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Los puentes del Papa Francisco: un papado que mira más allá de Europa

América, Asia y África ya no son solo periferias: son el corazón palpitante de una Iglesia en transformación.

Lunes, 21 de Abril de 2025

Desde que fue elegido en 2013, el Papa Francisco dejó en claro que su pontificado no sería una mera continuación de sus predecesores. Su origen argentino -el primer Papa latinoamericano de la historia- no es un dato anecdótico: es el punto de partida de una mirada geopolítica y espiritual que ha reconfigurado la brújula del Vaticano. Francisco ha tendido puentes más allá de Europa, abriendo nuevas posibilidades para América Latina, Asia y África, regiones durante mucho tiempo ignoradas o secundarizadas en el escenario vaticano.

En su mapa mental del mundo, Roma ya no es el centro absoluto. El Sur Global -ese espacio múltiple y diverso que abarca desde las favelas de Brasil hasta las aldeas rurales de Zambia, desde los campos de refugiados de Medio Oriente hasta los pueblos indígenas del Amazonas- ocupa un lugar protagónico en su mensaje. Francisco ha viajado a lugares donde ningún otro Papa se atrevió: la República Centroafricana, Myanmar, Irak. No son destinos turísticos ni diplomáticos tradicionales, sino tierras heridas por la guerra, la injusticia o el olvido.

América Latina, por supuesto, ha tenido un lugar especial. No solo por su origen, sino por su firme defensa de los pueblos originarios, su crítica al modelo económico que perpetúa la desigualdad, y su apoyo a los movimientos populares como actores legítimos en la construcción del bien común. Francisco ha desafiado tanto a los poderes políticos como a los eclesiásticos del continente, llamando a una Iglesia "pobre y para los pobres", encarnada en la vida cotidiana de las comunidades más postergadas.

En Asia, sus gestos hacia China -aunque controversiales- han buscado un delicado equilibrio entre diplomacia y pastoral, entre pragmatismo y esperanza. Su apertura al diálogo con el mundo islámico, especialmente a través de su histórica visita a los Emiratos Árabes Unidos y su encuentro con el Gran Imán de Al-Azhar, representa un verdadero salto en la política interreligiosa global. África, por su parte, ha dejado de ser vista solo como un territorio de misión, para ser reconocida como fuente de renovación espiritual, donde el cristianismo crece con una vitalidad que Europa ya no conoce.

En tiempos de muros, Francisco propone puentes. En una época marcada por el miedo, el nacionalismo y el repliegue identitario, el Papa ha insistido en una Iglesia en salida, sin fronteras, que no se encierra en palacios ni dogmas, sino que va al encuentro del otro, sobre todo del otro que sufre. Esta visión -que incomoda tanto a conservadores como a populistas de todo color político- es quizás una de las apuestas más revolucionarias del papado contemporáneo.

El mayor legado de Francisco tal vez no sea solo su prédica social, su encíclica ecológica o su reforma interna. Tal vez su gran legado sea haber desplazado el eje del cristianismo hacia los márgenes, donde brotan nuevas voces, nuevas espiritualidades y nuevas formas de entender la fe en un mundo complejo y diverso. América, Asia y África ya no son solo periferias: son el corazón palpitante de una Iglesia en transformación.

Y quizás, desde allí, venga el próximo Papa. O la próxima gran reforma.