En busca de cohesionar a sus seguidores en un momento complejo de su gestión, Milei volvió a presentarse como el ariete contra el poder establecido, aunque desde el poder y con varios acuerdos y pactos cerrados sobre sus espaldas
Volvió a las fuentes. A esas que lo llevaron más lejos de lo que nunca imaginó. Ni dice haberse propuesto. Volvió recargado, pero desde otro lugar. Javier Milei sigue presentándose como el ariete contra el poder establecido, aunque desde el poder. Volvió el proselitismo y la identificación del enemigo, como enseñan los manuales clásicos del marketing político.
Ante los argentinos y aquellos que en el mundo se detienen a observarlo, regresó el outsider de la política en sus tonos más altos. Desde la retórica. Mientras tanto, en los hechos, se impuso el Presidente pragmático y hasta flexible en algunos límites.
En busca de cohesionar a sus seguidores en un momento complejo de su gestión, en la que el apoyo público muestra las primeras fisuras y asoman nuevos desafíos, el león rugió contra la casta. Como en sus mejores tiempos. Ahora con amplificadores más potentes y hasta escenarios internacionales de más jerarquía y alcance.
Sin embargo, la reposición en escena del líder carismático con todos sus atributos no invisibilizó vínculos, acuerdos y pactos cerrados en las últimas semanas con expresiones del establishment más rancio. Un rugido contra la casta, con la casta al lado.
El acto de Parque Lezama de lanzamiento del partido mileísta no pudo expresar mejor esa ambigüedad (o esas inconsistencias). Los fanáticos enfervorizados que militan la cruzada libertaria desde hace años (algunos antes de que se encarnara en Milei) convivieron con los nuevos adherentes llegados en (los tan denostados) ómnibus contratados para que los trasladaran desde la periferia.
En el anfiteatro mayor, la grey escuchó no solo el credo libertario, con las demonizaciones de rigor a los infieles. La misa mileísta se completó con una interpelante arenga furiosa del líder-Presidente, en la que instó a insultar a los herejes, en cuya primera fila se incluyó a periodistas y empresarios de medios de comunicación y dirigentes políticos. A diferencia de casos precedentes, la curiosidad actual es que algunos de ellos están más cerca de las ideas nucleares del oficialismo que de las de los principales espacios opositores.
Para más singularidades, los señalados son denostados por denunciar claudicaciones del ideario liberal. Como el acuerdo con la CGT para no avanzar hacia la democracia sindical, las concesiones a intereses corporativos, la nominación del cuestionado juez Ariel Lijo para integrar la Corte, la falta de transparencia de algunas relaciones o el avance contra derechos fundamentales, como la libertad de expresión y de prensa. Enemigos.
La novedosa aparición de Karina Milei en escena, esta vez con sonido, no fue la única novedad del acto partidario. Y tampoco la más llamativa.
El número de asistentes, bastante menos multitudinario que el previsto, así como la poco original organización del acto, compiten a la hora de la evaluación con la primera alocución pública de “El jefe”, en la que se reflejó su falta de experiencia en la materia. Para algunos observadores cercanos al oficialismo, pero que no pierden el espíritu crítico, “fue menos una demostración de poder que una exhibición de precariedades”. El vínculo emocional y la expectativa de una mejora en la economía siguen siendo el sustento principal del Gobierno, pero lejos está de haberse consolidado.
Sí quedó claro, además del carácter de empresa familiar del emprendimiento político, que el armado partidario electoral está en las manos de la hermanísima y que su candidatura suena cada vez más probable.
Pero la construcción, después del proceso de destrucción de lo que había, no asoma sencilla. Los ruidos con aliados e inclusive con algunos de los propios son cada vez más sonoros. En la Casa Rosada los relativizan como parte de la “crisis de crecimiento”. La cuestión es que en ese proceso ya no toda la casta “tiene miedo”. Es más, algunos tienen motivos para celebrar.
El llamado a cerrar filas ante las supuestas amenazas de los enemigos externos “que no solo van contra Javier, sino contra todos ustedes”, como le dijo la secretaria general de la Presidencia a la militancia, encuentra algunos problemas intestinos.
Las disputas internas por el poder (y otras efectividades conducentes) están en uno de los puntos más altos desde la llegada de Milei al gobierno.
La salida del exministro de Salud Mario Russo y su reemplazo por Mario Lugones, padre del (ex)socio de Santiago Caputo, implica más que un avance del gurú presidencial.
Fue otro golpe que recibieron dos de los funcionarios de relación personal más antigua y más cercana con Milei, como son el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello. Ambos hasta ahora han perdido casi todas las discusiones que tuvieron con el asesor estrella o terminaron, a su pesar, ubicados en el bando perdedor.
Ninguno de los dos asoma dispuesto a dar un paso al costado, aunque día a día su tarea se les torna más compleja cuando, además de atender los muchos problemas inherentes a sus áreas, tienen que mirar en 360 grados para evitar rayones, embates que los saquen de su carril o que les amputen algún miembro.
Francos es un caso testigo. Ha sido en las últimas semanas uno de los que más ha padecido desautorizaciones en público. Para peor, vienen subiendo el volumen las voces que dicen que la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich (cada vez más cerca del Presidente y su influyente hermana), se ofrece para llenar un eventual vacío en la jefatura de ministros. Aunque esta lo niega. Las caricias discursivas de Milei a su jefe de Gabinete apenas mitigan el desgaste y el cansancio, inocultables
Como siempre, en estos conflictos no solo aparecen diferencias políticas o disputas de poder como causantes de las disputas. También emergen algunas razones menos edificantes.
Las versiones sobre acciones y vínculos poco transparentes no provienen de opositores políticos o dirigentes sectoriales afectados, sino de las entrañas del Gobierno. Algunos de ellos dicen haberlo hablado con el Presidente. Sin ningún éxito cuando se trata de hechos que llevarían a Caputo, el asesor. Similitudes con el inicial (y reverenciado) menemismo. Aunque con menos soportes político-institucionales.
En ese plano amplifica todo la formalización de Lugones al frente del Ministerio de Salud, que hasta ahora, desde las sombras, como el amigo de su hijo, oficiaba de ministro de facto y de nexo con todos los actores de ese sector tan sensible que moviliza descomunales recurso. Su agenda personal rebosa contactos de gremialistas y dueños, ejecutivos o lobistas de clínicas y laboratorios nacionales y extranjeros. Normal para alguien que se ha desempeñado durante décadas como empresario de la salud más que como médico.
“Para nosotros no cambió nada. Lugones era nuestro interlocutor”, afirma el directivo de una importante cámara extranjera de comercio con fuerte interacción en el sector. Lo mismo dicen farmacéuticos, distribuidores de remedios y dirigentes sindicales. En definitiva, su designación es otro “principio de revelación”.
La diferencia es que el mandamás de la Fundación Sanatorio Güemes, estrechamente ligado al dirigente radical Enrique “Coti” Nosiglia y al sindicalista Luis Barrionuevo (castas de castas), queda ahora sometido a las obligaciones y responsabilidades de todo funcionario público. Deberá poner su cara y su firma.
Nosiglia podría contarle lo que significa ese cambio. Después de años tras bambalinas, el radical debió asumir como ministro del Interior en el ocaso del gobierno de Raúl Alfonsín. Aún Caputo no lo experimentó, pero, por las dudas, podría serle de utilidad compartir esas sesiones de coaching con el ministro que acaba de entronizar.
El gurú compone con la hermana presidencial no solo el triángulo de hierro del poder sino que comparte el cerrojo que algunos actores, internos y externos, creen ver alrededor de Milei.
El último viaje del Presidente a los Estados Unidos dejó a varios inversores y directivos de empresas insatisfechos, no solo por la falta de precisiones sobre cuestiones clave de la política económica.
También les generaron suspicacias las barreras para llegar a Milei que encontraron algunas importantes personas del mundo de los negocios interesadas en la Argentina. El embajador en Washington, Gerardo Werthein, se llevó casi todos los reclamos. Werthein es uno de los tres empresarios que integra el estrecho círculo de relaciones de Karina Milei y que se sumaron al Gobierno en distintas funciones.
La díada Caputo-Karina y sus acciones no solo hacen ruido puertas adentro del oficialismo, sino también entre los no oficialistas cooperativos, como el macrismo.
“Cada vez hay más concesiones a radicales, como Nosiglia o Alfredo Cornejo, y a sectores del peronismo, como los gordos de la CGT y algunos gobernadores, mientras nos maltratan a nosotros y dirigen dardos contra Mauricio que quiere colaborar”, dice un estrecho consejero del expresidente Macri.
El armado político de La Libertad Avanza (LLA) en la ciudad y en la provincia de Buenos Aires es otra fuente de interferencias. Ahí otra vez asoman los nombres de Santiago y Karina, a los que se suma el operador Sebastián Pareja.
“A varios dirigentes nuestros con buen arraigo territorial les pidieron aportes más concretos que los votos o los corrieron para poner a algunos propios con otro capital”, se queja un dirigente bonaerense macrista.
La queja y el desconcierto empiezan a dejar paso a un movimiento cuyo desenlace es demasiado incierto. “No es momento de hablar, salvo cuando hay que fijar posiciones o porque nos operan en público, como hizo Patricia hace poco respecto de la coparticipación de la ciudad y Mauricio la acusó de mentir por X. Él va a mirar hacia adentro sin engancharse, buscar buenos candidatos y trabajar en el armado político. Después veremos”, dice uno de los colaboradores de Macri.
La posible sanción de la boleta única papel aportaría un elemento más de transformación de la realidad electoral. El peso de las personas por sobre las listas partidarias será más determinante,
Por eso, los macristas no son los únicos que empiezan a moverse sin esperar que decante la realidad y se defina mejor el escenario. En medio de la crisis, la economía sigue sin dar respuestas como ordenador crucial. Y el tiempo corre.
Los demás espacios, fuera del convulsionado círculo cerrado del kirchnerismo, se ven atravesados por conversaciones de lo más variadas. Y en ese segmento uno de los que empieza a hacer ruido es el radical Facundo Manes, con conversaciones con un espectro de dirigentes políticos y sectoriales y cuadros técnicos que exceden las fronteras de su partido, donde sus rivales buscan encorsetarlo en el mote de filokirchnerista, a pesar de su rechazo a esa nominación.
Por debajo de la superficie hay mucha más actividad política que la que hegemoniza en público el oficialismo, pero sin encontrar la grieta por donde ascender. En lo inmediato buscan asociarse a causas o acontecimientos que puedan tener algún arraigo popular.
La marcha universitaria de este miércoles será el escenario donde esa disputa tendrá lugar. Nadie tiene certezas al respecto. El antecedente multitudinario de abril preocupa al Gobierno. Los problemas que sufren muchos argentinos, más acuciantes que el presupuesto universitario, inquietan, paradójicamente, a los convocantes a la manifestación. Una lucha de urgencias.
No es extraño que el león haya vuelto a rugir contra la casta, aunque lo haga con buena parte de la casta a su lado.