechazo y miedo a perder privilegios.

Y acá aparece otro dato clave: muchos de los que hoy marchan y se rasgan las vestiduras fueron cómplices silenciosos del desastre laboral de los últimos gobiernos. ¿Dónde estaba la CGT cuando el empleo privado se estancaba, cuando crecía la informalidad o cuando las pymes cerraban a montones? En general, negociando su caja, cuidando la cuota sindical y asegurando lugares de poder.

La oposición política tampoco queda afuera de este análisis. Hace no tanto tiempo, varios dirigentes prometían "darle herramientas al gobierno", "acompañar lo que estuviera bien" y "dejar gobernar". Pero llegó la primera reforma de fondo y volvieron al reflejo automático: ponerse del lado de la protesta, aunque sea tibia y poco convincente, antes que discutir en serio en el Congreso.


El mensaje que queda es claro: hay sectores que no quieren cambiar nada. Prefieren el statu quo, aunque ese modelo haya dejado afuera a millones de argentinos. Mientras tanto, la sociedad mira, compara y empieza a perderle el miedo a discutir lo que antes parecía intocable.

La marcha fue pobre, pero el dato más fuerte no estuvo en la calle, sino en el clima social. El sindicalismo ya no marca la agenda como antes. Y si no se renueva, si no baja a la realidad del trabajador de hoy, va a seguir hablando solo, repitiendo amenazas que ya no asustan a nadie.