La guerra arancelaria de Trump está trastocando la economía mundial, con consecuencias imprevisibles.
Donald Trump dice que es su palabra favorita y, desde que regresó a la Casa Blanca, apenas se habla de otra cosa.
Los aranceles, esos impuestos aduaneros que con la liberalización del comercio internacional fueron progresivamente bajando desde la Segunda Guerra Mundial, han regresado con fuerza de la mano del presidente de Estados Unidos.
Trump asegura que son necesarios para proteger a la industria de su país, pero también los utiliza como arma negociadora para retorcer el brazo de sus rivales, muchos de ellos países que hasta su llegada a la presidencia eran considerados aliados y socios comerciales de EE.UU.
Sea como fuere, la guerra comercial ya está aquí, con consecuencias que empiezan a sentirse en las bolsas, el comercio internacional y, según los expertos, en breve también empezarán a percibirse en los bolsillos de los consumidores de muchos lugares del mundo, también Estados Unidos.
Hasta ahora, además, Trump ha sido bastante errático en sus anuncios, imponiendo un día un 25% de aranceles generales a los productos de México y Canadá, por ejemplo, para retrasarlos luego durante un mes, volver a imponerlos y anunciar su suspensión de nuevo.
En ocasiones, el arancel que se anuncia por la mañana se cancela por la tarde, o el envite se duplica al día siguiente, generando una incertidumbre que ha espantado a muchos inversores de las bolsas mundiales, provocando fuertes caídas.
Además de aranceles a países concretos, como China, México o Canadá, desde este 12 de marzo Estados Unidos impone un impuesto del 25% a todas las importaciones de acero y aluminio.
El país es el mayor importador mundial de estos metales, y Canadá, Brasil y México son sus principales proveedores.
El presidente también ha anunciado que a partir del 2 de abril impondrá "aranceles recíprocos" a muchos países, aunque sin detallar la cuantía ni los destinatarios.
Los aranceles son impuestos que gravan las mercancías que se importan de otros países.
Ese impuesto, que se paga al gobierno, debe asumirlo la empresa que introduce la mercancía extranjera en el país.
Normalmente, los aranceles son un porcentaje del valor de un producto. De esta forma, un arancel del 20% sobre los productos chinos significa que un producto que vale, por ejemplo, US$10, tiene un recargo adicional de US$2.
Las empresas pueden optar por repercutir una parte o la totalidad del costo de los aranceles a los clientes.
Estados Unidos ha aplicado habitualmente aranceles más bajos que otros países.
Pero su economía, como la de la mayor parte del mundo, está muy interconectada con sus socios comerciales, con elementos que entran y salen varias veces de sus fronteras hasta que se convierten en el producto final.
Es el caso, por ejemplo, de la industria automovilística, donde puede que el aluminio sea importado de un país, se funda en piezas en EE.UU., estas piezas salgan a Canadá para ser pulidas, sean enviadas a México para ser parcialmente ensambladas y regresen a EE.UU. para terminar de ser colocadas en un vehículo.
De esta forma, un vehículo, por ejemplo, se somete a distintos aranceles en repetidas ocasiones, encareciendo el producto final.
Estas tasas arancelarias o derecho de aduana varían de un país a otro, y suelen ser más bajos en las economías más desarrolladas.
Según datos del Banco Mundial, en 2022, el arancel promedio ponderado era del 1,49% en Estados Unidos, del 1,37% en Canadá y del 1,3% en los países de la Unión Europea.
En América Latina conviven aranceles moderados como en México, del 4,8%, con otros elevados como en Argentina, donde el promedio en 2022 era del 11,1%.
Los aranceles generales del 25% y hasta del 50% a ciertos productos con los que ha amenazado Trump son absolutamente inhabituales y en la historia reciente solo se han aplicado en momentos de guerra comercial.
Los aranceles son una parte central de los planes económicos de Trump.
Según él, los aranceles impulsarán la manufactura estadounidense y protegerán el empleo, además de aumentar los ingresos fiscales y hacer crecer la economía.
El presidente quiere reactivar y reconstruir la industria manufacturera estadounidense, que en los últimos 40 años ha perdido muchos empleos que han migrado a países con salarios más bajos, como México o China.
Pero Trump también considera que Estados Unidos tiene un enorme déficit comercial, y que otros países se están beneficiando de vender a EE.UU. sus productos.
De esta forma, también ha esgrimido la amenaza de aplicar estos impuestos para forzar a otros países a reducir la brecha comercial con Estados Unidos, bien comprando más productos estadounidenses o importando, por ejemplo, petróleo o gas de EE.UU.
Para aclarar, tener déficit comercial con un país significa que importas más bienes y servicios de ese país de los que exportas. Sin embargo, Trump a menudo describe los déficit comerciales como si fueran pérdidas de Estados Unidos.
Un gráfico sobre cómo los aranceles podrían aumentar los costos de la industria automotriz en EE.UU.
Además, Donald Trump ha sustituido la diplomacia por la amenaza arancelaria, blandiendo estos impuestos como arma para conseguir que otros países se plieguen a su voluntad.
Cuando a finales de enero el presidente de Colombia, Gustavo Petro, dijo que no aceptaría los vuelos de repatriación de migrantes que estaba fletando EE.UU. por las condiciones indignas en las que se estaban produciendo, Trump amenazó con imponer un arancel general del 25% al país sudamericano.
A las pocas horas, Petro rectificaba y mandaba un avión colombiano para recoger a los migrantes expulsados, y Trump retiraba la amenaza.
Más afectados se han visto algunos de los mayores socios comerciales de EE.UU., como México, Canadá y China.
En conjunto, estos tres países representaron más del 40% de las importaciones en Estados Unidos el año pasado.
La economía y las cadenas de suministro estadounidenses están profundamente integradas con las de sus vecinos México y Canadá, y se estima que a través de las fronteras norte y sur de EE.UU. circulan diariamente productos manufacturados por un valor de US$2.000 millones.
Pero Trump ha acusado a los tres países de no hacer lo suficiente para acabar con el flujo de migrantes y drogas ilegales como el fentanilo hacia Estados Unidos, una droga que causa decenas de miles de muertes por sobredosis cada año en el país.
Washington alega que los productos químicos para fabricar esta droga proceden de China, mientras que las bandas mexicanas los suministran ilegalmente y dirigen laboratorios de fentanilo en Canadá.
Tanto México como Canadá y China rechazan estas acusaciones.
Trump decidió entonces imponer un arancel general del 25% a las importaciones de México y Canadá, que ha sido aplazado ya en dos ocasiones.
Con respecto a China, la tarifa arancelaria del 10% que impuso en febrero fue duplicada en marzo hasta el 20%.
La reciprocidad ha sido la principal respuesta a la imposición de aranceles.
Donde Trump ha impuesto aranceles se ha encontrado con una respuesta proporcional por parte de los países afectados.
Este miércoles, por ejemplo, la Unión Europea anunciaba medidas de represalia por valor de más de US$28.000 millones en respuesta a los impuestos a la importación de acero y aluminio.
Estos aranceles gravarán productos estadounidenses como el bourbon, las motocicletas Harley Davidson o los jeans Levi"s.