El peronismo logró un triunfo contundente frente a la alianza entre La Libertad Avanza y el PRO, y esto no es un detalle menor. Buenos Aires no es cualquier distrito: representa casi el 40% del padrón nacional, y lo que pasa ahí repercute en todo el país.
Se terminó la elección en la provincia de Buenos Aires y el resultado fue un golpe fuerte para el gobierno nacional. El peronismo logró un triunfo contundente frente a la alianza entre La Libertad Avanza y el PRO, y esto no es un detalle menor. Buenos Aires no es cualquier distrito: representa casi el 40% del padrón nacional, y lo que pasa ahí repercute en todo el país.
Ahora bien, ¿qué explica esta derrota? Hay varios puntos que se juntaron en el mismo combo. Por un lado, un gobierno que no tuvo muñeca política. El presidente delegó en manos inexpertas la tarea de armar las listas, y lo que terminó ocurriendo fue que los más fieles a las ideas de la libertad, los jóvenes, quedaron afuera. A cambio, se metieron en la cancha algunos viejos conocidos reciclados de la política, esos que la gente ya no quiere ver. Error de cálculo.
Por otro lado, en un año electoral, el gobierno se peleó con todos: gobernadores, aliados en el Congreso, jubilados, discapacitados, universitarios, personal de salud. Una estrategia que parece más un suicidio político que un plan de gestión. La gente, cuando vota, no se olvida de esas peleas.
La economía es otro capítulo. La "macro" va mostrando resultados positivos, eso está claro. La inflación bajó, se ordenaron algunas variables y afuera del país se empieza a mirar a la Argentina con otros ojos. Pero en el metro cuadrado de la gente, en la vida diaria del trabajador, del emprendedor, del dueño de una pyme, esos logros no se sienten. La microeconomía sigue golpeando, y ahí es donde la bronca se transforma en votos en contra. Quizá el mensaje de las urnas esté justamente en esa desconexión.
Encima, en medio del proceso, aparecieron los famosos audios con sospechas de corrupción, y el gobierno no supo reaccionar con rapidez ni firmeza. El kirchnerismo, mientras tanto, aprovechó cada oportunidad para empujar en el Congreso y marcar agenda. Así, el oficialismo perdió centralidad.
Tras la derrota, el presidente ratificó el rumbo económico, pero prometió una autocrítica profunda. Bien, es un gesto. Pero lo que se viene ahora es la verdadera prueba: ¿alcanza con eso para dar vuelta la página en octubre? ¿Podrá Milei recomponer la esperanza que generó en 2023 y restablecer las relaciones políticas que perdió por el camino?
El pueblo argentino suele dar segundas oportunidades, pero no las da para siempre. Esta elección fue un llamado de atención claro: hay que saber escuchar, corregir y honrar la confianza. Porque la paciencia social es limitada, y el reloj hacia octubre ya empezó a correr.