El rechazo a la lista de Quintela refleja, además, la falta de democracia interna en el PJ. una paradoja, si pensamos en un partido que se construyó
La interna del PJ sigue dando de qué hablar, y la última jugada de Cristina Kirchner no hace más que confirmarnos lo que muchos ya sospechaban: no quiere competir, quiere ganar por el escrito. ¿Para qué molestarse en entrar en una elección interna si puede asegurarse el control absoluto desde su sillón? La Junta Electoral del PJ acaba de rechazar el pedido de Ricardo Quintela, que buscaba, al menos, que se le oficialice una lista para competir. Pero no, Cristina no está dispuesta a soltar la lapicera que le permite definir quién va en cada lugar de las listas legislativas de 2025.
Y no es cualquier lapicera, es la que maneja todo el armado político. Esto significa, en pocas palabras, decidir quiénes son los candidatos y, por lo tanto, quiénes quedan afuera. Es una estrategia que ya conocemos y que ha usado más de una vez: el juego de las lealtades. Si estás con ella, tenés un lugar; si no, quedás afuera. Entonces, lo de Quintela es un reflejo de que no va a permitir ningún desafío interno. Esto manda un mensaje claro para el peronismo: acá se hace lo que Cristina quiere, y el que pretenda otra cosa. mejor ni lo intente. (Léase Kicillof)
Para los que piensan que puede ser una exageración, basta ver cómo la jugada no solo le cierra la puerta a Quintela, sino que también sirve para mantener a raya a cualquier otra figura del PJ que quiera asomar la cabeza. Con esta maniobra, Cristina se asegura de que nadie va a incomodarla en la toma de decisiones. Es un modo de decir que no hay espacio para la disidencia ni para las sorpresas en las elecciones legislativas que se vienen.
Ahora, ¿por qué esta necesidad de control absoluto? Algunos dirían que es para evitar cualquier fisura en la estructura del kirchnerismo, que viene golpeada tras años de desgaste. Otros, en cambio, sostienen que esta obsesión por el armado responde al temor de perder influencia. Cristina necesita poder decir "yo sigo siendo la jefa del PJ" y, por ende, la que toma las decisiones. Lo que en otros tiempos parecía un liderazgo natural, hoy se ve forzado, como si mantener el control de las listas fuera su única forma de mantenerse vigente.
El rechazo a la lista de Quintela refleja, además, la falta de democracia interna en el PJ. Una paradoja, si pensamos en un partido que se construyó, en teoría, sobre los valores de la participación y la inclusión. Pero en esta versión del peronismo, esa historia parece solo un bonito recuerdo. Hoy la realidad es otra: Cristina Kirchner elige a dedo, y todos los demás tienen que acatar. Y ojo, porque esto no solo afecta a los que quedan afuera, también moldea el perfil de los que se quedan, que deben cumplir una regla de oro: lealtad absoluta.
La movida de Cristina de bloquear a Quintela y manejar las listas a su antojo puede ser efectiva para mantener el control a corto plazo. Pero también pone en evidencia que el PJ, en su versión más kirchnerista, ya no es un espacio de pluralidad. El peronismo sigue siendo una gran fuerza en Argentina, pero en este contexto, muchos se preguntan si no llegará el día en que tanta verticalidad termine por pasarle factura.