El presidente Emmanuel Macron fue por primera vez y mostró "el resplandor" de su interior tras intensos trabajos; reabrirá formalmente el 7 de diciembre
"Es sublime", aseguró el mandatario al descubrir la catedral, que consideró como "mucho más acogedora" tras la limpieza de la suciedad acumulada durante décadas en sus piedras.
Afuera, el monumento gótico del siglo XII sigue siendo un sitio de construcción, con andamios y grúas. Pero el interior renovado resultó ser impresionante.
"Aún más bella que antes, con el resplandor redescubierto de sus piedras rubias y el color de las capillas", decía un documento de Macron enviado a los medios de comunicación invitados a ver por primera vez la catedral renovada por dentro.
Los trabajos de restauración permitieron limpiar la suciedad acumulada durante décadas y la pureza "inmaculada" del edificio católico que se anuncia deslumbrante "como nunca", según su entorno.
La presidencia francesa no ahorró en calificativos para presentar esta visita: "resplandor", "fascinación", vista "impactante", "fuegos artificiales de colores", etc. Y prometió un espectáculo sobrecogedor y un contraste sorprendente con la "bóveda abierta", la "basura carbonizada" y el olor "insoportable" que Macron descubrió la noche del incendio, el 15 de abril de 2019.
Las llamas arrasaron el tejado y el armazón de la catedral, uno de los monumentos más visitados de Europa. Su icónica aguja, construida por Viollet-le-Duc en el siglo XIX, se derrumbó y se reconstruyó de forma idéntica. El incendio, cuyas causas todavía no se han identificado, dio la vuelta al mundo.
Macron se comprometió a reabrir el edificio en un plazo de cinco años, lo que suscitó cierto escepticismo en su momento. Ahora presenta su reapertura como el colofón de un año de "orgullo francés", tras el éxito de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de París-2024, y en un momento en el que está debilitado políticamente.
"Esta última visita a las obras es la ocasión de darles las gracias" a quienes trabajaron en ellas, desde carpinteros a canteros, pasando por arquitectos y arqueólogos, entre otros, aseguró Macron, que invitó al evento a las 2000 personas que contribuyeron a la restauración.
El presidente también homenajeó a los mecenas, ya que el proyecto costó unos 700 millones de euros (unos 740 millones de dólares) y se financió exclusivamente con donaciones.
El público deberá esperar todavía poco más de una semana para acceder a la catedral. Las ceremonias de reapertura están previstas el próximo 7 y 8 de diciembre, antes de que las puertas se abran al mundo. Macron pronunciará un discurso el primero de esos dos días y asistirá a la consagración del nuevo altar durante una misa solemne al día siguiente.
Francia invitó a numerosos dirigentes extranjeros para ese evento, aunque todavía se desconoce quién asistirá. El papa Francisco ya anunció por su parte que no estará presente.
Ya no están los enormes agujeros que el incendio abrió en los techos abovedados, dejando montones de escombros carbonizados. Nueva cantería fue cuidadosamente ensamblada para reparar y llenar las heridas que habían dejado el interior de la catedral expuesto a los elementos. Delicados ángeles dorados observan desde el centro de uno de los techos reconstruidos, elevándose nuevamente sobre el transepto.
Las paredes de piedra caliza de color crema brillante de la catedral parecen nuevas, limpias no sólo del polvo del incendio sino también de la suciedad que se había acumulado durante siglos.
Potentes aspiradoras se utilizaron primero para eliminar el polvo tóxico liberado cuando el incendio derritió los techos de plomo de la catedral.
Luego se rociaron finas capas de látex sobre las superficies y se retiraron unos días después, llevándose la suciedad con ellas. También se utilizaron geles de limpieza en algunas paredes que habían sido pintadas, eliminando muchos años de suciedad acumulada y revelando sus colores brillantes una vez más.
Los carpinteros trabajaron a mano como sus homólogos medievales mientras tallaban vigas gigantes de roble para reconstruir el techo y la aguja que colapsaron como una lanza llameante en el infierno. Las vigas muestran las marcas del trabajo de los carpinteros, con abolladuras hechas en la madera por sus hachas de mano.
Se talaron unos 2000 árboles de roble para reconstruir estructuras de techos tan densas e intrincadas que se les apoda "el bosque". (Las Nación)