Cristina volvió al escenario político con un discurso en el CCK, y lo primero que queda claro es que está más preocupada por acomodar el relato que por asumir responsabilidades. Habló de "repensar el modelo económico" como si ese modelo no lo hubiera diseñado ella misma y ejecutado durante más de una década. O sea, ¿recién ahora se da cuenta que el sistema que defendieron a capa y espada nos llevó al abismo?
En un momento lanzó que la gente "no nos quiere votar". Y sí, Cristina, ¡qué bueno que te diste cuenta! Al menos hay algo de realismo ahí. Pero claro, enseguida lo adorna como si fuera una especie de malentendido colectivo, como si el pueblo no entendiera la profundidad de su pensamiento económico. No, señora. Lo que la gente entendió -y vivió en carne propia- fue inflación, cepo, default, desconfianza, y un Estado que repartía cargos pero no soluciones.
Otra perlita: Cristina habló de que estamos en "el décimo default". Y lo dice como si pasara por la puerta del país una vez cada tanto. Pero, ¿quién dejó al país al borde del noveno? ¿Quién defaulteó la deuda en dólares bajo ley local en 2014 y reestructuró a las apuradas sin credibilidad? No se trata de negar los errores actuales, pero es insultante que quien puso el pie en el acelerador ahora se baje del auto y critique al mecánico.
Además, se quejó del nivel de consumo, de que a la gente "no le alcanza la guita". ¿Y quién fue que durante años congeló tarifas a costa de subsidios impagables, que nos dejaron un agujero fiscal? ¿Quién incentivó la emisión sin respaldo, fogoneando una inflación que terminó destruyendo el poder de compra mucho antes de que asumiera este gobierno? ¿O ahora resulta que la crisis empezó en diciembre de 2023?
Es cierto que hoy el consumo no despega, y que el poder adquisitivo sigue en el piso. Pero también es cierto que todavía hay empresarios que remarcan sin justificación y que muchos sectores juegan a la especulación. Ahora, que Cristina venga a marcar eso como si ella fuera una espectadora más. es un chiste. En su época también hubo abuso de precios, concentración y falta de control. Lo que pasa es que su solución era poner un funcionario con cara de malo y un micrófono, en vez de armar una economía previsible.
En definitiva, el discurso de Cristina fue una clase magistral de cómo hablar mucho, decir poco y deslindarse de todo. Como si fuera una tía que viene a la fiesta, rompe un florero, y después le echa la culpa al perro. Pero la historia pesa, y cada vez más argentinos la están leyendo con otra mirada. Porque ya no alcanza con el acting. La gente quiere resultados, no relatos.