El joven piloto argentino es un imán que corre en las pistas y vuela en las redes sociales.
Primero están los seguidores fieles de la Fórmula 1. Hinchas de escuderías que no se pierden detalle de la tabla de constructores. Aguante Ferrari, maneje quien maneje.
Construir un F1 desde cero lleva un año y medio. Sólo el motor cuesta 4,5 millones de dólares.
A ese grupo le siguen los fierreros históricos -apasionados del TC- que transmiten su amor por Ford o Chevrolet a sus hijos y nietos, y que se prenden a la F1 discutiendo de combustión y cigüeñales. Estos saben de mecánica.
Cada F1 es un cohete ultraliviano impulsado por más de 800 caballos de fuerza que pasa de 0 a 100 en 2,6 segundos.
Más atrás, los advenedizos llegan (llegamos) al espectáculo para husmear qué pasa con ese chico argentino -nos habían dicho ítalo-argentino hasta que lo escuchamos decir “mejor me cuido porque me van a echar a la m.....”- que es un imán de audiencias.
Este último grupo masivo -como los “hinchas” del básquet que entraron con Ginóbili (y salieron con él)- mueve la aguja.
Franco Colapinto debutó en la F1 hace apenas 25 días y ya vimos sus tres carreras en el cable común, cuando hasta entonces sólo se pasaban por el streaming de Disney.
Su Williams ya dice Mercado Libre mientras Globant (el unicornio argentino de software) y Big Box (regalos empresarios) llegan de la mano de Bizarrap, el productor estrella que “vio” a Colapinto por un mensaje de su padre “fierrero” y le acercó apoyo económico y sponsors mientras se hacían amigos.
En el casco del chico de Pilar están las letras BZRP sobre la bandera argentina.
El show es atractivo. Una carrera por TV es un videogame sin joystick. Una obra de riesgo sin dobles con su backstage en vivo.
Pilotos, autos, superestrellas posando en boxes, ingenieros midiendo cada gramo de bólido y humano. Audios irresistibles.
Imaginemos a un futbolista que va a patear un penal en la final del mundo y mientras camina hacia la pelota nos dice: “Le pego fuerte al medio y que sea lo que Dios quiera”.
Así oímos a Checo Pérez decirle a su equipo, Red Bull: “Es difícil pasarlo… es muy bueno”, refiriéndose a Colapinto.
Exhausto por un esfuerzo físico colosal -50 grados arriba de los autos, a más de 300 kilómetros por hora durante casi dos horas- el chico argentino terminó su última carrera y habló como un futbolista enojado con su DT.
Dijo que le hacía mal al estómago la mezcla azucarada de la que bebía para no deshidratarse porque “estaba caliente”; y que no pudo sumar puntos porque su equipo se equivocó al llevarlo a boxes demasiado tarde.
¿Un pibe de 21 años (el más joven de los 20 pilotos actuales), haciendo una suplencia transitoria, señala errores de la gran escudería inglesa?
Esa cinta de capitán aumenta la atracción televisiva. No es ni bueno ni malo, pero no es habitual. Es distinto.
Está diciendo: Quiero más que sólo “estar”. Quiero ganar.
Pasión de deportista amateur en un entorno millonario. “Andá pa’ allá”, pero con buzo antiflama y apenas comenzando.
Es aventurado asumir que ese carácter -y sus evidentes condiciones competitivas- van a garantizarle el cielo deportivo.
Pero hay algo en esa seguridad desenfadada del músico que llega para un reemplazo y camina entre los rockstars con la naturalidad de un beatle o un stone.
Sale a escena y los rockstars lo notan. Y lo notan todos.
Eso lo hace correr en las pistas y volar en las redes.
Colapinto ya es el único piloto en la historia de Williams que termina sus tres primeras carreras entre los 12 mejores.
Ningún conductor de la escudería lo había conseguido antes. Ni siquiera campeones de la talla de Nelson Piquet, Nigel Mansell o Alain Prost.
En septiembre, Colapinto fue más googleado que Messi y resultó el piloto más citado en X con 391.000 menciones, diez veces más que el tricampeón Verstappen.
Algo sucede.
Por internet se ofrecen tazas con su imagen a $10.000, remeras que replican su buzo antiflama a $30.000 y buzos canguro, desde $50.000. En las ferias informales hay más productos, como réplicas en miniatura de su Williams 43.
Este año todavía faltan 6 carreras -el doble que las que corrió desde su debut- pero ya le buscan auto para 2025.
Pericia y carisma para el marketing perfecto. A toda velocidad.