La solución no es únicamente preparar exámenes para unos pocos; necesitamos una reforma educativa integral que garantice igualdad de oportunidades y calidad en el aprendizaje desde el aula.
En los últimos días, una propuesta relacionada con la idoneidad en el empleo público ha generado un interesante debate. El examen que evaluará conocimientos en matemáticas, lengua y leyes para ingresar al Estado no solo apunta a combatir el acomodo, sino también a establecer un estándar de calidad en los cargos públicos. Esto nos da una pista de por dónde debe ir el verdadero cambio: la educación.
El problema, claramente, no empieza ni termina en el empleo estatal. ¿Cómo podemos exigir idoneidad si nuestro sistema educativo lleva años abandonado a su suerte? Mientras los gremios discuten si este tipo de pruebas son "burradas" o no, nos enfrentamos a una realidad alarmante: miles de jóvenes egresan cada año sin habilidades básicas que deberían ser obligatorias, no solo para trabajar en el Estado, sino para desenvolverse en cualquier ámbito laboral o personal.
La solución no es únicamente preparar exámenes para unos pocos; necesitamos una reforma educativa integral que garantice igualdad de oportunidades y calidad en el aprendizaje desde el aula. Eso incluye formación en competencias prácticas y herramientas críticas como el pensamiento lógico, la resolución de problemas y, por qué no, la alfabetización cívica para entender qué significa realmente ser parte de un sistema democrático funcional.
Este tipo de propuestas deberían ir de la mano de una apuesta fuerte por la capacitación docente, la tecnología en las escuelas y una currícula que se adapte a las demandas del siglo XXI. El futuro exige ciudadanos capaces de pensar por sí mismos, que entiendan los problemas y encuentren soluciones. No es solo cuestión de idoneidad para ocupar un cargo público; es una inversión en nuestra sociedad.
Más allá de las críticas gremiales y políticas, este debate puede ser el punto de partida para reflexionar sobre cómo mejorar la educación desde su raíz. En lugar de enfrentarnos, es hora de colaborar. Porque la educación no es un tema de banderas políticas, sino la base de cualquier país que aspire a crecer y desarrollarse en serio.