Argentina Historias de vida

La historia de Martina, la defensora de los tiburones

La instructora de buceo usa sus redes sociales para difundir información crucial sobre tiburones, pero también sus hazañas debajo del mar. Gracias a su pasión por la vida marítima, creó el documental Missing Sharks. Hoy trabaja incansablemente para que lo que pasa debajo del oceáno no sea ignorado: "En el mar realmente tomás dimensión de que el universo es gigante y tus problemas chiquitos", cuenta.

Viernes, 29 de Agosto de 2025


La instructora de buceo usa sus redes sociales para difundir información crucial sobre tiburones, pero también sus hazañas debajo del mar. Gracias a su pasión por la vida marítima, creó el documental Missing Sharks. Hoy trabaja incansablemente para que lo que pasa debajo del oceáno no sea ignorado: "En el mar realmente tomás dimensión de que el universo es gigante y tus problemas chiquitos", cuenta.

Su curiosidad por el mar comenzó cuando ella era pequeña. Sin embargo, fue a sus 22 años que se le presentó la oportunidad que definió el rumbo de su vida: se sumergió en las profundidades y observó el mundo marino. Tanta grandeza conmovió cada fibra de su ser y, a partir de ese entonces, nunca dejó de estar en contacto con el agua y con los seres que habitan allí. Hoy, con 32 años, Martina Álvarez no solo es instructora sino también la voz del océano: una de sus misiones es dar a conocer la importancia de los tiburones en la vida marina y lo vitales que son para que el ser humano continúe como especie, algo que volcó en un documental que creó con colegas, llamado Missing Sharks.

"Tengo unos papás que nos criaron, tanto a mí como a mis tres hermanos, de una forma muy libre. Nunca se metieron en cómo tenía que ser nuestra vida sino más bien nos dejaron crearla confiando en nosotros", comenzó relatando Martina, la hija mayor de Pablo e Isabel y la protagonista de esta historia. Si hay una palabra que la define es curiosa. Una joven a la que le gusta leer e informarse sobre aquellas cosas que le llaman la atención. También es apasionada e intensa. "Si hay algo que me gusta y me hace feliz trato de vivirlo a fondo; yo me enamoré del mar y logré que mi vida gire en torno a eso. Todo gracias a una pasión que surgió desde lo más profundo de mi corazón", confesó.



Su conexión con el mar se dio desde muy chica. Siempre disfrutó viajar a la costa con su familia y también tomar su libro de ballenas y delfines y calcar las figuras en cartulina. "Cuando era pequeña decía que quería ser domadora de delfines sin ser consciente de que eso era algo malo para ellos". Con los años Martina fue entendiendo que no quería lastimarlos, sino más bien cuidarlos.

A los 22 años dejó Argentina para vivir su primera aventura en el exterior. Buscó explorar un mundo nuevo. Para ello tuvo que dejar a su familia y amigos, sus hábitos y su amor por la costa atlántica; abandonó todo aquello que ella consideraba conocido. Decidió confiar en el cambio. Tal vez eso tiene que ver con la curiosidad como un rasgo destacado en Martina, y que la invita a salir de su zona de confort constantemente. La muchacha vio en Australia la puerta de entrada para experimentar cosas nuevas. Y se lanzó sin miedo. Tal como lo hizo meses más tarde para conocer el fondo del mar de Tailandia. "Fue un lugar que me marcó mucho porque fue allí donde bucee por primera vez", mencionó.


A partir de ese entonces, la argentina buscó la forma de fusionar eso que tanto la apasiona con el trabajo. Fue así como encontró la opción de hacer un intercambio en México. Trabajaba y a cambio recibía cursos de buceo. Durante su estadía en el país de Centroamérica, vivenció dos encuentros con tiburones que la marcaron por completo y ratificaron su compromiso con el medioambiente. El primero fue con un tiburón nodriza: "Fue muy loco porque esa vez estaba buceando y vi que unos compañeros miraban a un animal con muchísima atención. Me acerqué a ellos, y observé un ser muy elegante. Me encantó su aleta puntiaguda y como movía sus branquias. Nadamos unos segundos con el animal -que para mí fueron eternos- y cuando salí del agua les pregunté a los buzos si eso era un tiburón. Ellos se mataron de risa y me dijeron ¿cómo no te diste cuenta?, y yo les respondí que tenía creada una secuencia en mi mente -producto de lo que difundían los medios y las películas- en la que si yo me cruzaba un tiburón de frente, este se me iba a abalanzar y morder", recordó Martina Álvarez. Al ver que este mito no coincidía con lo que ella había experimentado, se cuestionó a si misma: ¿Cuánto de lo que conozco es cierto?. A raíz de esto, Martina comenzó a investigar en páginas como tiburonpedia el rol que esta especie tenía en el océano. "Comprendí que son fundamentales para el planeta porque son ellos los que regulan la cadena alimenticia y generan un balance en el mar. Si esta especie desaparece, el orden también", señaló.

El segundo encuentro se dio en Isla Mujeres con un tiburón ballena, el pez más grande del océano: "Me acuerdo que yo salté de la lancha, y al instante vi el tiburón. Estar al lado de este pez siempre digo que se asemeja con pararse en la punta de una montaña. Porque es ahí cuando realmente tomás dimensión de que el universo es gigante y tus problemas chiquitos. Eso mismo sentí yo al estar con este animal al lado; pude ver de una forma muy gráfica la inmensidad de la naturaleza". A Martina no solo le impactó el tamaño del depredador sino también sus lunares de colores, las texturas en su piel, y su boca gigante. "Cuando el tiburón me miró a los ojos sentí que nos estábamos reconociendo como especie. Que al fin al cabo la vida se trata de coexistir entre seres. Y al instante se me vino a la mente que en la escuela me habían enseñado que la naturaleza estaba hecha para el hombre. Una visión bastante egocentrista. Pero gracias a este encuentro no solo derribé ese mito sino que entendí que nosotros también somos parte del mismo espacio y es por eso que tenemos que cuidarlo", reflexionó.