A los 14 años, Lara Fox-Hill comenzó a experimentar un dolor abdominal que no podía describir con palabras.
A los 14 años, Lara Fox-Hill comenzó a experimentar un dolor abdominal que no podía describir con palabras. Era intenso, constante, y con el tiempo se volvió insoportable. Buscó ayuda médica una y otra vez, convencida de que algo serio le pasaba. Pero en lugar de respuestas, recibió incredulidad. "Trataron de hacerme creer que tenía ansiedad y que eso me estaba causando dolor físico", cuenta con serenidad hoy, aunque recuerda que en ese momento fue devastador. "Tenía 14 años, me estaba convirtiendo en una adolescente y estaba construyendo mi confianza; fue una experiencia bastante dolorosa".
Durante meses, los médicos insistieron en que el problema era emocional. En 2019, después de otra consulta, le dieron un folleto sobre salud mental. Pero el dolor seguía, implacable. Lara sabía que no era algo psicológico. En marzo de 2021, ya con 16 años, acudió al Hospital Wexham Park, en Berkshire, Reino Unido, con una pequeña maleta y la esperanza de que la internaran para estudiar su caso. "El dolor era tan fuerte que pensé que me hospitalizarían", recuerda. Pero no fue así. La enviaron a su casa con solo dos tabletas de paracetamol. "Todavía estaban las restricciones por pandemia, así que fui sola. Arrastré mi bolso a un banco y luego sollocé hasta que llegaron mis padres".
Durante ese tiempo, Lara se sintió desamparada. Nadie parecía creerle. Médicos y enfermeros aseguraban que era demasiado joven para sufrir endometriosis, una enfermedad en la que un tejido similar al que recubre el útero crece fuera de él, causando un dolor extremo, infertilidad y sangrados abundantes. "Decían que no tenía el típico dolor, que era algo de mujeres adultas. Pero yo estaba sangrando 24 horas al día, desmayándome tres veces por semana y ya no podía caminar", relata. Llegó un punto en el que su vida cotidiana era una sucesión de supervivencias: "No dormía, me levantaba y tomaba hasta seis baños al día para poder aliviar el dolor".
Pasaron 18 meses y tres operaciones hasta que finalmente recibió el diagnóstico y tratamiento adecuados. La confirmación llegó como una mezcla de alivio y tristeza: alivio por saber qué tenía, tristeza por todo lo que había sufrido sin necesidad. "Me costó mucho recuperar la confianza en los médicos y en mi propio cuerpo", admite. Su madre, Diane Fox-Hill, también padece endometriosis, y por eso comprendió desde el principio que lo que su hija sentía no podía ser solo "ansiedad".
Hoy, Lara tiene 16 años y se ha convertido en una voz para otras chicas que atraviesan el mismo camino. Su historia es una advertencia sobre los prejuicios que aún persisten en torno a la salud femenina, y una inspiración para quienes no se rinden cuando el dolor no es comprendido. "Si yo no hubiese insistido, todavía estaría sufriendo sin saber por qué", reflexiona.
Su caso recuerda que la endometriosis no distingue edades, y que escuchar a las pacientes es tan importante como diagnosticarlas. Lo que comenzó como una lucha solitaria terminó convirtiéndose en un testimonio poderoso: el de una adolescente que tuvo que pelear para ser escuchada, y que hoy usa su voz para que otras no tengan que hacerlo.