Argentina Historia de vida

La historia de la nena que no recibió un corazón, pero cambió el de un país

Justina Lo Cane, la pequeña que es emblema en la donación de órganos, falleció a los 12 a la espera de un trasplante y marcó un antes y un después en la sociedad

Miercoles, 10 de Diciembre de 2025

La historia de Justina Lo Cane comenzó mucho antes de que su nombre se convirtiera en ley. Cuando tenía apenas un año y medio, los médicos detectaron que padecía una cardiopatía congénita, una falla en el corazón que la obligaría a vivir entre controles, medicación y cuidados especiales durante toda su infancia. Aun así, Justina creció como cualquier nena que sueña, juega y hace planes. Era la mayor de tres hermanos y tenía una energía que desmentía cualquier diagnóstico.

A mediados de 2017, con 12 años, su salud dio un giro brusco. Una descompensación la llevó a la Fundación Favaloro, donde los médicos confirmaron que ya no había más margen: necesitaba un trasplante de corazón urgente. Su cuadro se agravó tanto que quedó en la lista de espera prioritaria del INCUCAI. En ese tiempo, además, sufrió complicaciones por una trombosis que derivó en la amputación de los dedos de un pie. Pero ni siquiera eso logró apagar su fuerza.

Desde su habitación de hospital nació una campaña inédita. Con su familia creó Multiplicate x 7, basada en una idea tan simple como poderosa: un solo donante puede salvar hasta siete vidas. Justina no quería movilizar al país solo por ella; quería que otras personas que también esperaban un órgano tuvieran una oportunidad. Su voz, multiplicada por redes, medios y actos públicos, logró lo que parecía imposible: instalar el tema en la agenda nacional.

Pero el corazón compatible nunca llegó. El 22 de noviembre de 2017, después de más de 60 días en terapia intensiva, Justina murió. La noticia paralizó al país. Se había ido la nena que pedía vida para otros mientras peleaba por la propia.

Sin embargo, su historia no terminó ahí. Su papá, Ezequiel Lo Cane, transformó el dolor en una cruzada. Empujó debates, golpeó puertas, habló con legisladores y médicos, insistió en que nadie más debería pasar por la misma agonía. Ese impulso social y político terminó convirtiéndose en un hecho histórico: en julio de 2018, el Congreso aprobó por unanimidad la Ley Justina, que establece que todas las personas mayores de 18 años son donantes de órganos, salvo que expresen lo contrario.

Desde entonces, Argentina cambió. Aumentaron los trasplantes, se aceleraron los procesos, se fortaleció la conciencia social. Justina, que no llegó a recibir el corazón que esperaba, terminó dándole vida a cientos de personas que estaban en la misma situación que ella.

Hoy su nombre es mucho más que una norma: es un símbolo. La historia de una nena de 12 años que, desde una cama de hospital, impulsó la transformación más profunda que tuvo el país en materia de donación de órganos. Un legado que sigue latiendo donde ella ya no pudo.