Argentina Andrés Reynaud

Que Alberdi no sea solo un busto abandonado

Lunes, 5 de Setiembre de 2022

Hace unos días se cumplió un nuevo aniversario del natalicio de unas de las mentes más brillantes de estas tierras y que nos legó, entre muchos otros aportes jurídicos, las bases para la primera constitución de la entonces Confederación Argentina. Nuestra reflexión hoy apunta que la imagen y legado de este personaje se mantenga y que sus ideas sean un faro para los políticos y la sociedad. 

El otro día, cerca de Casa de Gobierno, observé el busto de Alberdi, y paradójicamente contemple en el, por el descuido y las pintadas, el olvido que los personajes más importantes de este país tuvieron con este iluminado, y como esta estatua de bronce reflejajaba que sus ideas hoy no están siendo llevadas a cabo y que su mente brillante hoy no sea orgullo para todos.

Desde principio de siglo este personaje marcó la agenda de la generación del 80, unas de las épocas más lúcidas de la historia argentina, cuando nuestro país era potencia mundial, pero esas ideas no siguieron en el tiempo y decayeron con la llegada del peronismo al poder.  "Los hombres se dignifican postrándose ante la ley, porque así se libran de arrodillarse ante los tiranos", una de sus frases más celebres sirve para entender su convicción y nos entrega el mensaje  que nunca bajemos los brazos, seamos consecuentes con nuestras ideas y luchemos si hace falta.

Volvamos al busto abandonado, y digamos que tenemos que volver a poner sobre la mesa sus ideas, conceptos, esa línea de comportamiento que tiene que tener una nación para ser grande y fuerte, y como desde la literatura se pudo exponer tantos conceptos tan claros que siempre tuvo Alberdi y no pudieron llevarse a cabo. 

Haciendo un poco de historia,  desde 1832 un grupo de jóvenes intelectuales venía reuniéndose en la librería de Marcos Sastre. Alberdi se incorporará a este grupo, compuesto entre otros, por Juan María Gutiérrez y Esteban Echeverría, que fundará el 23 de agosto de 1835 el Salón Literario, un verdadero centro cultural y de difusión de las nuevas ideas políticas, vinculadas al romanticismo europeo.

En 1837 Alberdi publicó una de sus obras más importantes «Fragmento Preliminar al estudio del derecho, donde hacía un diagnóstico de la situación nacional y sus posibles soluciones. Durante ese mismo año data la publicación de «La Moda, gacetín semanal de música, poesía, literatura y costumbres.» Aparecieron 23 números y en sus artículos, Alberdi, que firmaba bajo el seudónimo de «Figarillo» intentaba burlar a la censura del rosismo y dejaba deslizar frases como esta: «los clamores cotidianos de la tiranía no podrán contra los progresos fatales de la libertad».

Los argentinos tenemos una norma, llamada ley fundamental. Es nuestra Constitución, que es amplia, humanitaria y acogedora, pues invita a “todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”. Y esta constitución, se basó en un libro escrito a mediados del siglo XIX por este abogado tucumano que lo tituló “Bases para la Organización de la República Argentina”.

En lo humano, fue un hombre triste, melancólico. Ya su llegada a la vida, vino envuelta en dolor. Su madre, Josefa Aráoz, falleció en el parto. Su padre, Salvador Alberdi, -vasco francés- dejó esta vida teniendo Juan Bautista sólo 12 años. Corría el año 1825. Alberdi tenía 15 años pues había nacido en 1810, solamente tres meses después de la Revolución de Mayo.

Y ganó en ese momento una beca para estudiar Ciencias Morales en Buenos Aires. Entonces se trasladó desde Tucumán a la urbe porteña con un hermano mayor. Descubrió rápidamente que una gran ciudad puede ser un gran desierto. Aunque esté habitada. Consiguió ingresar en la Facultad de Derecho y se recibió de abogado.

Durante sus primeros años y ya graduado, Alberdi siguió haciendo periodismo, escribiendo teatro y ejecutando música. ¡Su poderoso talento era realmente multifacético!. Con la caída de Juan Manuel de Rosas, regresó al país –Alberdi ya tenía 44 años- y fue electo diputado. Recibió algunas calumnias que, por sutiles, le dolían más. Porque traían el agravante de la sutileza. Y el hombre superior que fue Alberdi, tenía ilimitada energía para defender su verdad, pero escasa fuerza para defender su persona.