Analistas Por Gonzalo Abascal

Tapia “eterno”, y la verdadera discusión urgente del fútbol argentino

El planteo sobre las sociedades anónimas le permitió a la AFA desviar el foco de las extendidas sospechas sobre sus arbitrajes.

Miercoles, 18 de Setiembre de 2024

Fue durante 16 años presidente de Barracas Central, está por cumplir diez años como vicepresidente del CEAMSE (llegó allí por un acuerdo entre Hugo Moyano y Rodríguez Larreta, en ese tiempo jefe de Gobierno porteño) y acaba de ser virtualmente reelecto para un tercer periodo al frente de la AFA. En 2028 (cuando termine el mandato) habrá superado una década en la conducción del fútbol argentino.

Aseguró su continuidad apenas una semana después de un escándalo mayúsculo entre Talleres - River, con el árbitro Merlos denunciado por una trompada a Andrés Fassi, presidente de Talleres, y con el dirigente cordobés acusando a Tapia a viva voz: “Chiqui, con los arbitrajes metés miedo a todo el mundo”.

Un episodio con la gravedad suficiente para exigir explicaciones a Tapia y sus “gerentes” -en especial a Federico Beligoy, director nacional del arbitraje-, pero que la patológica normalidad del fútbol argentino, envuelto en arbitrajes sospechados y acusaciones permanentes, olvidó rápidamente con silencio cómplice y temeroso.

“Todo el fútbol argentino está representado en una sola lista”, se enfervorizó Luciano Nakis, presidente de Armenio, y reelecto secretario general de AFA, pero recordado sobre todo por su esmerada tarea de “seca nuca” de Tapia en la platea de Argentina y Canadá en la última Copa América.

El “todo” es falso, claro. El armado del nuevo comité ejecutivo (asumirá en marzo de 2025) pone en la superficie lealtades y enfrentamientos. Adentro Riquelme, nuevo vicepresidente primero, rival electoral de Mauricio Macri y vocero con micrófono asegurado contra las SAD. Afuera, Juan Sebastián Verón, voz crítica (“En vez de convocar a DT’s y capitanes, mejor revisen cómo dirigen y usan la tecnología, porque resulta muy obvio ya…”, dijo el fin de semana). También excluido, por supuesto, Andrés Fassi, o su club, Talleres de Córdoba.

El repaso de nombres que escoltarán al Chiqui sirve también para confirmar la cercanía con el kirchnerismo y el gobierno bonaerense de Kicillof. Uno de los vicepresidentes será Carlos Montaña, representante de Independiente, hombre de Sergio Berni y actual jefe de Gabinete del ministerio de Seguridad de la provincia. Mariano Cowen, presidente de Gimnasia de La Plata y designado por Kicillof como administrador del Hipódromo de esa ciudad, será vocal titular.

El lazo con el gobierno de Kicillof ofrece otro salvavidas a esta altura imprescindible: la futura mudanza de la sede de la AFA al complejo en Ezeiza permite esquivar el control de la IGJ en la ciudad, y acovacharse bajo Personas Jurídicas de la provincia, es decir de Juan Martín Mena, ministro de Justicia, abogado de Cristina Kirchner y hombre de La Cámpora.

El armado se presenta como un escudo anti SAD (Sociedades Anónimas Deportivas), el cambio que impulsa el gobierno nacional. Puede serlo, pero la secuencia propone otra lectura posible.

La AFA estaba desbordada de cuestionamientos antes de que se planteara la posibilidad de las SAD, y las SAD están lejos de ser un problema.

Al contrario, el planteo sobre las SAD le permitió a la AFA desviar el foco de las extendidas sospechas sobre sus arbitrajes, y enmarcar cualquier crítica en la disputa entre impulsores de las sociedades anónimas y los supuestos defensores de las sociedades civiles. En esa lógica, Fassi y Verón se quejan por intereses políticos.

Más aún, los argumentos para impulsar a las sociedades anónimas ofrecieron a Tapia, Toviggino y compañía la posibilidad de aferrarse a un discurso políticamente correcto, el de la defensa de la función social de los clubes (que no está en riesgo), al tiempo que intentan distraer sobre la denunciada funcionalidad de los jueces.

La discusión urgente que se debe el fútbol argentino no es sobre las SAD. Es cómo recuperar la jerarquía de sus campeonatos, la confianza en los arbitrajes y una mínima idea de integridad reclamada por protagonistas e hinchas.


Fuente Clarín