Diecinueve meses después de ingresar a cuidados paliativos, se convierte este martes en el primer expresidente centenario de Estados Unidos; sigue de cerca la campaña electoral y en los últimos meses se lo vio más animado
El último capítulo de la ya notable historia de vida de Carter está resultando ser una historia de asombrosa resiliencia: a lo largo de los años, el productor rural de maní convertido en estadista global venció un cáncer cerebral, se recuperó de una fractura de cadera y sobrevivió a todos sus adversarios políticos. Y ahora está a punto de establecer un récord de sobrevida presidencial que podría ser difícil de romper.
Aunque frágil y generalmente confinado a su modesta casa estilo rancho en la localidad de Plains, Georgia, Jimmy Carter no solo se ha negado a rendirse a la inevitabilidad del paso del tiempo, sino que según miembros de su familia, en los últimos meses hasta se lo ve más animado. Ha vuelto a involucrarse más en todos los asuntos, y les dice a sus hijos y nietos que tiene un nuevo hito que quiere alcanzar: no su cumpleaños, que confiesa que no le importa tanto, sino llegar vivo al día de las elecciones para ir a votar por la vicepresidenta Kamala Harris.
"Es un regalo", dice Josh Carter, uno de sus nietos, sobre la salud del expresidente en los últimos meses. "Es un regalo que no sabía que íbamos a recibir".
Carter ya había superado a todos sus predecesores y se había convertido en el presidente más longevo de la historia de Estados Unidos, pero algunos de los que a lo largo de las décadas vivieron en carne propia su obstinada irascibilidad dicen no estar sorprendidos de que se esté acercando a su segundo siglo de vida.
"Jimmy es así", dice Gerald Rafshoon, su director de comunicaciones durante su paso por la Casa Blanca y amigo de toda la vida. "Es casi como si toda su vida hubiera sido ir contra la corriente. Atrévanse a decirle que no puede hacer algo y van a tener una muestra de su determinación".
La ciudad natal de Carter, Plains, ese puntito en el mapa del suroeste de Georgia de apenas 500 habitantes, celebrará su cumpleaños con un vuelo de aviones militares, una ceremonia de naturalización para 100 nuevos ciudadanos norteamericanos y un concierto. Este mes, sus partidarios ya habían celebrado un animado concierto en el Teatro Fox de Atlanta que se televisó el martes y que incluyó las actuaciones de los B-52, BeBe Winans y otros, junto con homenajes grabados en video de la mayoría de los otros expresidentes.
Carter no pudo asistir personalmente. Físicamente, está gravemente disminuido, y hay días en que sus nietos y bisnietos viajan a Plains y al llegar se enteran de que no está en condición de verlos.
Sus familiares dicen que la muerte de su esposa el año pasado, la exprimera dama Rosalynn Carter, fue devastadora. Después de 77 años de matrimonio, muchos del entorno del expresidente asumieron que pronto la seguiría.
"Cuando ella falleció, todos pensamos que francamente no duraría mucho más", dice Jason Carter, otro nieto y presidente de la junta directiva del Centro Carter, la institución filantrópica fundada por el expresidente y su esposa. "Y lo cierto es que durante un tiempo estuvo muy tirado, pero en estos últimos meses realmente se ha vuelto a conectar con el mundo".
El expresidente escucha música, incluidos viejos clásicos de Bob Dylan y la Allman Brothers Band. Su canción favorita es "Unanswered Prayers" de Garth Brooks. También se interesa sobre el trabajo que está haciendo el Centro Carter y comparte sus opiniones sobre el equipo de los Bravos de Atlanta. Al parecer, la lesión de rodilla que puso fin a la temporada de Ronald Acuña Jr. fue un disgusto para el expresidente.
También sigue de cerca las elecciones presidenciales. Considera al presidente Joe Biden un amigo y un aliado político, y recuerda que cuando Biden era un joven senador de Delaware fue uno de los primeros demócratas nacionales en respaldar su candidatura presidencial de 1976.
Según Jason Carter, la decisión de Biden de poner fin a su intento reeleccionista en julio despertó cierto orgullo y respeto en Carter: su trabajo del expresidente en el monitoreo de elecciones en todo el mundo y el fomento de las democracias le enseñaron lo inusual que es que un mandatario no se aferre al poder por el bien de su partido y de su país.
"Eso es algo muy importante, históricamente importante", señala Jason Carter. "Le pasó lo mismo que a nosotros, no podíamos creer lo que estábamos viendo, porque era algo sin precedentes, y creo que eso también lo afectó mucho".
El apoyo de la familia Carter a Kamala Harris se debe, en parte, a su contundente desaprobación del expresidente Donald Trump. Trump tiene "una mezquindad y una oscuridad" que la familia considera la antítesis de la filosofía de Carter, señala Jason.
Por eso no sorprende que Trump haya sido el único expresidente al que no se le pidió que enviara un video de homenaje para el concierto de Atlanta. Por el contrario, en la campaña Trump venía usando a Carter como un chiste para burlarse de Biden antes de que el presidente en ejercicio abandonara la carrera. "En comparación, Biden hace que Jimmy Carter parezca un genio", dijo Trump en un acto de campaña de principios de año.
Por supuesto que en comparación con Trump, Carter parece popular. En un sondeo de Gallup del año pasado, el 57% de los norteamericanos encuestados aprobaron retrospectivamente la presidencia de Carter, en comparación con el 46% que aprobó la de Trump.
Tal vez eso se deba en parte a la ola revisionista de nostalgia desde que Carter ingresó en cuidados paliativos. Antes considerado un presidente fracasado que perdió la reelección y después de dejar la Casa Blanca se convirtió en un humanitario admirado mundialmente, en los últimos 19 meses la presidencia de Carter ha sido reevaluada.
Cuando tenía 80 y 90 años, a Carter lo definía su vigor y su desafío a los estragos del envejecimiento. A los 90 años publicó una autobiografía y sólo redujo levemente su papel en el Centro Carter. Continuó enseñando en la Universidad Emory de Atlanta y en la escuela dominical de la Iglesia Bautista Maranatha, en Plains.
En la celebración del concierto de Atlanta de este mes, Monica Pearson, una veterana presentadora de noticias de televisión local, recordó haberle dicho una vez que "90 es el nuevo 60, ¡y tenía toda la razón!".
Sin embargo, con el tiempo, a la familia y las personas a cargo esa determinación de mantenerse activo por momentos les parecía una terrible terquedad, como presentarse a dar clases en la escuela dominical cuando todos lo desaconsejaban, o ayudar a construir casas con la organización Hábitat para la Humanidad mientras todavía estaba con moretones y heridas después de una caída.
En noviembre pasado Estados Unidos fue testigo de ese valiente desafío a sus limitaciones físicas, cuando Carter salió de cuidados paliativos y viajó a Atlanta para asistir al funeral de su esposa.
"No sé qué lo mantiene activo", dice Jason Carter. "Creo que simplemente no sabe lo que es renunciar a nada", pero agrega que le preocupa que al estar postrado en cama, su abuelo deje de tener nuevas experiencias. "Está tan disminuido físicamente", dijo. "Lo único que me preocupa es que no la esté pasando bien".
Josh Carter dice que cuando lo visita no ve a un expresidente ni a un aclamado líder humanitario. "Cada vez que voy a Plains, él sigue siendo mi abuelo", dice Josh, "el mismo abuelo que me llevó a su taller de carpintería y me inculcó la pasión por la madera".
Por Rick Rojas y Peter Baker