Analistas La columna de Antonio Ginart

"El fin del cepo y el principio de una economía adulta"

Ahora el panorama es otro. ¿Por qué esta vez es diferente? 

Lunes, 14 de Abril de 2025

Después de más de una década, finalmente se empieza a ver la luz al final del túnel. El gobierno dio el primer paso firme hacia el levantamiento del cepo cambiario, y no, no es un parche ni una movida desesperada. Es una señal de que esta vez las cosas pueden ser distintas, de que no se está improvisando y de que hay un rumbo económico claro.

Desde que Cristina Fernández de Kirchner instauró el cepo en 2011, los argentinos fuimos perdiendo, de a poco y sin darnos cuenta, la noción de lo que es vivir con libertad económica. No sabíamos si podíamos ahorrar, invertir o simplemente viajar sin pedirle permiso al Estado. Y lo peor no fue sólo eso, sino que al mismo tiempo el Estado empezó a meterse en cada rincón de la vida social, interviniendo donde no debía, gastando sin control, sosteniendo privilegios mientras el país se fundía.

Ahora el panorama es otro. ¿Por qué esta vez es diferente? Porque esta vez hubo un sinceramiento brutal de la economía. Se hizo el ajuste antes, no después. El gobierno no esperó a que la situación se hiciera insostenible para ordenar las cuentas: cortó el gasto político, achicó el déficit, sinceró tarifas, eliminó distorsiones y hasta le plantó cara a los que vivían del sistema. Por primera vez, el esfuerzo lo hizo el Estado antes que el sector privado.

Y sí, se habla otra vez del Fondo Monetario Internacional, pero también esto es distinto. No se pide ayuda para seguir tapando agujeros, sino como respaldo para dejar de lado restricciones absurdas y abrir la economía. No se busca mantener un sistema quebrado, sino salir de él con respaldo y reglas claras. El ajuste ya se hizo. El Fondo esta vez no viene con la tijera, viene con el seguro para dar confianza.

Es importante también aclarar algunos mitos. El kirchnerismo suele denunciar que durante el gobierno de Macri hubo una "fuga de capitales" monumental. Y es cierto que entre 2016 y 2019 se fueron del país más de 86.000 millones de dólares. Pero lo que no se dice es que gran parte de ese dinero se utilizó para pagar deudas heredadas del propio kirchnerismo, que había dejado un déficit fiscal enorme y una economía al borde del colapso.

Además, se suele demonizar al FMI como si fuera el causante de todos nuestros males. Pero recordemos que en 2006, Néstor Kirchner decidió pagarle toda la deuda al Fondo y, para hacerlo, emitió bonos que fueron comprados por el gobierno de Hugo Chávez a tasas altísimas, superiores al 10%. Es decir, se cambió una deuda más barata por otra más cara, y encima con un socio poco confiable.

¿Y qué se puede esperar ahora? Que vuelvan las inversiones. Que los que antes dudaban, ahora vean un país con reglas estables, con un tipo de cambio competitivo y sin el monstruo de la inflación comiéndose cada proyecto. Que florezca la iniciativa privada, que el emprendedor no sea un loco solitario y que el que labura sienta que vale la pena hacerlo.

Pero también hace falta responsabilidad. De los empresarios, que tienen que dejar de mirar sólo el dólar y empezar a mirar el largo plazo. Y de los ciudadanos, que tenemos que entender que la libertad también exige compromiso, no sólo reclamos. Este nuevo horizonte es una oportunidad, no una garantía.

Y a los especuladores de siempre, a los que viven del caos, a los que apuestan a la corrida y al dólar blue, ojalá se les pinche el globo. Porque si hay algo que este gobierno parece decidido a hacer es dejar de vivir de la trampa y construir, por fin, una economía adulta. Ojalá estemos todos a la altura.

Esta vez, la libertad económica no es un slogan. Es una puerta que se abre. Y depende de todos no volver a cerrarla.