La inmunidad diplomática es un privilegio que tiene un propósito claro: proteger a los representantes extranjeros de abusos y garantizar que puedan hacer su trabajo sin interferencias.
A ver, ¿qué pasa cuando mezclamos una diplomacia desprolija con unas copas de más? El incidente de los diplomáticos rusos que se negaron a hacer un control de alcoholemia y se atrincheraron en su auto es, como mínimo, vergonzoso. ¿Qué mensaje están enviando? Porque está bien, tienen inmunidad diplomática, pero eso no significa que puedan ignorar las leyes locales como si fueran turistas rebeldes.
La inmunidad diplomática es un privilegio que tiene un propósito claro: proteger a los representantes extranjeros de abusos y garantizar que puedan hacer su trabajo sin interferencias. Pero también hay un principio básico: respetar las normas del país anfitrión. Y acá es donde la cosa se pone fea. ¿Cómo se justifica que alguien con inmunidad use ese privilegio como escudo para evitar una responsabilidad? Es un abuso, y lo sabemos todos.
Imaginemos que un argentino, en Moscú, se niega a someterse a un control policial. ¿Qué creen que pasaría? Nada bueno, seguro. Pero acá, estos diplomáticos decidieron atrincherarse en su auto como si estuvieran en una película de acción. Más que representar a su país, dieron un espectáculo. ¿Y quién paga las consecuencias si pasa una desgracia?
Lo que realmente sorprende es el debate que esto desató. ¿Es que las leyes no son claras? La inmunidad no es una licencia para comportarse como quieran. El artículo 41 de la Convención de Viena establece que los diplomáticos deben respetar las leyes y reglamentos del Estado receptor. Entonces, ¿de qué estamos hablando? Esto no es solo una falta de respeto hacia las autoridades locales, sino también hacia la ciudadanía que sí debe cumplir con las normas.
Este caso es un ejemplo perfecto de cómo ciertos privilegios mal usados generan indignación. Porque si el objetivo de un diplomático es construir puentes entre naciones, ¿qué clase de puente están construyendo con este tipo de actitudes? Al final del día, la inmunidad no debería ser sinónimo de impunidad, y ellos, más que nadie, deberían dar el ejemplo.
Así que, señores diplomáticos, la próxima vez piensen dos veces antes de pisotear las normas del país que los recibe. La inmunidad no los pone por encima del resto. Solo les da una responsabilidad mayor. ¿O ya se olvidaron de eso?