Ricardo y Rosario son pareja hace más de dos décadas, y juntos iniciaron un camino de espiritualidad.
Ricardo Delfino y Rosario Silva llevan 24 años juntos, pero dicen que lo suyo no es solo una historia de amor: es una historia de conciencia. Desde que se conocieron, apostaron a crecer, a transformarse, a escuchar lo que el corazón les pedía. Ella, maestra jardinera; él, técnico en una empresa metalúrgica. Dos vidas que, después de años de rutina, se animaron a cambiar el rumbo. Hoy viven en Villa Yacanto, en el departamento de Calamuchita, Córdoba, donde crearon Campo Alegre, un refugio natural y espiritual que construyeron desde cero, con sus propias manos y un propósito: vivir en armonía con la tierra.
El cambio no fue fácil. Venían de Buenos Aires, de un ritmo frenético que los alejaba de su esencia. "Vivíamos en San Miguel, cerca del CEAMSE, y cuando soplaba el viento del Este no se podía respirar. No veíamos las estrellas, ni la Luna. Sentíamos que el alma necesitaba otro aire", recuerda Ricardo, mientras prepara unos mates en el porche de su casa rodeada de nogales, frutales y flores silvestres.
La historia de ambos tiene muchos puntos en común, incluso antes de cruzarse. Ricardo, hoy de 72 años, se define como un hombre que "hizo todo como había que hacer": estudiar, trabajar, casarse, tener hijos. Pero algo no encajaba. "Me enfermé muchas veces por cosas psicosomáticas. Seguí el camino que quería mi papá, no el mío. Cuando lo entendí, empecé a sanar", confiesa. Rosario, que por entonces se acercaba a los 40, también buscaba un cambio. "Nos conocimos estudiando disciplinas orientales, y aunque podríamos habernos cruzado antes, fue en la madurez cuando estábamos listos para encontrarnos", cuenta.
Juntos estudiaron yoga, Tai Chi, meditación y masaje. Abrieron su propia escuela en Buenos Aires, que funcionó muy bien, pero el ritmo de la ciudad comenzó a pesar. "Nos estábamos alejando de lo esencial, de aquello que nos unió. Sentíamos que el lugar nos quedaba chico", dicen. Así empezó la búsqueda de un espacio donde volver a lo simple.
El destino los llevó a Yacanto, un pueblo de caminos de tierra y montañas que los conquistó apenas lo pisaron. "Llegamos al lugar donde dijimos que nunca íbamos a venir -se ríen-, pero nos encontró a nosotros. Era pura paja brava, había que trabajar muchísimo, pero sentimos que era ahí." En menos de un año, construyeron su casa, armaron una huerta, plantaron 23 nogales, frutales de distintas especies y diseñaron senderos floridos. La pileta se alimenta de agua de lluvia, y todo el entorno fue pensado con respeto por la naturaleza.
"Trabajamos mucho, todo lo hicimos entre los dos. Elegimos dónde plantar cada árbol con un péndulo, que nos ayuda a sentir si el lugar es el adecuado. Terminábamos los días agotados, pero felices", recuerda Rosario. Así nació Campo Alegre, su proyecto de vida y también su emprendimiento: un espacio donde reciben huéspedes y ofrecen actividades ligadas a la espiritualidad, como los baños de temazcal, prácticas de conexión interior y talleres de bienestar.
Su historia trascendió las sierras. Hace unos días, una entrevista que dieron al canal de YouTube Sueños de Ruta se volvió viral. Recibieron cientos de mensajes de personas que los agradecían por inspirar el cambio. Ricardo sonríe al recordarlo: "A veces creemos que ya es tarde para empezar de nuevo, y no es así. Nosotros lo hicimos en la madurez, y fue el mejor momento. Como dice mi suegro: 'Mientras vas y vienes, te entretienes'. La vida pasa rápido, pero si estás consciente, la disfrutás de verdad".
Hoy, entre el canto de los pájaros y el murmullo del viento entre los pinos, Ricardo y Rosario viven en sintonía con su propósito. Su historia no solo habla de amor, sino también de transformación, de coraje, y de un modo distinto de estar en el mundo: más simple, más humano, más consciente.

Daniel Di Giuseppe, técnico mecánico y radioaficionado, reúne más de 90 radios antiguas.